Cuestión de prioridades

La vida es cuestión de prioridades y tenerlo todo es un privilegio reservado a unos pocos afortunados, los que no necesitan ajustarse a los avatares del destino porque el destino ya se ajusta a sus necesidades como un traje a medida. Estos ricachones -acabo de leer que el año pasado ganaron un 8,6% más que en 2009-, ven la crisis como una nimiedad, pero los que vamos por la vida descartando excesos y apretándonos el cinturón, necesitamos tener claras nuestras prioridades.

Con los cuartos de cada uno la cosa es simple, pero el dinero público son palabras mayores. Los que reparten el pastel -y me refiero a todas las administraciones, ya que al humilde ciudadano la cuestión de las competencias le importa lo justo- tienen tantos listados de preferencias como posibles votantes, y claro, hay que contentarlos a todos. Esto no está mal en época de bonanza, pero en tiempos de crisis hay que priorizar.

Por ejemplo, el centro de ayuda a familias monoparentales de Lugo, que subvencionaba la Xunta, cerró sus puertas porque no hay dinero para mantenerlo. La situación es una tragedia para las usuarias, que se quedan sin un lugar en el que poder dejar a sus hijos mientras trabajan para mantenerlos. Hace un par de años conocí a una de estas mujeres y me contó su historia. Con dos críos pequeños y un marido que nunca regresó de comprar tabaco -en realidad se marchó con otra mujer de acento pausado-, la única salida que tenía era recurrir al centro mientras fregaba casas para pagar facturas y ahorrar algo, «porque quiero llevar a los niños un día de excursión», me dijo.

Por no hablar de las guarderías. Este curso, más de cien menores se quedaron sin plaza en los centros municipales, al margen de los que acuden directamente a los privados, con gran esfuerzo de sus padres, porque sus posibilidades de acceso al sistema público son nulas.

Esperemos que las escuelas de Sanfiz y A Piringalla -que finalmente abrirán, hay que decirlo todo, gracias a los fondos del Concello-, aminoren el problema. Aun así, no olvidemos que esta última fue licitada a mediados de 2008 y se fijó el plazo de un año para su construcción. La obra finalizó más tarde y ahí se quedó una larga temporada, acumulando polvo en el cajón de las obras de futuro incierto.

Ahora eso sí, la cosas realmente importantes no admiten demora. De hecho, fue llegar la ley antitabaco y el Concello anunció que subvencionará la instalación de estufas en las terrazas (privadas) del centro para que los lucenses fumen en la calle sin pasar frío. Los hosteleros lo aplauden, ya que siguen cabreados porque tuvieron que habilitar sus locales para separar a los clientes según su nivel de nicotina. Aquello era voluntario, pero faltaron visionarios que apostaran por la vida sana en un país vicioso por naturaleza.

Ahora se subvencionan estufas para aplacar los ánimos. ¿Y los locales que no tienen espacio a sus puertas? ¿Y los que están cerca de un parque infantil y no pueden valorar esta opción? Porque algo habrá que darles para compensar sus posibles pérdidas y asegurar su competencia en condiciones de igualdad, ¿no?

Un amigo mío se quejaba porque tuvo que tirar un tabique de su casita para adaptarse a la ley del hábitat -ya que su dormitorio era demasiado pequeño- y nadie le subvencionó el ladrillo para la reforma. Bien mirado, razón no le falta. Al final lo levantó de pladur, no vaya a ser que vuelva a cambiar la ley y tenga que hacerse una ‘suite’.

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