Cruza, cruza, que ya pararán

Un poco tarde, pero paró. aep
photo_camera Un poco tarde, pero paró. aep

El simple hecho de que un peatón tenga el ánimo de cruzar un paso de cebra es suficiente para que los coches le cedan su derecho. Eso al menos enseñan en las autoescuelas, según creo recordar, aunque muchos lo tienen totalmente olvidado. Sin ir más lejos, un compañero de Redacción observó ayer en la calle Pena do Rei como una mujer con niño en brazos esperaba en un paso de peatones a que algún conductor se dignara a parar. Hubo media docena de candidatos a quedar bien, hasta un policía que guiaba el coche oficial. Todos tenían demasiada prisa.

Tampoco los viandantes se distinguen por su civismo. No es extraño ver a gente cruzando por medio de una rotonda, o con el semáforo en rojo, entonando el altivo: «bien me ven, ya pararán», mientras miran de reojo el capó cercano a sus piernas.

La conjunción de ambos extremos, el de los conductores pasotas y el de los peatones suicidas, es lo que lleva a que el índice de atropellos sea tan elevado en Lugo. Sobre todo afectan a personas mayores, porque a edades elevadas se suma la agravante de que los reflejos están ralentizados y la reacción es más tardía. Hace unos días vimos la trágica unión de las dos: un conductor de 84 años atropelló a un peatón de 80.

Tampoco ayudan mucho ciertas particularidades de la circulación lucense. Esa aberración del semáforo en ambar intermitente (el de la flechita) en un giro a derecha o izquierda para coches, coincidente con un luz verde para los viandantes, debería estar erradicada de las normas. Esta barbaridad expone a los conductores a la inseguridad de girar, porque puede aparecer una persona cruzando, y a éstos a atravesar la calle con cuidado, a pesar de que el muñeco está en verde. Luego pasa lo que pasa.

La fatal relación en Lugo entre coches y peatones es solo una parte más del desmadre en las calles. Y mira que en una ciudad pequeña como ésta se podría circular bien, y sin embargo hay atascos. De cinco minutos, que tampoco vamos a exagerar, pero atascos que no tendrían porqué producirse. Otro ejemplo de ayer: un autobús escolar se atascó en Ramón Ferreiro porque había automóviles de padres esperando la salida del colegio. Se puede entender, sobre todo los que tenemos hijos, que a veces es necesario dejar el coche en la acera esos quince minutos de carga y descarga de infantes. Lo que no se puede es bloquear la circulación o aparcar delante de un garaje.

La doble fila es otro concepto que llevo mal. A veces sueño que conduzco por la Ronda de la Muralla una máquina quitanieves, con una cuña bien robusta, y a mi paso lanzo por los aires los vehículos que sus dueños dejaron en medio del carril, con las luces de emergencia como única defensa. Un día se lo voy a proponer al alcalde de Pedrafita, que de quitanieves sabe un rato.

Por los despachos del concello circula una entelequia a la que llaman Plan de Movilidad y que supuestamente arreglaría todos los problemas circulatorios de la capital. Yo soy escéptico, pero no por el plan, que seguro que está muy bien, sino por quienes tenemos que aplicarlo.

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