Cautivada por África

¡A VER SI TE ANIMAS! Al otro lado del teléfono la lucense María Martínez insta a colaborar con la ONG Miradas al Mundo mientras explica el trabajo que ha iniciado en África. "Después de lo que el hombre blanco le ha hecho al hombre negro... No tienen ni pizca de rencor". Matiza que no conoce bien Suráfrica, donde el pasado siglo se estableció un estricto régimen de segregación racial —el apartheid—, con derechos o marginalidad inherentes al color de la apariencia, la aceptación social o la ascendencia.

Hablando con ella, de oídas, no parece emplear las palabras blanco y negro para diferenciar hipotéticas razas de la especie humana. En su voz tampoco se advierten perjuicios de género. "Es gente muy noble", afirma. Ahora no está en África, está en un primer mundo que confina en guetos al denominado cuarto mundo, el que sufre riesgo social pero no económico. Este mundo que para vencer al segundo —el rojo— somete al tercero, el más pobre y a la vez quizás más rico.

"Una solución global es muy difícil", reconoce esta lucense, trabajadora de banca. Los países menos desarrollados son los más ricos en recursos. "Al final, la tortilla se dará la vuelta. Si los seguimos agotando algún día se volverán contra nosotros", dice.

Siete años después de viajar por primera vez a África todavía le sorprende que gente de Sierra Leona no sepa muy bien qué tienen que ver ¿los diamantes? con su guerra. "Desde mi pequeña asociación puedo lograr que no mueran 500 niños. Es una cantidad insignificante. Pero es algo", explica.

Dice que un occidental, —no en sentido geográfico, sino cultural— al llegar a África se da cuenta de que allí "ellos tienen aquello de lo que nosotros carecemos". Los recursos que motivan las guerras, pero las palabras de María no se refieren a nada material. "Es gente generosa. Que lo da todo. Nunca les faltará una sonrisa para ti", asegura. Otra cosa es que sean felices. "Sorprende que puedan luchar día a día", reflexiona.

El año pasado María viajó a Etiopía y visitó el proyecto del misionero Ángel Olaran, que se encarga del cuidado de niños huérfanos en Wukro, cerca de la frontera de Eritrea. En mayo, Miradas al mundo enviaba 12.000 euros para ayudar a combatir la hambruna en aquella zona. "Con 10 euros al mes se salva a un niño", dice.

La principal línea de actuación de esta organización no gubernamental consiste en apoyar proyectos —ya iniciados— de personas que viven en África hace tiempo y siempre que estén "directamente implicadas con la población en la lucha por su desarrollo".

En una ocasión María escuchó reir a uno de aquellos niños. Antes lo había visto sonreir. Le entregó una caja de galletas y se sorprendió de la voracidad con que las devoró. Después organizó una cena y, con el estómago lleno, la sonrisa de generosidad del pequeño se volvió "risa de felicidad".

Al oír hablar de organizaciones no gubernamentales hay quien gira la cabeza escéptica hacia otro lado, pero María defiende su trabajo. "Nosotros llevamos el dinero allí en persona. Pagamos todo de nuestro bolsillo y con la ayuda de los donativos", asegura.

Las zonas rurales son las más necesitadas de ayuda. "Hay que instalar puestos médicos cercanos a las aldeas. En algunas zonas no hay carreteras, ni bicicletas". Alguien con cuarenta de fiebre puede morir, sin más, si tiene que caminar hasta una ciudad para recibir ayuda.

El comercio allí tampoco es una posibilidad real, según explica esta mujer. "¿Poner una tienda? ¿y a quién le venden?. África se está llenando de productos fabricados en China". Si los manteros del San Froilán lo tenían difícil... "Había muchísimos, pero por cada CD sólo se quedan un euro", dice. Había que perseguir a las mafias, comenta.

¿La solución? "Lo más importante para que el mundo sea más justo es que seamos solidarios. Desde la escuela", concluye esta lucense que decidió dar un paso y poner en marcha una organización con la que aportar su granito de arena contra la pobreza.

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