El arte de avanzar dando giros

Podría decirse que Jesús Neira Pérez es un hombre hecho a sí mismo, que, a fuerza de trabajar y de aprender —en la mayor parte de los casos a través de la mera observación— ha acabado convertido en un empresario bien situado. También podría decirse que ha sido un kamikaze de los negocios, un veleta que, gracias a una reconocida buena suerte, ha logrado colocarse en un sector que le era absolutamente desconocido cuando llevaba más de veinte dedicado por entero a otro. Finalmente, también podría decirse que Jesús Neira es un hombre de negocios avispado, que ha sabido diversificar su actividad, de forma que la crisis le ha afectado menos que a aquellos que pusieron todos los huevos en la misma cesta. Todas las definiciones caben, con nulo margen de error, en un empresario que, pese a llevar dos años jubilado, hace un recorrido diario por las sedes de las empresas que ahora dirige su hija.

Dice que le gusta el follón. Su historia demuestra claramente eso y también cierta querencia por avanzar dando giros. Nacido en Castroverde, el tercero de cuatro hermanos, no estudió y estaba llamado a ser el que heredara la casa familiar y la dedicación de sus progenitores: la agricultura. No le satisfacía ese destino y un domingo coincidió en una feria con un amigo que ese mismo viernes se iba a Barcelona a buscarse la vida. Ni lo dudó, decidió irse también.

Primer giro, pese al disgusto paterno, pese a no conocer a nadie en Barcelona, pese a no tener, como él mismo reconoce, oficio. A mediados de los sesenta, un veinteañero no tardaba en conseguir trabajo, mejor o peor. Se hizo obrero en una fábrica de plásticos de la que salían desde cubos hasta chupetes.

Volvió a casa en las vacaciones de verano y, en un bar de Lugo, coincidió con otro amigo. Este trabajaba en París y a allí se marchó, sin ni siquiera recoger la liquidación de su empleo barcelonés. Parecía que el joven Neira no podía salir de casa sin volver con un rumbo distinto.

En la capital francesa sí aprendió un oficio: pintor de brocha gorda, que le enseñó un refugiado de guerra sevillano. De nuevo, el mes de vacaciones cambió su vida. Se casó con su novia de siempre y, pese a su intención inicial, se plegó a sus deseos de quedarse en Lugo.

Trabajó de pintor, que era lo que sabía hacer, pero con un ojo puesto en lo que hacían dentro de una vivienda todos los demás trabajadores. La única  formación reglada que siguió fue un curso de fontanería promovido por la Diputación, pero, igualmente, tardó poco en estar en condiciones de hacer todas las chapuzas de una casa. Sabía hacer de todo, menos levantar la casa en sí, algo que, sin complejos, se lanzó a hacer.

Contratando a albañiles y gente del oficio empezó a construir pequeños chalés y naves industriales de tamaño reducido. Con menos de 30 años se lanzó de lleno y asumió la construcción de siete chalés, una pequeña urbanización junto a la iglesia de Castelo con la que Construcciones Neira Pérez se dio a conocer y pudo, entre otras cosas, comprar su primera grúa.

Primera promoción
Sin embargo, el paso más firme hacia el futuro que Jesús Neira aspiraba a conseguir tuvo lugar en el 82, cuando se atrevió con su primera promoción, siete pisos en el barrio Feijoo. Su propia vivienda, adquirida a finales de los 60 en el barrio de Catasol, le costó 32.700 pesetas y los primeros pisos que levantó para vender él mismo se pagaron a más de dos millones de pesetas. Envalentonado, se atrevió con una promoción mayor: treinta viviendas en la carretera de Santiago, en la Avenida das Américas a la altura de donde hoy está la Parrillada Antonio y que en los 80 era la nada más absoluta.

Reconoce haber tenido alguna duda. ¿Se venderían pisos en un área que por no tener no tenía ni aceras? Cuando empezó a ver cómo se compraban a entre 3,5 y 4 millones admite que se creció. Carrero Blanco de entonces, una zona que no le gustaba inicialmente, fue su banco de pruebas. Construyó media calle, al tiempo que repartía sus viviendas por otros puntos de Lugo, aprovechando el tirón de la mejor década que conoció éste y casi todos los sectores.

¿Cómo llega entonces un constructor al negocio de las funerarias? De nuevo, la intervención de los amigos tiene la respuesta. En el 94, otro le propone unirse a él para comprar el 40% de la Funeraria Fernández. Quedaron con el dueño para cenar y discutir la posibilidad, preguntó cuánto costaría el 100% y a los postres ya puso sobre la mesa una oferta en firme. Su asesor se echó las manos a la cabeza cuando supo que había comprado una empresa sin saber verdaderamente en qué estado estaba.

Sin embargo, no se equivocó. No sólo se hizo con un negocio seguro, en un sector que acaba necesariamente por afectar a todo el mundo, sino que, además, contribuyó activamente a su modernización, empezando por coches nuevos y uniformes al día para el personal.

Casi sin proponérselo se fue haciendo con otras funerarias, desde la Lucense (su principal competencia) hasta García o Mourelos, todos los propietarios fueron pasando por su oficina para hacer ofertas. Gestionó el tanatorio y el crematorio de Polusa y vio con temor cómo se abría su contrincante, el moderno tanatorio de las proximidades de la carretera Santiago.

Aunque en ese caso, inicialmente sus dueños deseaban otro comprador, finalmente se rindieron y Neira también se hizo con esas instalaciones.

LA FICHA ♦ Facturación global de 3,2 millones

Las empresas que fundó y adquirió Jesús Neira a lo largo de su vida laboral tuvieron en el último ejercicio una facturación global de 3,2 millones de euros. En el caso de la constructora, fue en el 2009 de 2.523.000 euros, una cantidad que previsiblemente aumentará este año, ya que la firma se encuentra en fase de entrega de su promoción en la Rúa Paxariños. Además, y debido a que las ventas que se registran actualmente en el sector se producen fundamentalmente en el caso de obra terminada, se espera que la firma logre dar salida a los pisos que todavía le quedan por vender en esa zona.

Lara, por debajo de la media
La Vidriería Lara, que Neira compró hace ocho años, facturó en el pasado 1.146.000 euros, algo menos que su media habitual de 1,5 millones. La crisis del ladrillo afecta directamente a una firma clásica del tejido industrial lucense y que el empresario adquirió después de haber rechazado la oferta inicialmente y que remontó después de haberse arrepentido seriamente de incorporarla a su grupo. "Tenía muy buen nombre, pero no funcionaba nada
bien", asegura Neira. La renovación de parte de la plantilla favoreció el hecho de que volviera a contar en el presente y no viviera sólo de rentas del pasado. Trabaja fundamentalmente en la provincia, aunque ocasionalmente hace trabajos para clientes habituales en otros puntos de la geografía española.

Funerarias, negocio estable 
Jesús Neira explica que el de las funerarias, sector en el que se metió con absoluto desconocimiento pero del que ahora es un experto, apenas tiene vaivenes. Es estable y, pese a percibir la crisis, ésta apenas altera sus resultados. El pasado ejercicio en Funeraria Fernández facturaron 1.161.000 euros y en Velatorios Lucenses, 494.000 euros. En escaso tiempo, ha visto muchos cambios en las empresas. De los 25 servicios de crematorio al año que hacía en sus inicios pasó a 200.

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