El tatuaje, ¿moda peligrosa o costumbre ancestral?

Las mujeres frecuentan cada vez con mayor frecuencia a los tatuadores (EFE)
photo_camera Las mujeres frecuentan cada vez con mayor frecuencia a los tatuadores (EFE)

El 25% de los jóvenes españoles de entre 15 y 30 años -otras estimaciones hablan del 15%- llevan su cuerpo tatuado, una práctica canalla y con no muy buena reputación hasta hace bien poco, que hoy es moda, negocio y un quebradero de cabeza más para cualquier padre con hijos adolescentes.

''En la franja de edad entre 15 y 30 años es una barbaridad su incidencia'', afirma el doctor Raúl de Lucas, dermatólogo en el madrileño hospital de La Paz, quien desde su experiencia profesional apunta ese posible 25%. ''No hay nada más que ir a una playa, una piscina o un gimnasio para ver que son muchos, y cada día más, los tatuados, especialmente adolescentes''.

El doctor de Lucas lo tiene claro. ''Es una moda que traerá secuelas. Puede ocasionar problemas de salud. No puedo entender que haya padres que regalen a sus hijos un tatuaje por su cumpleaños. Mi experiencia me dice que muchos, al poco tiempo, se arrepienten y desean quitárselo''.

Rosa Ortega, también dermatóloga y profesora en la Facultad de Medicina de la Universidad de Granada, advierte igualmente que entre ''un 10% y un 15% de las personas entre 15 y 30 años llevan algún tatuaje''.

Pero la moda no entiende de edades. ''En los últimos diez años he podido notar un aumento del número de mujeres, de clase media y de más de 40-45 años, que llevan pequeños tatuajes en el hombro, en un tobillo..., algo hasta hace poco impensable'', añade la doctora Ortega. Mujeres, en muchas ocasiones, apunta, ''poco resignadas a envejecer, que piensan que son muy modernas y que se tatúan en el mismo sitio del cuerpo que sus hijas''.

Una agresión al cuerpo
''Tatuarse o ponerse un piercing supone siempre una cierta agresión al propio cuerpo. Numerosos estudios apuntan que en muchas ocasiones las personas que lo hacen son sujetos inmaduros, con alguna frustración, problemas de identidad o con cierto grado de exhibicionismo. Otras veces viven en ambientes socio-familiares no deseados'', afirma tajante Rosa Ortega

Raúl de Lucas y Rosa Ortega enumeran los riesgos que conlleva una práctica tan ancestral como extendida si no la realizan profesionales y en las mejores condiciones higiénico-sanitarias. Dermatosis, reacciones alérgicas e infecciones -y éstas son palabras mayores- como la hepatitis B y C, la sífilis o la tuberculosis. Sin descartar el Sida.

Hay muchos anestesistas, alertan, que se niegan a poner la epidural a una parturienta que lleve tatuada la zona lumbar, ante el peligro de que los pigmentos puedan pasar al canal raquídeo de la médula y causar serios problemas neurológicos.

Costumbre ancestral
Sin embargo, no todas las opiniones son contrarias a la decoración del cuerpo con pigmentos. Tatuar o perforar el cuerpo son prácticas ''tan antiguas como el ser humano'', recuerda el antropólogo Juan Luis Chulilla, para quien se trata de ''una forma más de comunicación. Hablar de moda es muy reduccionista''.

Reservada durante siglos a los hombres, esta ancestral forma de comunicación corporal ha estado ligada hasta no hace mucho a grupos marginales, a presidiarios, marineros o prostitutas. ''En otras épocas y otras culturas -insiste el antropólogo- los valores asociados a la exhibición de tatuajes eran completamente diferentes'', explica Chulilla.

Aún así, ''hoy es un artículo de consumo más'', reconoce el antropólogo, que conecta su auge actual con la cultura del culto al cuerpo. Habla también, al referirse a los jóvenes, de un deseo de transgresión, ''de diferenciarse de sus padres, que siguen considerando los tatuajes como un estigma social''.

España, sin cifras

En España no hay aún estudios certeros sobre la incidencia real de esta práctica, pero sí es conocido que los establecimientos donde se realizan tatuajes y piercings han proliferado por toda la geografía española en los últimos años, hasta alcanzar casi los 2.000.

Ello ha obligado a las comunidades autónomas a legislar para garantizar que su trabajo se hace en las mejores condiciones de higiene y sanitarias, que se utiliza material homologado y para que un menor de edad no pueda tatuarse o agujerearse el cuerpo si no es con el consentimiento de sus padres.

Un estudio de la American Academy of Dermatology de hace dos años aseguraba que uno de cada cuatro estadounidenses de entre 18 y 50 años va tatuado. Otro, también de 2006, del Hospital Universitario Goethe de Fráncfort señalaba que el 8,5% de la población alemana mayor de 14 años los llevan.

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