El 'parkour' traza su camino en Lugo

"Mira el niño, que casi me pone el zapato en la boca!", exclama por lo bajo un turista de acento andaluz, sentado de medio lado en el adarve de la rampa de acceso a la muralla, a la altura de la Puerta de Santiago. De inmediato, la misma sombra cruza de nuevo el muro en dirección contraria, esta vez con el cuerpo dispuesto lateralmente, paralelo al suelo, apoyando su peso sobre una mano y buscando impulso en la inercia del movimiento.

‘El niño’ en cuestión se llama Pablo Méndez, tiene 15 años y es uno de los jóvenes lucenses que, poco a poco, comienzan a extender el parkour por el territorio urbano local. Fundada en Francia a principios de los noventa a partir de técnicas militares de superación de obstáculos, esta disciplina atlética -"el arte del desplazamiento", lo denominan los propios ‘traceurs’ o practicantes del parkour- persigue un doble objetivo a través del dominio de las dificultades que opone el entorno de la ciudad: aquí, la creación de caminos personales a la que se aspira es a la vez física y psicológica.

El parkour empezó a asomar por las calles de la capital de provincia hace alrededor de un lustro, con el grupo Sombras Urbanas como pioneros. Las exhibiciones públicas y los cursos de iniciación, como los organizados por la USC en 2009 o los que ofrece desde el verano pasado la Casa da Xuventude, han cultivado una nueva cantera de aficionados que continúa dicha senda conformando sus propios grupos de práctica, entrenamiento y formación. Méndez, precisamente, es cofundador del Lugo Wolf Team -o Lugo Wolf Traceurs, les cuesta aclararse- junto a Álvaro Orgallo y Miguel Blanco.

"Queríamos entrenar más seriamente", indica Blanco, a quien sus tres años de experiencia en el terreno le avalan como voz de referencia dentro de un grupo que, de momento, alcanza los siete miembros y ya cuenta con sus camisetas personalizadas. Ahora, durante las vacaciones de verano, procuran reservar cada día dos o tres horas para ensayar movimientos como el ‘gato’ -saltar un obstáculo con las dos manos en paralelo y pasar las piernas de frente sobre ellas gracias al balanceo del cuerpo- o el ‘grimpeo’ -saltar un muro a la carrera, literalmente andando en vertical sobre él-. Sin embargo, puntualiza Blanco como toque de atención a sus compañeros, tan solo sus tres fundadores suelen resistir la disciplina del entrenamiento diario; compromiso que el resto de miembros asimila de manera algo más relajada.

"La técnica es más importante que la fuerza", explica Blanco, capaz de trepar la pared de la Domus do Mitreo, de unos dos metros y medio de altura, con el impulso de un salto poderoso, una patada precisa y un firme agarre de brazo. Obviamente, cuestiones como la elasticidad muscular, la potencia explosiva, la agilidad y que el trasero pese solo lo justo desempeñan un papel importante para completar estas rutinas. Nada que no se pueda vencer con entrenamiento y perseverancia.

"El objetivo del parkour es ser y durar; ser fuerte para ser útil", apunta Blanco, quien cita los lemas fundacionales de este deporte para definir también el aspecto mental que se esconde tras semejante demostración de pericia física.

"Es un hobby y un modo de vida", opina Méndez. Con el entusiasmo incontenible de quien ha descubierto una vocación natural -al chico ya le gustaba todo lo relacionado con el salto y la escalada antes de iniciarse en el parkour-, Méndez destaca el espíritu de compañerismo que reina dentro de una disciplina que no posee una estructura competitiva como tal, sino que ostenta como única meta y recompensa la superación personal por medio del continuo aprendizaje y de la depuración de la técnica. La libertad absoluta que garantiza su completa ausencia de normas que coarten la improvisación y la creatividad, sobre todo en comparación con otros deportes rígidamente regulados -"y con la sociedad", añade con ánimo libertario-, es otro de los factores que Méndez tiene en especial estima.

En efecto, Blanco, un purista que prefiere mantener cierta distancia respecto a las escuelas organizadas para hallar su camino particular de manera autodidacta, subraya la importancia de que cada ‘traceur’ "vaya encontrando su propio estilo".

A estos valores esencialmente positivos, entre los que prima la humildad, la confraternización y el esfuerzo frente a la rivalidad y el egoísmo, se añade el carácter económicamente asequible de su práctica. El mobiliario urbano ofrece todo el material necesario para desarrollar los ejercicios. El equipamiento indispensable se reduce a un pantalón de chándal cómodo, varias tallas por encima de lo habitual para facilitar la amplitud de movimientos, y a unas zapatillas que dispongan de una suela gruesa, destinada a amortiguar correctamente los impactos habituales de cada destreza y a resistir con suficiencia el paso del tiempo.

En contra de lo que pudiera parecer, explica Miguel Blanco, las lesiones no son abundantes, puesto que correr riesgos superfluos no forma parte de los objetivos del ‘traceur’. Los saltos deben realizarse siempre con seguridad, mientras que la mayor o menor altura de esta prueba es un dato casual, imprevisto y apenas relevante. Conocer los propios límites para batirlos es esencial. Exigirse más de lo que sería prudente, un error frívolo que nada tiene que ver con los objetivos del parkour, el cual demanda tomarse el tiempo preciso para progresar de forma equilibrada pero constante.

"En mi caso, el único problema que he tenido es el dolor en las plantas de los pies", comenta el líder oficioso de los LWT, que también confiesa con disimulado reparo que, en cierta ocasión, su amigo Méndez calculó mal un ejercicio y su nariz sufrió las desafortunadas consecuencias de la equivocación. De nuevo, una técnica desarrollada sirve como primera medida preventiva frente a posibles lesiones, como, por ejemplo, saber afrontar las caídas con la punta de los pies y no con el talón. Por supuesto, como en cualquier otra práctica deportiva, es imprescindible un completo calentamiento previo, con especial atención a las articulaciones del tren inferior, que son las que mayor desgaste padecen durante el entrenamiento.

Por otro lado, el contacto con la autoridad tampoco ha acarreado ningún inconveniente. "La Policía nunca nos ha dicho nada mientras practicamos parkour; quizás sí algún vecino, pero tampoco insisten mucho porque ven enseguida que no estamos haciendo nada malo", asegura Miguel Blanco, quien insiste con vehemencia que el parkour es incompatible con el vandalismo, puesto que para el ‘traceur’ la calle supone literalmente un gimnasio al aire libre y, por tanto, se le debe el máximo respecto.

"En Lugo hay menos afición que en A Coruña, Vigo, Santiago y Ferrol", informa Miguel Blanco acerca del largo recorrido que aún le queda al parkour en la ciudad bimilenaria. De ahí que, en su opinión, los ‘traceurs’ lucenses no tengan todavía un nivel demasiado elevado por los escasos participantes que buscan trazar su propio camino en las rúas del lugar.

De momento, los LWT tratan de crear escuela abriendo su formación a los jóvenes que muestren interés en este deporte, ya sea mediante encuentros eventuales en la calle, a través de contactos creados en los cursos fomentados por el Concello, sea mediante las redes sociales -disponen incluso de un email de contacto: [email protected].

Como espejo en el que mirarse -en un signo de admiración, imitan el logo del grupo en sus camisetas-, una de las referencias de Galicia y España: los Galizian Urban Project, unos clásicos en las exhibiciones de parkour en el panorama ibérico.

El parkour promueve un respeto absoluto por el mobiliario urbano, ya que la calle es, en sentido estricto, su gimnasio al aire libre

LOCALIZACIONES

En busca de retos arquitectónicos

De acuerdo con los miembros de Lugo Wolf Traceurs, el entorno de la Praza de Augas Férreas es La Meca del parkour en el contexto urbano de la ciudad. La disposición de múltiples y variados obstáculos arquitectónicos concentrados en una misma zona -balcones y repisas de comercios abandonados, largos bancos de granito, bolardos y medias columnas donde ensayar apoyos,...-, facilita la realización de una amplia gama de movimientos distintos y dinámicos.

Zona centro

El particular diseño urbano de la Praza de San Marcos, rico en cubos de granito y elementos decorativos situados a diversas alturas y distancias, es otra de las zonas de referencia para los ‘traceurs’, así como, en menor medida, la Praza de Santo Domingo y el patio delantero del instituto A Nosa Señora Dos Ollos Grandes. El casco histórico, como la Praza do Pío XII, también es aprovechable, sobre todo por su rendimiento a la hora de capturar los ejercicios en fotografía.

ORÍGENES

Superarlo todo, nunca retroceder

Parcour -’recorrido’, en lengua francesa-, es el término tras el cual se encuentran los orígenes de este deporte creado a comienzos de los noventa por el francés David Belle. Su padre, Raymond Belle, bombero y militar, le instruyó en el ‘Método natural’ de Georges Hébert, una serie de técnicas castrenses empleadas para superar los obstáculos naturales solo con la ayuda del cuerpo. Belle, de imaginación bullente y ávido de aventuras, lo aplicaría en sus recorridos diarios por su Lisses natal. El objetivo: superar todos los obstáculos de la vida, nunca retroceder.

Evolución

Quizás quien más haya hecho por popularizar el parkour es el cine gracias a la saga ‘Yamakasi’, inspirada en el grupo del mismo nombre. Una difusión en la que se rebaja la pureza original del movimiento a costa de ganar espectacularidad incorporando acrobacias circenses. Una ramificación del parkour, el ‘free running’, creada por Sébastien Foucan, compañero de Belle, prosigue también con esta apuesta prioritaria por el espectáculo como fin.

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