''Ese dinero era todo lo que tenía''

Josep Barrios, señalando la fecha de vencimiento de sus participaciones (Foto: Sebas Senande)
photo_camera Josep Barrios, señalando la fecha de vencimiento de sus participaciones (Foto: Sebas Senande)

Josep Barrios, con 18 años recién cumplidos, se convirtió en inversor. Ahora, con 21, lucha junto a su madre, Luisa Rojo, contra la decisión que tomó en el estreno de su mayoría de edad: invertir gran parte de la herencia de su abuela paterna en participaciones preferentes, un producto muy rentable que él adquirió convencido de que vencía a los cuatro años y que, en realidad, implica una deuda perpetua.

Huérfano de padre, su abuela le dejó cuando tenía 9 años 36.000 euros, que permanecieron completamente parados en una cuenta de ahorro durante nueve años. «Cuando cumplí los 18 decidí hacer algo con ese dinero para ayudar a mi madre. Es auxiliar de ayuda a domicilio y gana 524 euros al mes. Con eso vivimos los dos. Todos los días vamos a comer a casa de mi abuela», cuenta.

Pidiendo opciones recorrió cuatro bancos -incluido en el que tenía ingresado el dinero- y solo en Caixanova le ofrecieron las participaciones preferentes. «La directora de la sucursal me dijo que era un producto muy seguro, que sólo ofrecían a clientes especiales», explica. Aunque en principio pensó en invertir toda su herencia, acabó por separar algo para comprar un coche y destinó 20.000 euros al producto financiero.

«Yo insistí mucho en cuándo lo podría recuperar. Me dijeron que cuando quisiera podría venderlas, pero que, si no las vendía, vencían a los 4 años, prorrogables a 5 si me interesaba», apunta.

Su madre -que se lamenta de «haber trabajado como una negra durante años sin tocar el dinero» para que ahora «pase esto»- reconoce que desconfió al ver que el interés era del 7%. «Le pregunté mil veces si era seguro, si podría recuperar el dinero, que sabía que nadie daba duros a peseta, que nosotros no sabemos nada de finanzas y ella dijo que sí, que a los cuatro años vencía, que era segurísimo», explica Luisa, al que su hijo entregaba todos los intereses obtenidos de esa operación.

Josep estudia alemán y planeaba ir a buscar trabajo a Alemania, donde tiene familia, en verano. Ese era su plan hasta que, hace unos días, leyó en internet el caso de una afectada por las participaciones preferentes. Su madre fue al banco a preguntar y se enteró de que el caso de su hijo era idéntico. «Me han engañado porque me dijeron que vencían a los 4 años y no es así. Hoy mismo la directora del banco reconoció que sí me lo había dicho, pero que, en aquel momento, pensaba que que era un buen producto. Ese dinero era todo lo que tenía», señala.

PERPETUIDAD
Vencimiento en el año 9999

La perpetuidad de las participaciones preferentes se refleja en las órdenes de suscripción en que indican como fecha de vencimiento el 31 de diciembre de 9999. El registro informático exige introducir una fecha y, para hacer constar la perpetuidad, se elige esa tan remota. Josep muestra una copia de su orden de suscripción, con la que autorizó a comprar participaciones emitidas en junio de 2009 .

Asegura que firmó los papeles a posteriori, no el día que acordó la compra. En la oficina bancaria se los dieron a su madre para que él los firmara en casa al volver de las clases. «Cómo no me iba a fiar, si m e había repetido una y otra vez que vencían a los cuatro años o cinco, si yo elegía continuar un año más. Yo firmé dónde le dijo a mi madre y no me di cuenta de que la fecha de vencimiento era el 9999 hasta que leí el caso de otra afectada» -hay en toda España y de entidades diversas-.

Con anterioridad, le hicieron una encuesta en el banco sobre sus conocimientos financieros. Dado que eran nulos, la encuesta concluyó que la compra tenía para él un riesgo medio.

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