Cartera, quiera o no quiera

Nunca pensé que acabaría siendo cartera sin quererlo. La verdad es que ni tan siquiera se me había pasado por la cabeza presentarme a una oposición a Correos, pero ahora creo que estoy haciendo votos para ello. O, si cuela, sumando puntos para la próxima convocatoria.

Llevo varios días, por no decir semanas, con tres cartas en el bolso. Con un único objetivo: poder echarlas en un buzón. El problema es saber dónde lo hay. Así que, mientras que inicio la búsqueda de «buzón a mano y de paso», la correspondencia pendiente de envío se mezcla con otras cosas que solemos llevar las mujeres en el bolso. Varias, por cierto, y que ustedes se pueden imaginar: que si pañuelos, que si la cartera, que si las llaves, que si el tique del supermercado, que si los cascos del móvil, que si el propio móvil... Por cierto, ¿a qué cuesta mucho encontrarlo cuando alguien te llama?

Y lo dicho, ahora hay tres cartas. Una acumulada a la otra con su correspondiente lista de espera adjunta, esperando turno, como en el Sergas.

Hace solo dos meses este problema y este complejo de funcionaria de Correos no existía. En la zona donde vivo, en el extrarradio y a unos dos kilómetros del centro, había un buzón. Pequeño, discreto, de pared, pero un buzón. Cualquier vecino echaba allí su correspondencia y la que también le llegaba extraviada para que pudiera ser entregada a su destinatario definitivo, que suele pasar. El buzón cumplía su función y, sobre todo, nos quitaba a algunas de andar con las cartas en el bolso.

Un buen día, como se suele decir en los cuentos, el buzón desapareció y la respuesta de Correos fue el poco uso que se le estaba dando. ¿Será la crisis?, pensé. Quizás, el hierro se pueda fundir y Correos pueda sacar unas perrillas... Así que las tres susodichas cartas pasaron a mi bolso hasta encontrar mejor vida en la cartera de un cartero donde estarían más holgadas.

Mientras tanto, no paro de buscar buzones. Voy a trabajar y echo un vistazo alrededor a la caza del buzón. Si voy de compras, otro tanto. ¿Sería tan complicado poner uno en As Termas?

Sí, claro, en San Pedro, hay unos leones, en el edificio de Correos, que suelen tragar cartas. Pero... ¿hay tiempo para ir a propósito al centro y pagar aparcamiento por tirar una carta? Resisto hasta encontrar el momento y el lugar adecuado. La huella del tiempo se hace ver pronto en las esquinas de las tres cartas, que se van desgastando y pienso que esta tiene que ser la definitiva. Así que recuerdo un reportaje que firmé este verano, donde hablaba de lo bonitos que eran los buzones y de cuántos había en Lugo. No me acuerdo de la lista, pero sí del de la foto. Está en la puerta de Santiago. Allá voy, ¡a por él! Está fichado. Ahora sólo queda cruzar los dedos, por si escapa.

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