Cuatro generaciones en casa

Pocos pueden presumir de tener hasta nueve abuelos, pero algunos sí. En Lugo municipio, hay 140 hogares donde conviven hasta cuatro generaciones, según los últimos datos publicados por el Instituto Nacional de Estadística (INE). Los más mayores superan los 85 años.

Si son tres las generaciones que comparten casa, la franja de edad de los más viejos se reduce al tramo comprendido entre los 70 y los 74 años.

La familia Basanta tiene cinco bisabuelos, que tienen 82, 96, 92, 87 y 86 años. Evaristo Basanta Fernández, hijo de uno de ellos, es abuelo con 59 años. Comparte con su mujer y sus consuegros dos nietas y la cincuentena -todos ellos andan entre los 55 y los 59-. Los padres de las pequeñas tienen 34 años. En este caso, ninguna de las tres generaciones se apuró mucho en procrear y, en cambio, hay mucho bisabuelo.

Todos ellos, además, gozan de buena salud y en caso de apuro también podrían echar una mano con las niñas aunque, en la práctica, con quien se quedan es con los abuelos.

«Los padres trabajan y, realmente, con quien están las niñas es con nosotros, los abuelos. Los bisabuelos sólo reciben a sus nietas de visita», afirma Evaristo, que sueña, a estas alturas, con también poder ser él bisabuelo, «pero no es fácil llegar a los 80 o a los 90 y tantos», calcula.

Su hija, Paula Basanta Tallo, resume la sensación de estar rodeada de bisabuelos con un escueto: «Es una maravilla». Asegura que sus niñas aportan una gran felicidad a los bisabuelos y que, a cambio, ella recibe ayuda por todas partes siempre y cuando la necesita.

«Estoy encantada con esta circunstancia. Las niñas son siempre objeto de atención de todos ellos y les devuelve la energía», afirma Paula.

Con tanto bisabuelo y abuelo, resultará difícil discernir quién es quién a la hora de llamarlos por su relación de parentesco. En casa de los Basanta hacen de la siguiente manera: «A los abuelos, los llaman por sus nombres. A la bisabuela Elvira la llaman bisa Elvira; a otra más, bisa, y al resto de los bisabuelos, abuelos», cuenta Paula.

En cuanto a malcriarlos... «sí, las malcrían muchísimo pero para eso están, para educarlas ya estamos yo y mi marido», afirma la madre de las pequeñas.

Ni ella ni su esposo se plantearon nunca tener hijos cuando eran más jóvenes para que éstos conociesen a sus bisabuelos. Simplemente, y como ella dice, «surgió». «Tuve a mis hijas y, gracias a Dios, estaban todos los abuelos», señala.

Verónica López Villar es madre desde hace dos meses de una niña llamada Noa. La pequeña tiene cinco bisabuelos y es, por una parte, la primera nieta de la familia y, por la otra, la segunda bisnieta. Los bisabuelos de Noa están entre los 79 y 86 años y viven repartidos entre Lugo y El Bierzo. Los abuelos andan por los 60 y los padres, 30 y 34.

Verónica tuvo la oportunidad, como su hija, de conocer a una bisabuela, que se murió cuando ella tenía 4 años. «Me dejó muy buen recuerdo y mi abuela, una de las bisabuelas de Noa, vivió siempre en casa, con nosotros», afirma.

VITALIDAD. Noa es el juguete de todos ellos. «Les dio dosis de vida, yo creo que les recuerda cuando ellos tuvieron los hijos», dice.

En cuanto a quiénes dan más mimos si los bisa o los abuelos, Verónica se decanta por decir que «quizás los bisabuelos la consientan más».

Por el momento, Verónica se encuentra de baja maternal, pero en unos meses volverá a su trabajo como educadora en un centro de discapacitados, donde está de de diez de la mañana a cinco y media de la tarde.

«La niña se quedará con los abuelos hasta que, cuando tenga 2 años, la mande a la guardería. Sé que también los bisabuelos estarían dispuestos a cuidarla, pero no pueden porque son mayores. Así que la dejaré con los abuelos», afirma Verónica.

A esta joven madre lucense, también le resulta bastante chocante la circunstancia de que, en su familia, haya tanto bisabuelo. Porque, entre la gente que ella conoce, no hay ningún niño que tenga tanto abuelo (bisabuelos incluidos).

«Tenemos amigas nuestras que sus hijos no tienen ni un solo bisabuelo. Es un poco chocante nuestro caso, sobre todo teniendo en cuenta que ni yo ni mi marido fuimos muy rápidos en tener descendencia. Cuando me quedé embarazada, eché cuentas de los abuelos que podría tener la niña y pensé en tres o cuatro. Luego, cuando conté los bisabuelos y vi que salían cinco, me quedé bastante sorprendida, la verdad», asegura Verónica López Villar.

En la familia Piñeiro todos son jóvenes: padres, abuelos y bisabuelos. Vanessa Piñeiro Rodríguez tiene 28 años, igual que su marido. Ambos tienen un niño de 7 meses, Alejandro Rodríguez Piñeiro. Los abuelos oscilan entre 45 y 55 años. Y los bisabuelos -Milagros Díaz Neira, Dionisio Rodríguez Varela, Germán Piñeiro y Magdalena Flores- andan entre los 68 y los 80.

Vanessa opina que tener tanto bisabuelo y abuelo es una ventaja, pero también reconoce que «es más gente a mimarlo y eso, a veces, resulta malo».

Por si fuera poco, Alejandro Rodríguez goza del privilegio de ser el único hijo, sobrino, nieto y bisnieto de ambas familias. En resumen, es «el niño de la casa», concluye su madre.

Lo primero que recibió Vanessa cuando dio a luz, por parte de los bisabuelos, fue «un baúl lleno de flores que no cabía en la habitación». A partir de ahí, todo fueron «regalazos» para sus pequeños.

«Para mí el haber tenido este bisnieto fue una ilusión muy grande, cuando lo vi me emocioné muchísimo. Y no me sentí bisabuela, sino que me sentí abuela. El niño me da energía y para mí es otro nieto más, porque lo siento muy cercano, es algo mío. Cuando estoy con él, no friego ni hago nada. Me quedo mirándolo, embelesada. Me llenó un vacío que tenía», afirma la bisabuela Mila, que desearía llegar a tatarabuela «con mis cinco sentidos», apunta.

Lo bueno de ser bisabuela es que si el cariño es parecido, la responsabilidad con el niño puede ser menor. «Están la madre y la abuela y, de momento, no lo cuido pero si tuviera que hacerlo, lo haría», afirma.

Vanessa es administrativa y tiene, actualmente, reducción de jornada. Por la mañana, deja el niño con alguno de los cuatro abuelos. Por la tarde, lo cuida ella.

Ella también tuvo oportunidad de conocer a dos bisabuelos. Con la bisabuela, que se murió cuando tenía 8 años, jugaba a las cartas.

La propia Vanessa fue concebida por su madre cuando ésta tenía 17 años. Ahora, su progenitora es para ella «una hermana mayor», una ‘hermana’ que es abuela a los 45. A Vanessa tampoco le importaría serlo a esa edad. «Así tienes margen para vivirlo todo», razona.

Comentarios