«El estado de bienestar se protege por convicción»

Mariola López, la primera por la derecha, con unos amigos en su estudio en el centro de Amsterdam. EP
photo_camera Mariola López, la primera por la derecha, con unos amigos en su estudio en el centro de Amsterdam. EP

En holanda confluyeron dos importantes intereses de la ribadense Mariola López: su novio y la tipografía holandesa, una de las más reputadas del mundo y por lo tanto, un valor importante para una diseñadora gráfica como es su caso. Así que en el año 2000 se trasladó a Ámsterdam, donde reside desde entonces con su pareja. Mariola tiene desde hace seis años su propia empresa de diseño gráfico, que trabaja para firmas conocidas como Amstel o Heineken, entre otras muchas, o instituciones como el Museo Van Gogh.

Su trayectoria da la medida de lo bien que se adaptado al país, para el que no escatima halagos. «No tengo ningún socio holandés y sin embargo trabajo con muchas instituciones, museos, con la administración pública... A veces me pregunto si habría sucedido lo mismo si la situación hubiera sido al revés y me hubiera establecido en Galicia», reconoce.

A Mariola le seduce el compromiso con la comunidad que observa entre los holandeses y el arraigo de la democracia, de un modo que no se percibe en España. «Aquí todo el mundo sabe que un kilómetro de autovía cuesta mil millones de pesetas; conocen, a ojo, los presupuestos y cuando se producen recortes saben de dónde y por qué. Siempre tienen muy presente la relación entre lo que se ingresa y lo que se gasta, porque creen que es su deber desde el momento en que tienen participación», apunta.

A pesar de que la mayoría del país es católico, son las raíces calvinistas las que imprimen ese pragmatismo al país, asegura Mariola, algo que le llama la atención. A su vez, también se acepta con naturalidad «el compromiso social que supone que una persona dé el 40 por ciento de lo que gana para que otra persona más pobre pueda tener ciertas cosas». Los mecanismos del estado de bienestar «funcionan muy bien y eso me parece un lujo. Y se proteje por convicción, por interés propio», asegura.

La cultura del trabajo es un rasgo definitorio de la sociedad holandesa. «Tengo clientes multimillonarios cuyos hijos venden periódicos los fines de semana, para que aprendan el valor del trabajo y la relación entre ingresos y gastos», aclara.

El país también está sufriendo la crisis, y la coalición de centro-derecha que gobierna está haciendo «recortes con sierra en cultura y medio ambiente, pero todo el mundo lo asume bien», cuenta. A diferencia de España, la relación izquierda-derecha no es «nada visceral, no funcionan como enemigos».

El mercado de trabajo es muy flexible, «hay mucha gente trabajando a media jornada» y en muchas empresas que han tenido que hacer recortes han preferido repartir entre todos los trabajadores el descenso de horas en lugar de prescindir totalmente de algunos.

Lo único que a Mariola le parece «un peñazo» es el idioma. Comenzó a familiarizarse con él cuando vivía en Barcelona, antes de partir hacia Amsterdam, pero le sirvió de poco, reconoce. También jugaba en su contra que su marido habla muy bien español. Así que Mariola decidió aprovecharse del pragmatismo holandés y buscó trabajo en una empresa grande, en la que pudiera integrarse sólo con el inglés. Encontró el sitio ideal y llegó a un acuerdo con la compañía. Cobraría un salario menor mientras no hablara holandés, pero le pagarían las clases a cambio de que cuando dominara la lengua le subieran el sueldo. A los seis meses le actualizaron la nómina.

Hoy en día lo habla bien, pero todavía le resulta más natural el inglés, explica para dar una idea de la dificultad del idioma.

Los holandeses, por el contrario, suelen hablar con soltura varias lenguas. La razón, para Mariola, es clara: «Es un país pequeño y la idea de fronteras es distinta a la nuestra. Nosotros estamos rodeados de España, pero ellos enseguida pasan a otro país, para ellos es algo natural», apunta. Además de tener asumido que lo necesitan, Mariola está convencida de que el resultado es bueno porque el aprendizaje es muy práctico y el sistema ayuda. «Las películas se subtitulan, no se doblan, de manera que un niño a los cuatro años ya chapurrea inglés y además viajan mucho».

Mariola siente que el país, uno de los más pequeños de la UE, le ha dado grandes oportunidades y, dice, le está «muy agradecida».

Marihuana
Su consumo no está ni generalizado ni mal visto
Amsterdam, la capital, es conocida mundialmente por sus coffee shops, locales donde se puede adquirir y consumir marihuana. Sin embargo, entre los nativos quienes los frecuentan son minoría, explica Mariola. «En los del centro, la mayor parte de los usuarios son turistas», explica. Los holandeses que consumen marihuana, además, son más dados a comprarla y llevársela a casa, pero más por comodidad que por ocultarse. «No es algo que esté mal visto, no se piensa mal de alguien por que consuma marihuana», aclara.

Reuniones en círculo
Las costumbres sociales de los holandeses también discurren en gran medida con reuniones domésticas, en las que es típico disponerse formando un amplio círculo en la habitación, lo que denominan kring.

En cuanto a salidas, hacen uso frecuente de los krug, especie de pubs donde los asiduos suelen ir un rato tras la cena hasta la hora de acostarse.

Sanidad mixta
En Holanda todo el mundo tiene «un seguro privado, vigilado por la administración pública» y hay varias modalidades, con cuantías y servicios diferentes. El que tiene Mariola, por ejemplo, le permite hacer uso de los servicios médicos habituales -atención primaria y atención hospitalaria, fundamentalmente- sin pagos adicionales. Sin embargo, si se trata de un servicio extra, ella paga los primeros 500 euros. Y por servicio extra se entienden más visitas al dentista que las estipuladas anualmente (más de tres) o sesiones de acupuntura, explica a modo de ejemplo.

Mariola cuenta que una amiga tuvo una hija enferma y el tratamiento costaba 1,2 millones de euros, de los que la aseguradora no estaba obligada a pagar todo. Sin embargo, la compañía la llamó para decirle que la situación era ya de por sí bastante dramática y que no le iban a pasar ningún gasto. «Eso yo lo interpreto como un modo de compromiso personal», asegura Mariola.

Comentarios