Olvido en eL PARAÍSO. Bajar al Miño es descubrir que la naturaleza es siempre majestuosa, y no sólo en los documentales, también en Lugo. Y la gente lo disfruta, pero también se enfada porque hasta en el paraíso hay feísmo y los arreglos prometidos tardan demasiado en llegar en una ciudad que ya no vive de espaldas al río.
El horror espanta, por ejemplo, a quienes habitualmente transitan entre los paseos del Rato y del Miño. El enlace entre ambos parques sólo se puede hacer por un sendero estrecho y descuidado. Al lado, la maleza que ha ido creciendo sobre los montones de tierra que fueron quedando como resto de las obras que se acometieron en el entorno del río. Se supone que en el lugar de esas pilas de tierra que van camino de dar origen a un nuevo monte debería estar la senda de unión entre esos dos parques que a diario usan miles de personas.
¿Pero por qué no arreglan eso de una vez? Es la pregunta que, con tono de indignación, se hacen quienes están aburridos de esperar que llegue una de esas obras por las que hay que esperar demasiado y que a veces nos anuncian como si, en lugar de algo obvio, fueran una proeza.
La burocracia se come demasiado tiempo. Esa es casi siempre la explicación de que cualquier proyecto tarde lo indecible en concretarse. Sin embargo, hay veces que esa excusa no tiene pase. Para empezar, porque no es muy razonable que en un paraje natural como el del río se hayan dejado tan abandonados algunos espacios.
Ese, seguramente, no es el mayor problema del río, afectado por cuestiones tan serias como la proliferación de especies invasoras o la enfermedad de muchos árboles de ribera.
Sin embargo, sí es un síntoma de que en Lugo tendemos muchas veces a dejar las cosas a medias y somos capaces -o lo son las administraciones- de permitir que un macroproyecto como el del entorno del río acabe quedando enturbiado por chapuzas de poca monta.
