Cuestión de buen gusto

Algunos dicen que el avión es el medio de transporte más seguro que existe. También hay quien discrepa. En todo caso, cuando uno de esos aparatos se cae es noticia de alcance mundial. Normalmente, en las tragedias aéreas no suele haber supervivientes. Son sucesos extraordinariamente impactantes, con decenas de muertos e imágenes que corren como la pólvora por las redacciones de los medios informativos. Frente a esos acontecimientos inusuales, un millón y medio de personas fallece cada doce meses en el mundo a causa de accidentes de tráfico. Sin ir más lejos, la carretera se cobró algo más de un centenar de vidas el pasado año en Galicia. Muchas de esas víctimas sólo son conocidas a través de la prensa local. Aparentemente, las estadísticas nos dicen que circular por la red viaria implica más riesgo que volar. La teoría la sabemos todos, más o menos, pero en la práctica cada uno gestiona sus fobias como se lo permite el cuerpo.

Todo esto viene a cuento por el respeto que nos infunde a algunos subir nuestra humanidad en una aeronave. Se trata de un acto de fe. Confianza en que otras personas hagan muy bien su trabajo. Uno se monta en un tubo que se desplaza a tropecientos pies de altura. Hay que fiarse de que el aparato funciona de cine y el piloto tiene pericia. Si el asunto falla o alguien mete la patita, malo. No es igual que viajar en tren o en autobús. Te percatas cuando las ruedecillas del avión se separan del asfalto de la pista. Las posibilidades de apearse son bastante más limitadas.

Hay personas a las que volar les provoca pánico. Para algunos, subirse a un avión es como montar en bicicleta. En medio de unas y de otras, probablemente estamos la mayoría. Contenemos la respiración cuando se produce el despegue, nos relajamos un poco cuando estamos en el aire y volvemos a tensarnos en el momento del aterrizaje. Para llevar mejor el tránsito aéreo, se puede leer, ver vídeos enlatados o tomar un tentempié a precio de mariscada. También queda el recurso de las drogas legales. La socorrida pastilla que adormece los miedos y te deja grogui.

Cada cual administra las emociones a su manera. Personalmente, cuando el pájaro se mueve más de lo debido, encuentro cierta calma en la expresividad del personal de vuelo. A lo mejor es un razonamiento ingenuo, pero tiendo a pensar que nadie se pone a servir refrescos si sospecha que está gastando sus últimos minutos de vida en una actividad tan fútil. Su sosiego es contagioso. Lo mismo sucede con el piloto. Si el tipo en cuestión, el que lleva el volante, habla con serenidad al pasaje, habrá que plantearse que nada va mal. A fin de cuentas, si nos la pegamos, él también va en el lote.

Por eso, tiene que estar bien volar con el comandante Ángel Arnárez. El pasado lunes pidió permiso para desviarse un poco de la ruta establecida en un vuelo entre Madrid y A Coruña. Quería mostrarles a los pasajeros lo impresionante que es nuestra muralla desde el aire. Bien se merece una invitación al Arde Lucus. Aparte de amenizar el viaje y de relajar al personal, demuestra buen gusto.

LA IMAGEN
La posibilidad de viajar a Madrid en tren Alvia es una buena noticia para la ciudad

La llegada de los trenes Alvia a Lugo no soluciona todas las carencias que tiene esta provincia en materia de infraestructuras ferroviarias. Es, en todo caso, una buena y esperada noticia. Acorta a menos de siete horas el desplazamiento a Madrid. Si el precio de los billetes es razonable, se abre una interesante posibilidad para viajar entre ambas ciudades. 

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