Cinco historias con final feliz

César López y Mª Elia Gallego.
photo_camera César López y Mª Elia Gallego.

Cristian Cabado tiene 21 años y Jenifer López, 19. Desde hace unos meses son marido y mujer y lo pregonan a los cuatro vientos. En su caso, la juventud de ambos no fue un impedimento porque, por encima de todo, pusieron el amor incondicional que se profesan. «É verdade que moita xente nos aconsellaba que esperaramos un pouco, pero nós tiñámolo moi claro», aclara Jenifer.

Aunque se conocen desde niños, porque ambos compartieron pupitre, sus vidas se cruzaron hace tres años y medio. «Estabamos estudando no instituto e xurdiu sen máis», cuentan. Un día, Jenifer se encontró con un test de embarazo positivo y, ya con un pequeño en camino, sus planes de boda se aceleraron. Dos meses después tuvo lugar su enlace. «Eu sabía como quería o vestido, así que acompañada dos meus pais compreino deseguida. E foi o segredo mellor gardado ata o día da voda», recuerda aún ilusionada. La ceremonia fue muy tradicional: por la Iglesia, ella vestida de blanco y acompañados de 150 invitados, entre familiares y amigos. «Foi un día marabilloso, pero pasou tan rápido...», suspiran.

Para afrontar los gastos de la ceremonia tuvieron la ayuda de sus padres, ya que Jenifer no trabaja y solo cuentan con el sueldo de Cristian. «Agora vivimos na casa dos meus pais en Soñar. Toda a axuda é pouca», afirma él. Ambos se muestran muy felices con su pequeño Izan. «É verdade que non podemos facer moitas cousas das que fan os mozos da nosa idade, pero non botamos nada de menos», aseguran.

Noviazgo fugaz

Como Cristian y Jenifer, David Seoane y Sonia García también se casaron muy jóvenes. Ellos tienen 24 y 21 años, respectivamente, pero no les hizo falta más que un año y medio para saber que querían pasar el resto de su vida juntos. «Mis padres también se casaron muy jóvenes, así que contamos con su apoyo en todo momento. Por parte de mi marido nos costó un poco más que lo entendieran», cuenta Sonia.

Todo comenzó un 13 de abril de hace un año, cuando David y Sonia tomaban la decisión de irse a vivir juntos. Su relación como pareja se había iniciado medio año antes y ansiaban dar un paso más. Meses después, en noviembre pasado, decidieron que querían formalizar su relación. Y también fue un 13 de abril, por eso de que era la fecha en la que habían comenzado su convivencia.

Una amiga en común se convirtió en su asesora. Primero acompañó a Sonia a elegir su vestido, y luego hizo lo propio con David. «Queríamos darles una sorpresa a nuestros padres», apuntan. La boda iba a ser civil, pero no tenían muy claro si reducirla al ámbito familiar o si en ese día tan especial también querían que estuvieran cerca sus amigos. «Al final optamos porque aquellas personas que habían compartido muchos momentos de nuestras vidas estuvieran a nuestro lado», dice ilusionada Sonia.

La pareja contó con la ayuda económica de la familia para afrontar los gastos. «Ahora vivimos solos. David trabaja y yo estoy haciendo prácticas. Cuando mejore la cosa queremos tener hijos, pero por el momento ni nos lo planteamos», aseguran.

Segundas nupcias

El caso de Cecilia Yanes y Mario Rodríguez es muy diferente. Ambos contaban con la experiencia de un matrimonio anterior cuando decidieron unir sus vidas para siempre. Mario había estado casado diez años. Tenía 19 años y estaba estudiando cuando recibió una llamada de la que entonces era su novia comunicándole que estaba embarazada. «Todo fue muy rápido. La familia se encargó de todo y yo era muy joven», recuerda. Por su parte, Cecilia estuvo 20 años casada. Ambos aportan dos hijos, uno por parte de Mario y otro por la de Cecilia.

Sus vidas se cruzaron cuando estaban separados y tras una convivencia de dos años, no lo dudaron. El pasado 15 de febrero acudían al juzgado acompañados de sus familiares más íntimos para darse el «sí, quiero». Un mes más tarde, el 9 de marzo, repetían el enlace, pero esta vez acompañados también de sus amigos.

Pasado el momento, ambos coinciden en que la experiencia es un grado. Al contrario de lo que había ocurrido en sus anteriores matrimonios, «esta vez lo vivimos con mucha ilusión porque éramos más conscientes», explican.

La ceremonia se celebró en los soportales en Vilabade. Allí instalaron unas sillas con unas fundas hechas para la ocasión por la propia Cecilia. «La ceremonia la ofició un amigo nuestro, el concejal Antonio de Dios, y acto seguido el sacerdote de la localidad ofició una misa dedicada al amor. Fue un acto precioso», recuerdan.

Buscando la originalidad, los invitados tuvieron que esperar hasta el momento de la ceremonia para conocer dónde se iba a celebrar el banquete. «En la invitación ya indicábamos que el que no fuera al acto podía traerse el bocadillo, porque no sabría donde iba a ser la comida», cuenta entre risas Mario. Una vez allí recibieron una serie de pistas que tuvieron que descifrar para poder llegar al convite. A Fervenza fue el lugar escogido para la ocasión.

El rugby como protagonista

El enlace de Emi Calvente y Juan Manuel del Río tampoco será tradicional. Sí, el próximo 29 de junio ella lucirá un traje blanco, mientras que Juan Manuel cederá a su pasión por el rugby y, como si fuese a disputar un partido, así se presentará. El resto de sus compañeros de equipo, así como el hijo de Emi, lo acompañarán con el mismo ‘uniforme’.

Además de sus invitados, miles de gallegos serán testigos de la boda de esta pareja, que serán protagonistas de una de las entregas del programa de la TVG ‘Casamos’.

Emi y Juan Manuel iniciaron su relación hace diez años. Ambos estaban trabajando en Santa Cruz de Tenerife cuando una amiga común los presentó. La situación laboral en las islas empezó a flaquear, así que ambos decidieron instalarse en Galicia e iniciar una vida en común. Desde entonces han pasado ocho años. «La idea de casarnos surgió de mi hijo Juan Carlos. Hasta hace tres años creía que Juan Manuel era su padre, pero un día tuvimos que contarle la verdad. Desde entonces el niño empezó a insistirle que me pidiera matrimonio y así fue», cuenta emocionada Emi. Eso fue hace un año, y ahora se hallan en plenos los preparativos.

«Elegimos el 29 de junio porque es la fecha en la que mi madre cumple años. Ellos viven en París y les queremos dar una pequeña sorpresa ese día», explica Emi. El vestido ya hace cuatro meses que lo tiene en casa. «Después vinieron los zapatos y lo más complicado, ¡los anillos! Tardamos en encontrar algo que nos convenciera a los dos», apunta. El lugar elegido para celebrar el banquete es el balneario de Augas Santas de Pantón. Hasta allí se trasladarán las cámaras de la TVG para dar fe de un día que sin duda será inolvidable para Emi y Juan Manuel. «Todo surgió en la tienda en la que me compré el vestido. La propietaria me sugirió la idea y no me lo pensé dos veces», dice. La cuenta atrás ha comenzado y Emi y Juan Manuel ya están preparados.

Al modo romano

César López y Mª. Elia Gallego fueron pioneros a la hora de poner de moda las bodas romanas. Ambos pertenecen a la asociación cultural Civitas Lucensis y, aunque ya llevaban varios años juntos y tenían dos hijas en común -Adriana y Candela-, siempre habían tenido en mente casarse. «Surgió durante una reunión de la asociación. Alguien nos lo sugirió y nos pareció una buena idea», apunta César.

Esto fue hace dos años, cuando estaban en plenos preparativos para el Arde Lucus. «Había que celebrar la boda antes de los festejos, así que todo se organizó deprisa», recuerda. Los trajes ya los tenían y el resto vino rodado. Un total de 20 amigos, ataviados también a la usanza romana, los acompañaron. «Con la familia ya lo habíamos celebrado cuando nos hicimos pareja de hecho», aclaran. César y Mª. Elia han creado tendencia, ya que tras su enlace vinieron otros que también quisieron recordar a los fundadores de Lucus Augusti.

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