Castro de Ribeiras de Lea, el poderío del O Carballiño de A Chaira

Los miércoles en Castro son una romería. Pero en este caso no se va a venerar a ningún santo, por muchos devotos que haya. Y los hay, pero del pulpo á feira que se come al aire libre. Llueva o caliente el sol
Cientos de personas acuden cada miércoles a comer el pulpo a la carballeira de Castro de Ribeiras de Lea. En verano es habitual la presencia de gallegos retornados o turistas enterados.
photo_camera Cientos de personas acuden cada miércoles a comer el pulpo a la carballeira de Castro de Ribeiras de Lea. En verano es habitual la presencia de gallegos retornados o turistas enterados.

APENAS PASAN unos minutos de la una de la tarde de un miércoles de feria en Castro Ribeiras de Lea y el olor a pulpo, acompañado del bullicio de personas, es claramente apreciable según uno se va aproximando a la marabunta de puestos que venden todo aquello que uno se pueda imaginar.

Desde hace décadas los miércoles al mediodía para muchos lucenses (y no tan lucenses) significa pulpo. Parejas, familias o gente que acude sola con el único propósito de disfrutar de unas raciones de un clásico popular como es pulpo á feira en un entorno agradable, la carballeira de Castro.

Allí es fácil encontrar un público muy heterogéneo, y llegado de cualquier rincón del mundo, pero siempre con el mismo objetivo: comer un manjar en un entorno enxebre. En muchas ocasiones, acompañando a los visitantes habituales, llegan esos forasteros con familia en Galicia o esos gallegos que vuelven unas semanas a la tierra para saciar su morriña y poder catar tan preciado cefalópodo, al tiempo que recargan fuerzas y retoman costumbres ajenas a sus lugares habituales de residencia.

Con un rápido vistazo por las concurridas mesas podemos encontrar a gallegos residentes en Barcelona que aprovechan su estancia en Galicia para cumplir con un ritual que realizan desde «que mi hermana se casó, hace más de cuarenta años». Afirman que la feria ha ganado en importancia y afluencia con el paso de los años.

También está un grupo de canarios que aprovecha para acercarse a Castro de Ribeiras de Lea con sus familiares de Lugo. Pero los invitados no entienden de fronteras: un colombiano con familia en Lugo hacía también cola ansioso de ser atendido.

Algo debe de tener el pulpo de Castro cuando una pareja llegada desde la misma Vitoria para pasar unos días de vacaciones decide coger el coche y almorzar aquí

Algo debe de tener el pulpo de Castro cuando una pareja llegada desde la misma Vitoria para pasar unos días de vacaciones en Galicia decide coger el coche y almorzar en una de las alargadas mesas del restaurante improvisado de la localidad. «Nos lo recomendaron y aquí estamos», afirman mientras esperaban con impaciencia a ser servidos.

Pero sin duda lo que más predomina son los habituales: la gente que viene a comer desde Lugo capital, o de las localidades cercanas a Castro. Asimismo también es frecuente hallar a personas llegadas de toda la provincia y de distintos puntos de Galicia que explican que llevan varias décadas acudiendo de forma regular a Castro.

«Somos jubilados y por lo tanto tenemos bastante tiempo libre y nos encanta venir habitualmente, sobre todo ahora en julio y agosto» según afirma una pareja llegada desde Lugo.

Son comunes también las reuniones familiares alrededor de una mesa. Es de esas tradiciones que se acaban pasando de padres a hijos y que todo hace indicar que seguirá funcionando como una cadena, de generación en generación.

Sin promoción, sin empapelar calles y ciudades anunciando la feria. No hace falta internet, ni redes sociales. Si una persona queda satisfecha se lo contará a otra, que probablemente vaya y se lo acabe contando a una tercera haciendo de esta una tradición imparable y que acaba extendiendo sus patas fuera del territorio nacional.

El alto grado de satisfacción es algo patente entre los comensales y ganarse esa fama no es tarea fácil. Cada miércoles ir a comer el pulpo a Castro de Ribeiras de Lea es una cita marcada en rojo en el calendario popular lucenses.

Un pilar básico de su éxito es ofrecer «el mejor pulpo de la provincia, sin duda», según indican algunos de los comensales. Pero no es solo eso: se convierte en una experiencia adictiva por la oportunidad de disfrutar en buena compañía, con música en directo de la mano de un acordeonista y a la sombra de los árboles -aunque existe una zona cubierta, idónea para invierno o cuando llueve-.

Y todo ello a precios en absoluto prohibitivos y que permiten que casi todos puedan pasarse de vez en cuando a darse un homenaje gastronómico.

Evidentemente, la versión de los pulpeiros no difiere en una coma de la opinión de su público. Saben que están ofreciendo un producto incomparable y eso si cabe proporciona más tensión.

El «cariño» empleado en una cocción cuidada, así como el tratamiento del producto, da como resultado una de las señas de identidad irrenunciables de esta romería que se repite

Cuarenta años dan para tener mucha experiencia en eso de utilizar el caldero y para conseguir servir el mejor pulpo que se pueda probar en la provincia. Tanto pulpeiros -inmersos en el trajín de cocer unos 200 kilos de pulpo cada miércoles- y comensales conciden en cuál es el secreto del apabullante éxito de esta feria: además del ya mencionado producto incomparable, es frecuente escuchar en ambos una palabra: «Cariño». Así de simple.

El «cariño» empleado en una cocción cuidada, así como el tratamiento del producto, da como resultado una de las señas de identidad irrenunciables de esta romería que se repite miércoles tras miércoles. En primavera y en otoño. En invierno y en verano.

Si bien es cierto que los más fieles a esta feria acuden a Castro de Ribeiras de Lea indistintamente de la época del año y de las duras características metereológicas del invierno lucense -que a veces provocan que la gente se siente a comer con unas condiciones bastante desapacibles-, la llegada del verano llena aun más las mesas de la feria.

Todos, propios y extraños, son recibidos con los brazos abiertos para disfrutar de un plan que nunca falla. Y mucho mejor si al estómago lleno de pulpo le acompaña la mejor selección de productos traídos por vecinos de la zona y que se pueden adquirir a precios muy competitivos en los puestos habilitados -o, en alguno de los casos, en los bancos de la calle- creando una muralla alrededor de uno de los restaurantes al aire libre más concurridos de Galicia.

Un lugar auténtico, donde se puede vivir una experiencia gastronómica que resulta inaudita ya en los pueblos costeros. Es un tesoro que pervive en los pueblos del interior gallego. En Castro se puede repetir cada miércoles.

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