"El PSdG necesita una estrategia a medio plazo que hoy no tiene"

José Luis Méndez Romeu, histórico del PSdeG con distintas responsabilidades en los gobiernos gallego y estatal, es una de las mentes más lúcidas de nuestra política y hoy colaborador de este periódico. En su libro 'España en discordia' analiza la política de 2017 a 2020 
José Luis Méndez Romeu (A Coruña, 1951). EP
photo_camera José Luis Méndez Romeu (A Coruña, 1951). EP

Pasó por puestos de alta responsabilidad en la esfera local, autonómica y estatal. ¿Con qué se queda?

Son ámbitos muy distintos que permiten ver los problemas de las personas y del país en distintos planos. La política local es muy exigente, el contacto con los ciudadanos es cotidiano pero tiene la ventaja de que los resultados pueden observarse pronto. La política autonómica está más distanciada, aborda problemas generales y sus efectos son más lentos. En cuanto a la política estatal es un observatorio excelente de la complejidad de España. Mi experiencia es que los tres niveles de Gobierno son complementarios.

Fue miembro del Gobierno gallego y portavoz socialista en el Parlamento. ¿Cuándo podrá volver el PSdeG a liderar la Xunta?

Cuando se lo proponga seriamente; esto es, con una estrategia de medio plazo suficientemente consensuada dentro de la organización, algo que hoy no existe. Hablo de medio plazo porque previamente es necesario recuperar la hegemonía en la oposición, hoy del BNG. Y desarrollar una alternativa de Gobierno más elaborada que ejercer como delegación del Gobierno estatal. Alternativa que debe incluir formulaciones para los principales problemas de Galicia. En otras palabras, ser percibidos como un partido útil es la condición imprescindible para lograr el respaldo para gobernar.

Hablemos de su libro, ‘España en discordia’. ¿Por qué lo escribió, qué se propuso contar?

Los últimos años de la política española han sido vertiginosos. Hemos asistido al declive del bipartidismo relativo vigente durante décadas, a la eclosión y declive de nuevos partidos, a la aparición del populismo en la izquierda y en la derecha, a la crisis sanitaria, a la crisis catalana, a la primera moción de censura y a la repetición de elecciones por falta de acuerdos. El libro es una interpretación de los hechos citados y de algunos más como la corrupción o determinados asuntos de política internacional que afectan a los intereses de España. Escrito desde una perspectiva constructiva.

¿Hasta qué punto es España un país occidental democrático y qué le falta para alcanzar la estabilidad política de otros estados? 

Creo firmemente que España es un país totalmente homologado a los países más avanzados de Occidente, en instituciones políticas, en el marco económico y en las relaciones sociales de todo tipo. Por lo que compartimos los mismos problemas: una cierta crisis de la democracia representativa y del Estado de bienestar, tensiones identitarias de todo tipo, debilidad de las instituciones comunitarias… Son los problemas comunes de los Estados más avanzados e igualitarios del mundo. Comparados con Italia o Bélgica, por citar algunos, España es un país muy estable políticamente.

¿Es España un Estado federal que no se llama todavía así?

Cuasi federal podríamos decir. Existe un nivel de autogobierno territorial superior al de muchos Estados federales pero también una tensión constante derivada del carácter abierto del diseño autonómico, lo que da lugar a debates eternos sobre competencias o financiación. Tenemos mal resuelto el mecanismo de financiación de las comunidades, un Senado inútil como cámara y, como se ha visto en la pandemia, instrumentos de cooperación y coordinación muy débiles. Son problemas importantes pero no determinantes. El sistema autonómico funciona bien como se demuestra en las escasas crisis que ha sufrido.

¿Qué valoración hace de la actual crisis económica y de su influencia en la política española?

Nuestra estructura productiva es diferente a la de otros países, con pocas empresas grandes, muchas pequeñas y un número elevadísimo de microempresas, un modelo que perjudica el acceso al crédito, la innovación y la competitividad. Por otra parte, tenemos una economía en la que sectores de bajo valor añadido representan una parte muy relevante de la riqueza nacional. La capacidad de los gobiernos para cambiar esas realidades es muy modesta, aunque el discurso político tiende a obviar los datos incómodos, efectuando promesas de imposible cumplimiento. En todo caso los fondos europeos, condicionados a una agenda de reformas estructurales, son una oportunidad inmejorable.

¿Qué deben hacer los partidos democráticos ante la extrema derecha en España?

Política, aunque suene a obviedad. Es necesario desmontar con argumentos racionales el discurso primario que Vox trata de imponer, ya sea en materia de inmigración, de libertades o de seguridad. La extrema derecha, que sería más apropiado caracterizar de populismo radical, ha crecido como en toda Europa al calor de la crisis económica y de la debilidad del discurso de la derecha tradicional. Sería un error victimizarla o aislarla. El debate político debe orientarse hacia su electorado y definir claramente las alternativas frente a problemas muy complicados pero fáciles de instrumentalizar como la inmigración.

Usted suele ser crítico con la política cultural en España.

Me gusta llamar la atención sobre el abandono generalizado de la política cultural. Estado, comunidades y muchos municipios de todo color político la han abandonado, han cercenado sus presupuestos y se han desentendido de su promoción. Afecta a muchos miles de empleos, a las actividades de ocio y formación de millones de españoles y define por sí sola el nivel de nuestras élites políticas.

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