Alcaldes en pie de guerra

Decía el genial Oscar Wilde que «la desobediencia es la virtud original del hombre» y que es mediante la rebelión como se «ha realizado el progreso». Suele pasar, cuando los que mandan descuidan la vergüenza y el decoro, los que obedecen pierden el respeto. Es entonces cuando la ciudadanía entra en ebullición. Esa situación de descontento y malestar frente al poder ha sido históricamente preludio de los levantamientos que han originado los grandes cambios sociales y la conquista de derechos. En cualquier caso, la predisposición a la revuelta no es igual en todas partes. Después de tres o cuatro años bien jodidos por la crisis, hemos demostrado que somos un país tranquilo, manso incluso. El gobierno socialista empezó con la tijera. Cuando las cosas se pusieron feas de verdad, sus sucesores se dejaron de sutilezas y pasaron al machete. Para recortar por lo sano. Lo curioso es que, de un tiempo a esta parte, se percibe más agitación en los despachos de las alcaldías que en la propia calle.

Con tanta insumisión, parece que nuestros alcaldes están echados al monte. Aquí se rebela todo dios. Eso sí, casi siempre contra instituciones gobernadas por otros partidos políticos. No hay motivos para menospreciar semejante furor revolucionario, pero es más fácil pegarse con el adversario que morder la mano de los compañeros de siglas. La primera revuelta la protagonizó un grupo de ediles socialistas y nacionalistas de nuestra provincia contra la reforma local que prepara el Gobierno. Amenazaron incluso con quebrar la Fegamp. Al final, hubo acuerdo y comunicado conjunto para posicionarse en contra de una ley que, desde su punto de vista, podría escabechar la autonomía de los ayuntamientos pequeños.

Desde un municipio que no llega a dos mil habitantes, otro alcalde encabeza el motín contra el nuevo copago sanitario. Federico Gutiérrez Estoa, en Riotorto, fue el primero en anunciar que la Administración local pagaría, con cargo a las arcas municipales, el porcentaje del coste de los medicamentos que tendrán que abonar los enfermos crónicos. La causa es más que justa. Sin embargo, esta misma semana, tuvo lugar una absurda reunión con la conselleira de Sanidade que acabó tal y como se esperaba. No hubo ningún acercamiento. Una total pérdida de tiempo y cada uno a lo suyo.

Tampoco se produjo ninguna aproximación, ni se espera, entre el gobierno gallego y los regidores que han alzado la voz contra el incremento de tarifas por parte de Sogama. A ese nuevo levantamiento desde el ámbito del municipalismo respondió el propio presidente de la Xunta. Núñez Feijóo sostiene que algunos regidores buscan un «chivo expiatorio» para ocultar sus propias subidas de impuestos. Dijo que los gallegos tienen «la suficiente inteligencia» para comprender que está justificado pagar un euro más por la recogida de basura en el recibo mensual. A fin de cuentas, es para evitar que el sistema de gestión de residuos se vaya al tacho. El alcalde de Lugo opinaba, en cambio, que el gobierno gallego quiere convertir a los ayuntamientos «en cobradores del frac». Nada más y nada menos.

Los últimos en organizar una rebelión han sido los alcaldes del PP en Lugo. El motivo de su cabreo es el nuevo plan de empleo de la Diputación de Lugo. Un programa que el propio Gómez Besteiro anunció hace unos días a bombo y platillo. Dos millones de euros para contratar a ochenta personas durante algo más de un año en municipios pequeños. El envoltorio presentaba bien, pero los populares se percataron pronto de que el bipartito había hilado muy fino. Sólo doce ayuntamientos alcanzarían la puntuación mínima, según sus cálculos. Curiosamente, once de ellos están gobernados por socialistas y nacionalistas. Parece mucha casualidad.

Cuando a uno lo pillan con cartas marcadas, es una excusa muy pobre argumentar que los demás también hacen trampas. En este caso, además, se juega con el dinero de los ciudadanos y, lo que es peor, con la necesidad de los parados. Resulta penoso. Lo haga quién lo haga.

Ponerse manos a la obra

La salida de prisión de sujetos que han cometido delitos muy violentos tiene a la sociedad con el corazón en un puño. En Lugo no somos ninguna excepción. Pueden volver a la calle violadores y asesinos reincidentes. Todo el mundo pone a parir a los miembros del Tribunal de Estrasburgo que revisaron la doctrina Parot. Sin embargo, no está de más que nos preguntemos si esta situación podría haberse evitado con una legislación diferente. Si la respuesta es afirmativa, sus señorías ya están tardando en ponerse manos a la obra.

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