Canciones para antes del gran calambre final

Los feligreses salían de misa de la catedral cuando Lucía Rolle atacó a la guitarra acústica ‘Music has gone’. Y hubo quien ya enfilaba Clérigos y dio media vuelta para ver qué era eso de ‘Sevigny’. Rolle, Xulio Vázquez —batería— y Ric Morente, al violín, tuvieron la difícil tarea de caldear el ambiente ante los fieles de Nacho Vegas.

Es cierto que las canciones de Rolle han madurado desde la publicación del disco hace tres años. Hay cambios de tempo y pasajes que se acercan al bluegrass. Lucía Rolle, sin darse demasiada importancia, le puso al asunto potencia y versatilidad vocal: rasga, susurra, murmura y oscurece el sonido que sale de sus cuerdas vocales y no hay nota fuera de sitio.

Rolle logró que la Praza de Santa María le cantase una nana y se ganó unos bises que llegaron con un tema inédito en castellano que suena a ¿tango? en el que el violín hiciese las veces de bandoneón y en el que la voz de la cantante toma un color desconocido. "Bailad lo que tengáis que bailar, es la última", ripió antes de dar paso a una marchosa ‘Memories of summertime’.

El cuarto de hora que tardó en comparecer Nacho Vegas sirvió para alimentar las ganas de los (muy fans) congregados junto al pantocrátor. Hubo quien abandonó las escaleras para recibir de pie a un Vegas delgadísimo de negro riguroso y media melena con flequillo para tapar veleidades expresivas. Tres cuartos de hora de concierto y Vegas, aparte de sus canciones, sólo había musitado un gracias que supo a gloria.

Dejó que hablasen las canciones. Como ‘Detener el tiempo’, la primera de la noche, con duda apocalíptica: "En diciembre, el 31, ¿se acabará el mundo?".

Las historias enjundiosas de ‘Palacio de papel’ dieron paso a ‘Maldición’, de cadencia popular asturiana, y entre el público nacía la apoteosis cuando, por ejemplo, sonaron ‘Días extraños’ y ‘Nuevos planes, idénticas estrategias’.

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