''Ella no iba, pero la empujó y dijo: ven, que para eso eres mi mujer''

Teléfono 016La familia de Lupe lo tiene claro: piensa que los celos fueron el detonante no solo de los supuestos malos tratos que Pepe propinaba a su mujer en el último año sino quizás también de su asesinato. Esta situación se venía arrastrando desde hace meses. A Pepe se le había metido en la cabeza que su mujer lo engañaba con su hermano, El Moro, de nombre de pila Adolfo. Cuando supo que La Lupe estaba embarazada, la tensión fue en aumento. Su suegra, y madre de la fallecida, lo corrobora: «Mi hija se quedó embarazada y Pepe decía que no era de él. Y esto era falso».

No es la única en decirlo en el clan de los Jiménez. Rosa, la hermana de La Lupe que denunció ante la Guardia Civil su desaparición el domingo por la noche, también habla de los celos que el detenido sentía hacia su mujer. «Los problemas empezaron ahora por los celos, antes se llevaban bien. Creía que andaba con otros, con el hermano, El Moro», afirma, mientras que no para de gritar: «¡Asesino!, ¡desgraciado!».

Lupe estaba embarazada, según su hermana, de muy poco tiempo (mes y medio). Por eso, su familia ve su muerte como un doble asesinato: «¡Es un crimen doble, por el hijo que llevaba dentro!», apunta, con desgarro.

Rosa fue testigo de los últimos momentos con vida de su hermana en Vilaboa. Cuenta que él había ido de pesca y llegó a casa alterado, después de recibir una llamada de un hermano, de Antonio, diciéndole que tenía que venirse a Lugo urgentemente. Ella no quería, se negó, pero él se la llevó a empujones. «Se la llevó a la fuerza el domingo. Venía de pescar y le dijo: «Vente para Lugo, vamos a buscar unas cosas». Estaba muy alborotado. Le insistió: «Vamos, Lupe» y ella le dijo: «No voy». Ella tenía terror, pero la llevó a empujones y le dijo: «Vente, que para eso eres mi mujer», cuenta.

La familia sabía que ella no quería irse pero no se metieron porque, para los gitanos, el matrimonio es sagrado. «En cosas del matrimonio, nadie se opone y le dijimos que fuera. ¡No íbamos a pensar que pasaría lo que pasó!», afirma Rosa, desesperada por lo ocurrido.

Eso fue lo último. Lupe se fue con lo puesto: no se llevó ni equipaje ni a sus hijos pequeños (las otras dos están casadas). Sobre las cinco de la tarde, recibió una primera llamada de Pepe diciéndole que su hermana se había escapado y había cogido un taxi. Primero, desde Santiago; después, desde Curtis. Le sonó raro: «Mi hermana no aparecía y no iba a dejar así a sus hijos» y denunció.

Su madre, María de la O Jiménez, no da crédito a lo sucedido: «Vino a casa, se llevó la chavala a la fuerza y hasta ahora», dice. Le quedan, a su cargo, sus cuatro hijos pequeños.

«Todavía no saben nada, no se lo dijimos, pero se van a dar cuenta enseguida. Uno de los pequeños me preguntó: «¿Mamá no viene nunca ya?», se lamenta.

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