"Él sintió la guerra como un desgarro"

Reclutado forzosamente en Pontevedra el 28 de julio de 1936, el poiense Jenaro Barciela metió en su petate una cámara Kodak de la que no se separó en los tres años siguientes 
Bombardeo en Tortosa. ARCHIVO JENARO BARCIELA
photo_camera Bombardeo en Tortosa. ARCHIVO JENARO BARCIELA

Tropas marroquís subidas en un camión en la batalla de Teruel. Un bombardeo republicano en Tortosa. Un posado junto al cadáver de un brigadista en la batalla del Ebro. Flotas de camiones, armas de todo tipo, tanques y aviones, junto a momentos de camaradería y asueto en el frente, fueron fotografiados por Jenaro Barciela (Poio, 1913-Madrid, 1983) a lo largo de los tres años que duró la Guerra Civil española.

Su hijo, el profesor de la Universidad de Alicante e historiador Carlos Barciela (La Rioja, 1950), ha reunido algunas de esas imágenes en el libro 'Desde mi objetivo. Imágenes de un tiempo de guerra' (Universitat D"Alacant, 2021). Con ellas ha ilustrado lo que podrían ser unas memorias de su progenitor.

"Mi padre tuvo una idea verdaderamente excepcional: cuando fue alistado el día 28 de julio de 1936 de manera forzosa en las filas del ejército autodenominado nacional, en Pontevedra, cogió su cámara Kodak, unos carretes, y se lo llevó todo a la guerra. Lo mantuvo todo con él durante los tres años siguientes e hizo, según mis cálculos, alrededor de 500 fotos, aunque después muchas de ellas se fueron perdiendo", explica Carlos Barciela por teléfono.

La familia conservó unas 120 instantáneas. De ellas, en el libro se reproducen en torno a 80. "Descarté algunas por distintas razones: falta de calidad, porque resultaban reiterativas, etc.".

Lo que se publica en 'Desde mi objetivo' es un testimonio de primera mano de un soldado pontevedrés que odia estar en el frente, que siente terror ante la idea de disparar y que, gracias a su experiencia en el astillero Barreras, a sus conocimientos de mecánica y a su carné de conducir, va a la academia de suboficiales, se convierte en sargento provisional y sale al mando de una sección de camiones, lo que después le lleva a estar en prácticamente en todos los episodios importantes de la contienda, de la batalla de Brunete a la del Ebro, pasando por la de Teruel, la ofensiva de Aragón o la de Madrid, sitios a los que había que ir trasladando tropas o armamento, momentos históricos que él documenta con su cámara.

Aún más: en las fotos, como se puede comprobar en el libro, existen apuntes del puño y letra de Barciela, que incluyen lugar y fecha y, en algunas ocasiones, en el reverso, anotaciones con más detalles.

Jenaro Barciela recuperándose en Pontevedra tras un bombardeo. ARCHIVO CARLOS BARCIELACon todo eso, sus hojas de servicio y otros documentos, su hijo, que tenía "muy vivos los recuerdos y las conversaciones" que había compartido con su padre, reconstruyó toda aquella etapa en un libro que da una visión particular de la guerra.

"Este proyecto empezó siendo algo muy familiar, pensado como un legado para nietos y bisnietos de aquel hombre", explica Carlos Barciela. Fue a medida que avanzaba que el historiador se dio cuenta de que aquello podía tener un interés más general.

Lo compartió con colegas y catedráticos de universidades gallegas como Rafael Vallejo, Lourenzo Fernández Prieto y Xoán Carmona. A todos les gustó, como también le gustó al hispanista Paul Preston, uno de los principales estudiosos de la Guerra Civil española. Del británico es el prólogo del libro. "Describe muchos detalles vistos desde abajo que frecuentemente se omiten en los estudios de guerra", escribe en ese texto.

Columnas gallegas. Jenaro Barciela es reclutado y a los pocos días ya está en el frente de Asturias, con las llamadas Columnas Gallegas. Pasa una corta etapa como conductor de ambulancias, que recordará de manera muy intensa.

"Su ascenso a sargento provisional le da otra perspectiva de la guerra. Ya no tiene que combatir directamente, algo que él estaba deseando. Pero eso no significa que no padeciera el horror de la contienda. De hecho, es bombardeado".

Una foto incluida en el libro recoge precisamente un momento de su recuperación en Pontevedra. "Sufrió heridas muy graves y, tras pasar por el Hospital de Sangre de Benicàssim y por el Hospital de Zaragoza, fue trasladado al Hospital de Pontevedra, probablemente tras la intercesión de un mando. Esa vuelta a casa para él supuso un empujón definitivo en su recuperación".

Tanto Carlos Barciela como Paul Preston destacan la empatía y la sensibilidad que el hombre demuestra tanto por los soldados jóvenes que iban a la batalla como por los soldados republicanos.

"Nunca hablaba de la guerra con sentimiento de vencedor", escribe el autor en el libro. "No tenía un ideario político, no militiba en ninguna organización sindical ni en ningún partido político. Ni siquiera era una persona religiosa, uno de los elementos definitorios del bando franquista", explica al respecto.

"Ni siquiera cuando la guerra acabó, cuando pudo haberse beneficiado de ese cierto estatus, qué sé yo, apuntándose a Falange, lo hizo. Nunca vio en los republicanos a unos enemigos. Veía a otros españoles combatiendo por otras ideas. Él sintió la guerra como un desgarro: le sacaron de su entorno familia y lo reclutaron forzosamente para ir al frente, sin tener él ninguna motivación. Nunca jamás se refirió con desprecio al enemigo. Todo lo contrario, hablaba de las brigadas internacionales o del Quinto Regimiento como tropas duras, combativas. Él lo que sentía era que la guerra había sido un gran desastre".

Entre las contribuciones del libro, otra que destaca Paul Preston es cómo el testimonio y las fotografías de Barciela confirman la superioridad logística del ejército franquista con respecto al republicano.

"De hecho, no sólo él lo destaca. En un correo también me resaltaba esta misma cuestión el historiador y diplomático Ángel Viñas. La contribución de empresas americanas en el plano del transporte, tanto de la Ford como de la General Motors o de la Studebaker, o en el del combustible, de la Texaco, fue clave para que el ejército de Franco tuviese una movilidad extraordinaria. Esta capacidad fue determinante y el testimonio de mi padre lo constata. Algo que le escuché decir muchas veces es que era más difícil poder encontrar buenos conductores que camiones".

Carlos Barciela confiesa que escribir este libro para él ha sido maravilloso, pero también doloroso. "Cuando escribí este libro mis abuelos, todos mis tíos, mis padres y dos de mis hermanos habían fallecido. Por un lado, ha sido satisfactorio poner por escrito la historia de mi padre, que ante todo era un hombre bueno, en el sentido machadiano del término, pero por otro ha supuesto remover con intensidad la sensación de pérdida, el hecho de vivir tan lejos de Galicia y otros sentimientos. Lo que daría hoy por poder volver a hablar con él".

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