Amok

La semana pasada, un estudiante alemán protagonizó una de esas matanzas indiscriminadas que se producen cada cierto tiempo y que hacen que el respetable se pregunte “dónde vamos a parar”. El síndrome Amok, que es el término que, en psiquiatría, define a esa explosión de rabia salvaje e incontrolada que termina con un “comportamiento autodestructivo”, es atribuido normalmente y a bote pronto a una consecuencia del ritmo de vida contemporánea: asocial, tecnificada, insensible y sin valores. Los primeros objetivos del análisis son los videojuegos, y poco a poco van cayendo todas las fichas de dominó con las que culpabilizar ciertas actitudes modernas y, por lo general, comunes a la población más joven: la violencia en el cine, el consumo exagerado de televisión, el heavy-metal o los chats de Internet.

Curiosamente, la misma semana de esta explosión de ira se cumplieron veinte años desde que nuestro corredor amok particular apareciese en escena dando lugar a un personaje de carne y hueso que fue objeto de una cantidad insospechada de referencias pop. Desde Os Diplomáticos de Monte Alto hasta el grupo indie de los noventa Patrullero Mancuso, que compuso la canción La matanza de Lugo y fue incluido en un recopilatorio de melodías sangrientas, Paulino Fernández formó parte de uno de esos fenómenos que siempre nos parecen fruto de otros sistemas educativos. Pero sin duda la referencia más directa fue la película y obra de teatro posterior La matanza caníbal de los garrulos lisérgicos, de Antonio Blanco, la única película gore de la historia de nuestro cine. La matanza caníbal alude al caso concreto de Paulino y lo mezcla con referencias a la mítica 2000 maníacos para situar al rural lucense como escenario de una película de terror que mezcla el musical, la comedia y el costumbrismo.

En el libro pOp cOntrOl (Editorial Glenat), Mike Ibáñez analizaba el concepto del asesino en serie como elemento indisociable a la sociedad post-industrial. En medio de amoks sofisticados y figuras universales como la familia Manson, aparecía incrustado el relato de Paulino de Chantada un poco desubicado y como excepción que confirmaba la regla.

Sin embargo, Paulino Fernández rompe con el estereotipo contemporáneo de corredor amok y se parece más a lo que el psicólogo Carl Jung situaba en el concepto de represión como mecanismo de defensa que un día estalla. Jung lo define como "un estado de trance, más o menos completo, a menudo acompañado de funestas consecuencias sociales".

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