se hace llamar María y llegó a Lugo hace tres meses junto a su marido en busca de una vida mejor, pero sin el contrato de trabajo que el Gobierno español exige a los ciudadanos de su nacionalidad desde el verano de 2011, por lo que la mendicidad fue su única salida. Si el día se da bien, cada uno obtiene unos 10 o 15 euros, pero también hay muchas jornadas de dos y tres euros. Suficiente, en todo caso, para sobrevivir -en la indigencia, no en una vivienda- y para mandar algo de dinero a sus suegros, que cuidan de su hija, de seis años, en su país de origen. Ella era peluquera y él, militar, y tras quedarse sin trabajo, emprendieron viaje a Lugo.
Su comunidad no siempre es bien vista, por lo que María es reacia a contar la complicada situación que vive, pese a que la causa no puede ser más importante. Su hija se rompió la pierna derecha el fin de semana mientras jugaba y tuvo que ser operada de urgencia. El coste de la atención es de 500 euros, explica la joven. El matrimonio ya envió 300 euros, gracias a la colaboración de compatriotas y de algunos comerciantes y vecinos de Lugo, que respondieron a la petición de ayuda. La primera, una hostelera que le hizo los carteles que la joven pegó en varios locales, con la foto de la niña y un teléfono de contacto (603557724). Su negocio está cerca del lugar donde María pide limosna y cuando puede le lleva un chocolate caliente, una muestra de que hay gente que no duda en echar una mano a quien está peor que ella, sin pensar en nacionalidades.
Pese a ello, la joven no quiere dar demasiada publicidad a su caso. Confía en que la gente que vea el cartel colabore. «Es que hay personas a las que les parece mal lo que hacemos y nos insulta», cuenta. Tras tres meses en Lugo, se explica muy bien en español. Una amiga de su hermano le enseña. En agosto confía en poder volver a su país para alumbrar a la criatura de tres meses y medio que crece en su vientre.
