Democracia recién horneada

Varias tiendas de campaña, este viernes en la Praza Maior de Lugo. PEPE ÁLVEZ
photo_camera Varias tiendas de campaña, este viernes en la Praza Maior de Lugo. PEPE ÁLVEZ

«A primera hora de esta mañana ha venido a despertarnos una señora mayor con un bizcocho y unas magdalenas recién hechas», recordaba, casi se relamía todavía, uno de los 26 jóvenes que acamparon en la Praza Maior en la noche del jueves al viernes. Y, por las pintas que iba tomando la cosa, anoche serían muchos más.

Ésa es la metáfora que puede condensar lo que estos días se está viviendo en Lugo y, es de suponer, en cualquiera de las muchas ciudades en las que se repite la escena: una democracia aún humeante, recién salida del horno, con la masa todavía por asentar, con una pinta estupenda pero que sólo se podrá saborear cuando se vaya enfriando.

La mayoría de los que van y vienen por el minicampamento son jóvenes, pero ante la mesa informativa se para todo tipo de gente. Unos se conforman sólo con firmar, otros se llevan además los manifiestos, pero la mayoría se para a debatir, a compartir sus opiniones, en una recreación actualizada de los orígenes de la democracia, la calle como foro cívico.

«Este chaval y yo llevamos tres días aquí», explica uno de los acampados a un funcionario jubilado con ideas prestadas por Intereconomía, «y ni siquiera sé a qué partido vota, ni me importa. A mí no me ha convocado nadie, ni pertenezco a ninguna asociación. Simplemente estamos de acuerdo en que hay que cambiar el sistema». No hay, sin embargo, violencia en la conversación, a la que se unen otros jóvenes y otros ciudadanos que se acercan. El intercambio de ideas sigue, y al final hasta resulta que el jubilado coincide en muchos puntos de los que se reclaman. Y hasta consigue cierta aprobación de los otros con su apuesta por replantearse el sistema autonómico.

La gente aporta de todo, desde termos de café o caldo de carne a ideas y propuestas. «Yo voy a venir esta noche con vosotros», asegura otra mujer que se pasa a recoger unos panfletos, «pero mis dos hijos no quieren. Desde pequeños llevándolos a manifestaciones, para que ahora me salgan así», bromea resignada.

Opinión informada

«No somos un movimiento organizado como tal», explica otro de los que están en la mesa informativa a un hombre de americana que se ha acercado a debatir sobre la utilidad del voto en blanco o la abstención, «ni le decimos a nadie lo que tiene que votar. Pero podemos cambiar las cosas». Hay opiniones para todos los gustos, pero llama la atención que la mayoría de ellas están bien formadas y bien informadas, con referencias precisas a puntos de la ley electoral y reclamaciones bastante asentadas en la realidad que tienden a marginar las más utópicas.

Un licenciado en Ciencias Políticas y apasionado de las redes y los movimientos sociales se acerca al grupo. Su preocupación, desde el plano académico y también desde la simpatía hacia este fenómeno, es el futuro. Como la de todos. Nadie sabe qué sucederá después, el 23-M, ni cómo se articulará este movimiento para que no se disuelva como un azucarillo, o no sea fagocitado por los partidos. «Supongo que tendrá que ser en Madrid donde se dé esa evolución, donde el movimiento pueda entrar en contacto con los políticos, no con los partidos», considera otro de los concentrados, que aplica el concepto «franquicia» a las movilizaciones que se han ido reproduciendo por todo el país a remolque de la de la Puerta de Sol.

Dos metros más allá, el jubilado de antes sigue en pleno debate con una chica que está en paro y con un joven profesor que exige que los políticos paguen por sus decisiones irresponsables. No hay gritos ni malos modos y también en ese corrillo la clave es el futuro, ante un presente que no gusta a ninguno de ellos.

Un presente que, aunque pueda parecer contradictorio, también gusta a todos porque, pase lo que pase mañana, la sociedad ya ha recuperado su espacio para el debate público y civilizado. Aunque sólo sea por eso, coinciden, ya ha merecido la pena.

Comentarios