Árbol genealógico de carne y hueso

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Cuando alguien se propone organizar una reunión familiar suele zanjar los preparativos con una decena de llamadas telefónicas y una reserva para comer alrededor de una única mesa. Sin embargo, cuando los seis hermanos Veiga —Pepe, Benigno, Antonio, Amador, Manolo y Esther— se plantearon congregar a todos sus hijos, nietos y bisnietos, necesitaron un plan logístico propio de los grandes eventos.

Y es que, entre las cuatro generaciones de la saga, suman ni más ni menos que ochenta parientes, con edades comprendidas entre los 77 años de Pepe y los once meses de la pequeña Mireia.

«La idea surgió de los seis hermanos», explica Benigno, «porque ya estamos jubilados y, por circunstancias de la vida, nunca nos reunimos todos en ninguna celebración. Además, acabamos de vender un monte que teníamos en común y nos propusimos invitar a nuestras familias al completo, sin que faltara nadie».

La propuesta se difundió con rapidez entre todos los implicados, que la recibieron con entusiasmo y se pusieron manos a la obra para buscar una fecha acorde con las diferentes agendas. Finalmente, y tras los ajustes necesarios, toda la familia se dio cita ayer, 15 de agosto, sin que nadie faltara a la celebración. «É unha satisfacción ver a todo o mundo reunido por primeira vez, xa que vai a ser moi difícil que isto se repita», comentaban los mayores.

Sin embargo, aunque ayer fue la primera vez que la saga se reunió al completo, todas las familias que la integran mantienen el contacto con frecuencia. «Los primos nos juntamos muchas veces y todos hablamos entre nosotros de forma habitual para ponernos al día. A pesar de ser muchos, está claro que somos una familia bien avenida», afirman.

De este modo —y aunque las tiranteces existen hasta en las mejores familias—, los Veiga
aseguran que se llevan a las mil maravillas y que forman una piña difícil de desgajar. Además, y como buena muestra de la relación que mantienen, la mayoría de ellos comparten vecindario en Albeiros, donde sus antepasados se asentaron en el siglo XIX.

Barrio
Además de una familia numerosa, no hay duda de que los Veiga son parte de la historia del barrio. «O noso pai, Domingo Veiga, era de Begonte e casou en Albeiros con María Cupeiro», recuerda Benigno, «e como estivo traballando en Portugal, todos o coñecían como ‘o portugués’, polo que o mote foise transmitindo de xeración en xeración e todo o mundo nos coñecía como ‘os portugueses’ do barrio da Torre, que era o nome da zona de Albeiros onde nacemos».

Así, los mayores de la familia conocen al detalle todos y cada uno de los avances que vivió el barrio. «No tempo dos nosos pais isto era unha esterqueira e foi unha novidade cando chegou a luz, xa que ata entón se alumaba cun candil de petróleo. Ademais, había que ir ata Lugo a pé para comprar e non existían as carreteras», relatan.

Sin duda, la imagen de Albeiros que conservan los seis hermanos Veiga en su memoria dista mucho de la actual. «De feito, cando éramos pequenos non había ningún edificio nesta zona e dende o barrio podíamos ver a muralla, dende a porta falsa ata San Fernanado», cuentan.

Desde entonces —y después de que las primeras generaciones trabajaran durante años las tierras de la zona—, los que vinieron detrás se apegaron a ellas y las convirtieron en su morada. De hecho, en la actualidad, las distintas ramas de la familia Veiga residen en el barrio, «menos unha que vive en Barcelona, pero que tamén veu para a reunión», explican.

Tanto es así, que por las aulas del colegio de Albeiros han ido pasando todas las generaciones familiares, «y en alguna clase llegamos a coincidir hasta cuatro o cinco primos», recuerdan los pequeños. «Aínda que algún sabía máis cando entraba que cando salía», bromea Benigno.

Con su apego al barrio, la familia Veiga no podía elegir otro lugar para su excepcional reunión, por lo que la cita comenzó con una celebración eucarística en la vieja iglesia de Albeiros, «e o que non viñera á misa non estaba invitado a comer», afirmaban.

A continuación, e inmersos en un sinfín de conversaciones cruzadas entre los jóvenes de edad y los jóvenes de espíritu, la familia al completo se trasladó al restaurante ‘Cinco faroles’ —también ubicado en el barrio—, donde se prolongó la celebración durante toda la tarde.

Sin duda, los seis hermanos Veiga no borrarán nunca la jornada de ayer de su memoria. «E eu téñoa moi boa», apuntaba Benigno haciendo uso de ella, «ata lembro os primeiros zapatos que me comprei no ano 1954 na Rúa Conde Pallares, e que me costaron 18 pesos, que eran unhas noventa pesetas».

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