El hombre que corre sin prisa

ÉSTE ES UN SEÑOR muy grande. Para mí es el gran hombre que corrió cien kilómetros sin parar, dos maratones y un poquito. Esto fue allá por 1980 en Santander. Daniel corre y sin embargo nunca tiene prisa, dice que se ha perdido la pausa y la charla distendida que dan sentido común al día a día. Hoy tiene pocos años más y mantiene el tipo y sigue corriendo como un chaval ilusionado que sueña con entrar en el estadio en una final de unos Juegos Olímpicos. A lo mejor su hija Alejandra, una de las mejores fondistas españolas concreta su sueño y Daniel es doblemente feliz. Este señor tan grande, se transforma, que no se disfraza, en un Papá Noel creíble de luenga barba blanca y sonrisa santurrona que por Navidad reparte caramelos a los niños, porque le sale del alma sin patrocinador ni gaitas. Daniel alegró durante años las noches lucenses con los rótulos y carteles que fabricaba en su empresa de radiante nombre: Luz Lugo Luminosos. Neones optimistas, brillos y lucecitas de colores para noches más oscuras que las de ahora, de inocente consumo energético en las que Fukushima era sólo el nombre lejano de un pueblecito más del Japón.

Comentarios