Las otras Dianas continúan a la espera de respuesta

Cuatro mujeres asesinadas y dos desaparecidas colocan a Galicia entre las zonas con más casos pendientes ►En cuatro investigaciones se sospechó de conocidos de las víctimas; dos parecen obra de depredadores

Sonia Iglesias, desaparecida en 2010 en Pontevedra. AEP
photo_camera Sonia Iglesias, desaparecida en 2010 en Pontevedra. AEP

EL MACABRO RASTRO comienza en Corrubedo, en un ya lejano 1996, y atraviesa Galicia hasta completar un reguero de muertes y desapariciones que desemboca en el más reciente y sonado caso de Diana Quer. Son cuatro asesinatos y dos desapariciones que colocan a Galicia en un destacadísimo lugar en la siniestra lista de comunidades con más feminicidios sin resolver.

Son seis familias destrozadas, padres, madres, hijos y hermanos que esperan en todos los casos por una solución y en otros, además, por un cuerpo que velar. Pese a que judicialmente ya han sido archivados la mayor parte de los casos, todas las investigaciones siguen activas, pendientes de un golpe de suerte o un error de los asesinos que permita reabrir los asuntos. El principal enemigo, sin embargo, es el tiempo, que a veces mata hasta la esperanza.

María José Arcos, 1996
El 15 de agosto de 1996, María José Arcos le dijo a sus familiares que se iba a pasar el fin de semana a la playa con un amigo. Días después, llamaban a su familia en Santiago para preguntar por un coche, a nombre de María José, que llevaba varios días aparcado y abandonado cerca del faro de Corrubedo. Su cartera, su documentación y sus pertenencias estaban dentro del vehículo. De ella nunca más se supo. Tenía 35 años.

María José Arcos. AEP



Desde el principio, la familia se negó a aceptar una de las posibilidades que ofrecía la Policía (un suicidio o un accidente que la hubiera hecho desaparecer en el mar) y sus sospechas recayeron sobre un reportero de televisión con el que la mujer mantenía una relación, Ramiro V. Este, se supo después, ya había sido investigado por la desaparición de un hombre en 1990.

En la investigación participó primero el equipo de Policía Judicial de Santiago y, posteriormente, la Unidad Central de Delincuencia Especializada y Violenta de Madrid. El caso se reactivó en 2011 y el sospechoso fue detenido e ingresado un mes en prisión provisional. Mientras, se buscó con un georradar del Ejército el cuerpo de la mujer en dos fincas propiedad del hombre, sin éxito. Finalmente, fue puesto en libertad y la Audiencia Provincial de A Coruña decretó el archivo provisional en octubre de 2010.

Déborah Fernández, 2002
El cadáver apareció el 10 de mayo de 2002 en una cuneta de la C-550, entre Baiona y A Guarda. Pronto se supo que era Déborah Fernández Cervera, una viguesa de 22 años que había desaparecido diez días antes, mientras hacía deporte en Samil.

Déborah Fernández. AEP



La escena enseguida hizo desconfiar a los investigadores: el cadáver estaba desnudo, pero perfectamente colocado en un lugar donde podía ser encontrado fácilmente y en un estado que indicaba que había sido conservado en un lugar frío, con un condón usado y restos de semen al lado. La autopsia reveló que, en efecto, la chica había muerto por asfixia el día de su desaparición y que alguien creó artificialmente la escena diez días después, para que pareciera una agresión sexual que la misma autopsia descartó. Hasta habían cubierto púdicamente sus partes íntimas con unas ramas.

Tampoco en este caso faltaron medios para la investigación. Primero, el equipo judicial de la Guardia Civil en Pontevedra. Con el paso del tiempo, los distintos equipos de la Unidad de Homicidios y Desaparecidos de la Brigada Central de Madrid. Ninguno, sin embargo, pudo aportar un sospechoso, más allá de un perfil probable: los investigadores siempre pensaron que el autor de la muerte era un conocido de Déborah y que incluso tenía sentimientos por ella, dado cómo trató el cadáver y cómo creó la escena en la que fue encontrado. Sea así o no, sigue sin haber resultados: el juzgado ordenó su archivo provisional, aunque la investigación policial sigue activa.

Elena Calzadilla, 2005
Los investigadores lo tuvieron claro desde el principio y apuntaron sus objetivos hacia Ernesto M. Este era el marido de Elena Calzadilla, una azafata de 40 años que el 6 de diciembre de 2005 apareció la cabeza reventada a golpes en el chalé que el matrimonio vigués tenía en Aguieira. Había ido hasta allí desde su domicilio habitual solo a recoger un poco de ropa. Apenas entró, alguien la golpeó hasta matarla, incluso desfigurándole el rostro. No había robo ni agresión sexual, y toda apuntaba a que el autor tenía llave.

Los problemas matrimoniales se convirtieron en el centro de la investigación. El marido y un compañero de trabajo y amigo de este fueron imputados, uno como posible autor intelectual y el otro, como supuesto autor material. En 2011, al juez no le quedó otro remedio que, ante la falta de pruebas, retirar las imputaciones y archivar provisionalmente la causa. En el auto de archivo, sin embargo, el juez plasma su convicción de que solo una persona tenía el motivo y era conocedor de la oportunidad que se abría con la visita al chalé.

Sonia Iglesias, 2010
También se dirigieron las sospechas hacia la pareja en el caso de la otra mujer que todavía figura como desaparecida en Galicia, Sonia Iglesias. Julio A. fue el último que vio con vida a esta pontevedresa de 37 años, cuando, según su testimonio, la llevó al zapatero aquel 18 de agosto de 2010. Desde entonces, el único rastro que se encontró de ella fue su cartera, cerca del poblado de O Vao.

La familia de la mujer también está convencida de la participación del que entonces era su pareja y al que, al parecer, estaba a punto de dejar. Pero Julio A. no prestó declaración en sede judicial hasta julio de 2012, cuando entró como testigo y salió como imputado. Sin embargo, año y medio después se dictó el archivo provisional de la causa judicial, ante la carencia de pruebas concluyentes. La Fiscalía incluso llegó a proponer que el sospechoso se sometiera a la prueba neurofisológica P-300, un ‘test de la verdad’, pero se trata de una prueba voluntaria y Julio A. se negó.

Elisa Abruñedo, 2013
Sustancialmente diferentes a los anteriores son los dos casos más recientes, el de Elisa Abruñedo y el de Socorro Pérez: las pruebas apuntan a que en ambos, como en el caso de Diana Quer, los autores son depredadores sexuales oportunistas.

Elisa tenía 46 años. Aquella tarde del 1 de septiembre de 2013 salió a pasear por los alrededores de su casa de Lavandeira de Arriba, en Cabanas, como acostumbraba. Nadie la volvió a ver con vida. Un par de días después su cadáver apareció en una zona boscosa a unos 400 metros de su casa. Estaba desnudo, había sido apuñalada tres veces y agredida sexualmente.

De hecho, hasta se localizaron restos biológicos del asesino, que se utilizaron para descartar a familiares y vecinos. Pero el ADN no correspondía tampoco con ningún otro delincuente sexual que figurara en los registros policiales.

Hay un detalle que hace que los investigadores estén convencidos de que el autor fue un desconocido que aprovechó las circunstancias: sus paseos habituales llevaban a Elisa normalmente por senderos y lugares mucho más apartados y discretos que el sitio donde se produjo el ataque, cerca de una carretera; cualquier conocido hubiera sabido de esta rutina y habría elegido un lugar más discreto y seguro para su crimen.

La investigación de la Guardia Civil coincidió en el tiempo con la de la niña Asunta, asesinada veinte días después, que obligó a dividir los esfuerzos de los investigadores, para disgusto de la familia, que siempre pensó que la atención mediática que recibió dicho caso restó medios para las pesquisas sobre Elisa. Sin embargo, la investigación sigue plenamente activa, si bien judicialmente se procedió a su archivo provisional.

Socorro Pérez, 2015
No escaparon a los investigadores las similitudes entre el asesinato de Elisa Abruñedo y el de Socorro Pérez. El cadáver de esta ourensana de 43 años apareció el 6 de junio de 2015 en una zona boscosa cercana a una carretera poco transitada, cubierto por ramas, con la cabeza aplastada por una piedra y en avanzado estado de descomposición. El motivo es que la mujer había desaparecido el 2 de mayo anterior, cuando salió a correr por una zona próxima al río. El estado del cuerpo impidió confirmar el ataque sexual, pero se da por seguro porque no había otro móvil posible, ya que iba en ropa deportiva y no llevaba ni dinero ni joyas.

Socorro Pérez. AEP



Los miembros de la brigada policial especializada de Madrid e incluso expertos en análisis de conducta y perfiles están trabajando sobre el caso y han conseguido reducir el grupo de sospechosos a medio centenar. Pero siguen sin disponer de pruebas sólidas que apunten con certeza a alguno de ellos.