Tres encapuchados asaltan la casa rectoral de Pontedeume

Tres persoas encapuchadas asaltaron la pasada madrugada la casa rectoral de Pontedeume a punta de pistola. El suceso se registraba sobre las tres y media de la mañana, cuando los delincuentes accedieron al inmueble sorprendiendo, mientras dormía, al sacerdote de la villa, José Ramón Cascón Raposo.

No le vamos a hacer daño, denos el dinero”, le espetaron los tres desconocidos a don José -como es conocido por sus vecinos-, según ha relatado a sus allegados el religioso, que fue atado de pies y manos y amordazado. Poco satisfechos con el botín tras sustraer el dinero -unos 300 euros del cepillo- y varios objetos de las dependencias -un ordenador y un móvil-, coaccionaron de nuevo al sacerdote preguntándole: ''¿Dónde tiene más?''. Cascón les sugirió que cogieran su cartera, donde los encapuchados encontraron, además de dinero, una tarjeta de crédito. Entonces le solicitaron el número PIN de la misma, a lo que él respondió que no lo sabía porque casi no la usaba. Fue en ese momento cuando los cacos encañonaron a Don José poniéndole la boca del arma en el cuello y le dijeron que si ''el número no es el verdadero'' lo iban a “matar”. Cuando accedió a revelar el PIN, el cabecilla de los encapuchados ordenó a uno de sus cómplices a ir a un cajero a comprobar su autenticidad. “Como no sea el verdadero, le pego un tiro”, advirtió a su rehén.

Una vez que retiraron de un sucursal bancaria todo el dinero que pudieron, los asaltantes rompieron todos los teléfonos que encontraron en la casa rectoral, salvo uno que no localizaron, y dejaron a don José atado de pies y manos y envuelto en unas mantas sobre su cama. A pesar de su avanzada edad y de padecer algunos problemas coronarios, Cascón Raposo, revolviéndose y empleando los dientes, logró liberarse parcialmente de las ataduras y llegar a la cocina. Allí, con la ayuda de un cuchillo, cortó las cuerdas que lo inmovilizaban ya sólo parcialmente. Una vez liberado, descubrió que el teléfono de su despacho no había sido destruido. “Por casualidad había quedado tapado a la vista por unos papeles y no lo vieron”, comenta un amigo del sacerdote. De este modo, la víctima pudo ponerse en contacto con las fuerzas de seguridad -la llamada se registró a las cinco de la madrugada-, cuya rapidez de respuesta fue resaltada esta mañana por el propio religioso ante varios de sus feligreses.

En total, se calcula que el valor total del botín con el que huyeron los tres desconocidos asciende a unos 2.000 euros. “Afortunadamente, no me hicieron más daño que el psicológico”, aseguró Don José, que tiene las muñecas rojas por culpa de las cuerdas con las que intentaron retenerlo.

Necesitó asistencia en la misa de este domingo

Esta mañana, el sacerdote ha participado en la misa de 11, aunque necesitó la ayuda de los feligreses (entre ellos el del exalcalde de la localidad Celestino Sardiña) a la hora de desenvolver los oficios, ya que todavía estaba muy nervioso tras el incidente.

 

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