Dos demandas eternas

San Lázaro , el barrio hermano del de A Ponte, es una zona de la ciudad que va desde A Calzada, donde esté el puente en la N-VI, hasta Pena da Mula y A Louzaneta -a ambas márgenes- y, del otro lado, hasta la carretera de Friol y As Illas, según explica Ana María Real Fernández, la presidenta de la asociación de veciños de San Lázaro, desde hace este mes tres años.

La delimitación del barrio en el Plan Xeral de Ordenación Urbanística (PXOM) ha generado opiniones para todos los gustos entre los vecinos -tanto a favor como en contra- pero donde se escucha una única voz es a la hora de señalar el principal problema, sin duda el tráfico. «Cansámonos de presentar escritos no Concello, que supuestamente pasan á Policía Local; e botan balóns fóra». La solución que demandan los vecinos es simple, lograr que se cumplan las señales que prohiben aparcar en el margen izquierdo de la calle, enfrente al Club Fluvial. «A xente non respeta os sinais, aparcan como lles da a gana e tememos que un día haxa un lume ou teña que vir unha ambulancia, porque se fose así por alí non é posible pasar», señala.

Los vecinos de este barrio sí están concienciados de la necesidad de respetar la señalización «tanto os de sempre como os novos», dice la presidenta de la asociación. Aquellos que no viven en A Ponte son quienes suelen aparcar mal, y después «quéixanse porque non hai sitio para pasar. Y no solo en verano, sino «todo o ano», explica. «No verán desde as catro ou as tres -depende do tempo que faga- e no inverno a partir das cinco».

La demanda de una solución al problema del tráfico en la zona va ligada también «á ponte romana», uno de los puntos donde a diario se genera mayor caos automovilístico. «A nosa Ponte vaise a peatonalizar, máis os veciños contamos co compromiso firme da concelleira de infraestruturas de que poderán empregala os vehículos como saída de Lugo», añade. A Ponte es, además de una de las más importantes infraestructuras de comunicación con Lugo -ahora, desde hace un año, con el Puente Blanco- una de las principales señas de identidad del barrio. Su mejora significará la concreción de una de demandas que ya califican de histórica.

Por otra parte, la polémica surgida antes de que entregasen las viviendas sociales de San Lázaro parece ahora estár definitivamente cerrada, pues pese a las iniciales reticencias vecinales, según explica Real «agora non hai ningún problema, nin por parte dos novos veciños nin pola nosa». Quienes han llegado hace poco demuestran un comportamiento ejemplar, el mismo del que hacia ellos hacen gala quienes hace ya décadas que viven allí.

Otras reivindicación en esta zona, cuya «única» dotación es el colegio -y en la que los tradicionales bares parecen recuperar poco a poco su otrora esplendor con la aparición de nuevos establecimientos- pasan por demandar un parque infantil, un centro de salud o incluso «un banco, pero eso nunca se vai a conseguir», comenta.

A Ponte mantiene en su capacidad de trabajo su fortaleza de toda la vida y, a falta de supermercado, «temos a carnicería, a panadería Migas e a Casa do Raposo», por citar algunos ejemplos «que tamén venden ultramarinos e traballan tódolos días, coma quen dí, ata as dez da noite». Lo que se echa de menos es «máis xente, como antes que viñan ás rutas dos bares».

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