Una nueva ola de robos pone en jaque a las iglesias gallegas

Los robos de madrugada en iglesias de la provincia de Ourense han provocado un enorme desánimo en párrocos y feligreses, quienes se han visto obligados a extremar las medidas de seguridad para combatir estos saqueos, centrados sobretodo en la limosna de los cepillos y, en algunos de los casos graves, en las propias tallas religiosas.

Este escenario criminológico tiene su exponente más notable en julio de 2011, cuando un electricista, Manuel Fernández Castiñeiras, como más tarde confesó, sustrajo de la Catedral de Santiago de Compostela el Códice Calixtino, recuperado un año más tarde de un garaje de su propiedad. Tras este truculento episodio, la Fiscalía Superior de Galicia, dirigida por Carlos Varela, recordó ese mismo año la necesidad de implementar -y esto todavía no se ha hecho- el plan de seguridad 'Iglesia Segura-Cultura Protegida', con el que se elaboraría un inventario del patrimonio con el fin de frenar el expolio de los bienes eclesiásticos.

En el caso orensano, las iglesias -situadas generalmente en aldeas prácticamente abandonadas- se han convertido en los últimos días en uno de los blancos elegidos por los ladrones para robar, llevándose el dinero procedente de las donaciones y otros objetos. Solamente en el último mes, el Obispado de Ourense detectó robos en iglesias de los municipios de Verín -parroquias de Mandín y Rabal-; Laza, Campobecerros, Queixas y en Monterrei (Vilaza y Albarellos).

El delegado diocesano Miguel Ángel González, encargado de velar por este legado en la provincia de Ourense, ha señalado que "el problema es muy serio" y asegura que la despoblación tiene mucho que ver en este desolador panorama. La falta de habitantes en determinadas poblaciones ha dejado a los edificios religiosos desprotegidos y ante tal situación son varias las parroquias que han optado por guardar las piezas de valor fuera de los templos a modo de precaución.

El sacerdote José Blanco, que se ocupa de las parroquias de Mandín y de Rabal, ha sido víctima de un infructuoso asalto, y sostiene que tuvo "suerte" porque los individuos que acudieron a su territorio intentaron con una tenaza abrir una puerta y, como no lo consiguieron, trataron de acceder por una ventana. Finalmente desistieron.

Las acciones delictivas continúan aumentando, como ocurre en Vilaza y Albarellos. En el primer lugar forzaron la puerta de madera y se llevaron el dinero de las limosnas que había en los cepillos, mientras que en Albarellos los asaltantes, tras encontrarse con una puerta blindada, destrozaron la cerradura.

El delegado de Patrimonio, Miguel Ángel González, cuenta que los robos no siempre se denuncian, máxime cuando la apropiación indebida es de "poco valor", y por este motivo se esfuerzan en emitir circulares, en las que también recuerdan el consejo de "no dejar nada a la vista susceptible" de sustracción. También hay quien ha optado por instalar alarmas y colocar refuerzos en los accesos, aunque la fórmula más común la cooperación vecinal, es decir: los feligreses se ofrecen a poner las figuras y objetos litúrgicos a buen recaudo en sus domicilios privados para evitar que caigan en manos de ladrones.

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