El mejor hogar, en Uganda

Los chicos, con el cirujano Mendonça y varios lucenses. EPL
photo_camera Los chicos, con el cirujano Mendonça y varios lucenses. EPL

hay infinidad de lugares mejores que Uganda, sobre todo para un niño. De hecho, según la Onu, en 2007 era el peor país para ser menor debido a la situación de conflicto armado, que continúa todavía hoy. Sin embargo, nadie lo diría al ver las caras de Fred y Yonusu -dos de los niños operados en Lugo por Cirujanos del Mundo- cuando el sábado tomaban en A Coruña el primero de los tres aviones que cogerían para regresar al país africano. La alegría por volver a sus hogares, con sus padres y hermanos, era muy superior a la nostalgia de dejar en Lugo un mundo radicalmente diferente al de Uganda y que es probable que no vuelvan a pisar.

En Kamuli, región situada al oeste del país con un gran porcentaje de población en el umbral de la pobreza, les esperaban sus familias. Las carencias materiales de sus hogares son inmensas, especialmente en el caso de Fred, y probablemente las perciban todavía más ahora, tras saber que hay lugares donde el agua sale al abrir un grifo y donde la inmensa mayoría de los niños vive sin más ansias que las de estudiar y jugar.

Recordarán la vida lucense muchas veces, estoy segura, porque aquí no sólo recuperaron la salud sino que vivieron una aventura -en el sentido más amplio de la palabra-, con descubrimientos y emociones continuas, pero no creo que volvieran a ella si tuvieran que dejar a sus familias. O quizás sí, quién sabe. Si de lo que se trata es de sobrevivir, que tire la primera piedra quien esté totalmente seguro de que no lo haría.

Porque en Uganda la vida es dura. En el último informe de desarrollo humano elaborado por Naciones Unidas (es de 2010) tras combinar datos de esperanza de vida, logros educacionales y nivel económico, Uganda ocupa el puesto 143 de los 169 países en los que se mide.

Aunque hay datos más reveladores: Uganda lleva casi medio siglo de regímenes militares y guerrillas que asesinan y reclutan a niños y adultos -el Ejército de Resistencia del Señor siembra el pánico desde principios de los ochenta-; el sida sigue siendo una amenaza terrible, y miles de personas sobreviven con gachas de agua y harina y fallecen por falta de atención sanitaria.

Un ejemplo: para intervenciones maxilofaciales como las que hace Cirujanos del Mundo en Lugo o en la propia Uganda, adonde los miembros de la ONG viajan cada año, en el país africano hay un sólo cirujano. Y se trata de una nación que camina hacia los 30 millones de habitantes y muy necesitada de ese tipo de cirugía, para poner remedio a malformaciones, heridas de guerra o, simplemente, heridas cotidianas que se complican por falta de atención.

Pese a todo, Fred, de unos cinco años [edad estimada por los médicos], y Yonusu, de 19, partieron felices hacia Uganda, deseosos de regresar a su tierra, con su idioma, sus costumbres... con los suyos. El último día en Lugo, Fred era un manojo de nervios y no había nada capaz de borrar la sonrisa de su rostro, por eso entre quienes durante su estancia en la ciudad cuidaron y arroparon a los chicos, no cabe la tristeza. Al contrario, conocerles y conocer sus vidas es el mejor estímulo para moverse por Uganda y por tantos otros lugares del mundo que necesitan de la ayuda de la otra parte del mundo.

Conocerles debería servir para, de primeras, Lugo siga apoyando a una ONG que con su trabajo continuo y silencioso devuelve la salud y la sonrisa a decenas de niños cada año.

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