Aniversario

Hizo nueve años el lunes, cuando a las cinco de la madrugada recibía una llamada telefónica de José de Cora en la que me anunciaba que la muralla ya era Patrimonio de la Humanidad.

Dos horas después, a las siete, ya estábamos en directo en Telelugo, con Felipe Arias de invitado especial y un programa que se prolongaría durante 5 horas en el cual los diferentes estamentos de la sociedad lucense que a esas horas transitaban por la calle, estaban trabajando o se dirigían a ello, opinaban sobre tan importante hecho y sus repercusiones.

Comenzaba también, y así se hacía notar entre los entrevistados, una gran esperanza de futuras inversiones, crecimiento ordenado de la ciudad y aumento del turismo.

Ahora, pasados tan sólo 9 años, todas aquellos deseos se van frustrando y las propias administraciones, como la Xunta a la que le cuesta incluso limpiar los hierbajos que afean el monumento o reponer las lámparas que los vándalos han roto, pasan olímpicamente de su cuidado y promoción porque al contrario que Teruel, Lugo no existe ni parece que vaya a tenerse en el futuro constancia de su existencia.

Por eso es ignorado por los grandes turoperadores que se quejan de la limitada oferta hotelera que ofrecemos o de unos precios altos que no animan a la gente. Ni siquiera Turgalicia se preocupa de la muralla y los pocos folletos que edita para enviar a los mayoristas, los cubre con los típicos tópicos galaicos de As Cíes, Sanxenxo y Santiago.

Claro que Lugo tampoco ofrece mucho para el turismo cultural, que parece que es el que aquí llega o eso nos quieren hacer creer. Una gran parte de la cultura, de los restos arqueológicos que fueron apareciendo en los últimos 30 años en la ciudad, yacen bajo bloques de viviendas, o han sido destruidos, como las más de cien tumbas paleocristianas, arrasadas para construir el aparcamiento de la Praza da Constitución porque había prisa en tapar y especular.

Y ahora, claro, nos quejamos, cuando la mitad de nuestro erario cultural está rozando con las cloacas.

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