Fobia social

Cierta ansiedad social tiene la función de ayudar a adaptarnos a situaciones novedosas, pero quienes sufren este transtorno tienen un miedo irracional y desproporcionado

ES IMPRESCINDIBLE para el desarrollo óptimo de las personas las relaciones interpersonales ya que a través del proceso de socialización, los niños, adultos y personas mayores adquirimos creencias, valores y conductas que nos ayudan a adaptarnos a los distintos contextos sociales y culturales.

Con referencia a la fobia social a veces se ha identificado como timidez o como un rasgo de personalidad. Es por ello importante conocer la diferencia entre timidez y fobia social.

La timidez la entenderíamos como un miedo social moderado con niveles soportables de malestar fisiológico y cognitivo y con pocas y limitadas conductas de evitación. Las personas tímidas temen que se produzca una situación social embarazosa pero mantienen una visión bastante racional de que esto ocurra.

Cierta ansiedad social es normal y tiene la función de ayudar a adaptarnos ante situaciones novedosas o importantes. En la mayoría de las personas, tras un tiempo de interacción o de sucesivas exposiciones esta ansiedad desaparece. Pero en la fobia social la ansiedad que experimentan las personas no es proporcional a la trascendencia real de la situación y esta no desaparece con las experiencias sociales que sucesivamente tienen. Es decir, se trata de un miedo irracional y desproporcionado.

Según datos epidemiológicos, del 2% al 4% de la población general padece este trastorno e incide de igual modo en hombres y mujeres. Suele aparecer de forma más temprana que en el resto de trastornos de ansiedad, a una edad comprendida entre los 15 y los 20 años.

Es importante tener presente que la fobia social es un trastorno de ansiedad para poder comprender como funciona, pues con la ansiedad el organismo reacciona ante situaciones peligrosas o que requieren una especial atención por parte de las personas ya que estamos programadas genéticamente para detectar posibles peligros.

Cuando nuestro cerebro detecta un peligro, automáticamente se pone en marcha una parte del sistema nervioso y se producen una serie de cambios fisiológicos con los que el organismo se prepara para afrontarlo, es decir, el cuerpo libera adrenalina y noradrenalina, aumenta la frecuencia y la fuerza de los latidos del corazón, se produce hiperventilación, la sangre se concentra en las áreas del cuerpo donde podría ser más necesaria, las pupilas se dilatan, sentimos miedo y tendemos a huir para ponernos a salvo.

En este trastorno distinguimos tres niveles de respuestas de ansiedad:

Cognitivo: hace referencia al temor excesivo a la desaprobación, a las críticas y al rechazo social. Algunos de los pensamientos ansiógenos serían: «Voy a hacer el ridículo, no voy a saber qué decir, me estoy poniendo colorado y me lo están notando...».

Fisiológico: los síntomas corporales más frecuentes en esta fobia son sudoración, taquicardia, temblor y rubor facial.

Conductual: aparecen conductas de seguridad, evitación y escape, incluyendo comportamientos como no tomar la iniciativa en contextos sociales, ir acompañado por otro más habilidoso socialmente, rehuir la mirada, quedarse en silencio o «hacerse el despistado».

La psicología tiene un papel importante en el abordaje de este trastorno ya que la ansiedad limita el abanico de interacciones sociales de la persona y este problema puede dar lugar a la aparición de otros cuadros clínicos como por ejemplo problemas de bebida, trastornos psicosomáticos o depresión.

Se podría decir que la investigación sobre la fobia social ha comenzado en los últimos diez años, con el desarrollo de estudios clínicos controlados. No obstante, contamos con intervenciones muy eficaces que van a permitir desterrar la idea, aún persistente, de que la fobia social es un problema no solucionable.

Es importante tener esto último presente pues muchas de estas personas no buscan ayuda nunca o lo hacen tarde (cuando llevan con el trastorno entre 5 y 10 años) y esto puede deberse a que compartan la idea de «No solución» o la de «Yo soy así», desde siempre. Es mi forma de ser y eso no puede cambiar.

Es por ello necesario saber que según la revisión empírica de la eficacia de los tratamientos psicológicos para la fobia social sigue demostrando la alta efectividad de las técnicas cognitivo-conductuales, especialmente del entrenamiento en asertividad y habilidades sociales, y la exposición y la terapia cognitiva combinados. Presentando unas tasas de éxito entre el 65% y el 70% en general, aunque las mejorías aumentan en el tiempo conforme se generaliza la exposición y la práctica en habilidades sociales.

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