"Non hai ningún consello que valla"

Inés Torres, Matilde Trigo y Asunción Covas saben de primera mano cómo se siente una persona cuando desaparece un ser querido. Estas tres historias, con desenlaces diferentes, comparten el dolor y la desesperación que sienten las familias en estos casos

Inés Torres, hija de José Torres Lodeiro. AEP
photo_camera Inés Torres, hija de José Torres Lodeiro. AEP

La desaparición de un ser querido causa en los que se quedan un torrente de sensaciones muy complicadas de describir con palabras, pero muchísimo más difíciles de digerir para los que se ven obligados a sentirlas. El hueco es aterrador, y cuentan los que han vivido esta situación y no encuentran respuesta, que el desenlace fatal es preferible a la incertidumbre.

La incredulidad de las primeras horas, la esperanza de las siguientes, la desesperación ante la falta de respuestas, la resignación... el círculo nunca se cierra hasta que vuelve a salir a la luz el desaparecido, aunque lo que se encuentren sean apenas sus restos.

Inés Torres, Matilde Trigo y Asunción Covas han vivido en primera persona la angustia de perder de vista repentinamente a un ser querido. El desenlace de cada caso es diferente y también sus consecuencias, sin embargo, hay varios factores que se repiten, como la propia imposibilidad de aconsejar cómo sobrellevar la situación. "Eso vai en cada un e non se pode explicar ata que lle pasa a un. Como reaccionar, que pensar. Ata que chega o momento é imposible", narran las protagonistas.

Inés torres
Hija José Torres Lodeiro

"O círculo non se pecha ata que aparece o corpo. Agora descansa en paz"

José Torres Lodeiro desapareció de su casa en la noche del 7 al 8 de enero del año 2011. El vecino del barrio de Quintela, en la parroquia de Santa Comba de Orizón (Castro de Rei) contaba con 89 años de edad y, tras aquella madrugada, su rastro se perdió durante más de siete años. El 19 de febrero de 2017, unos cazadores que peinaban el lugar intentando localizar una camada de jabalíes en una zona comunal conocida como Bedro do Marco, hallaban restos humanos junto a una ropa a la que no habían hecho caso. Conocedores de la historia, enseguida ataron cabos y pensaron en José. Los análisis certificaron que se trataba del desaparecido.

"O círculo non se pecha nunca ata que se atopa o corpo. Queiras ou non, é un alivio. Aínda que é certo que estabas sen el, ao atopar os seus restos, un pode descansar en paz. Ata el pode descansar en paz", cuenta la hija de José, Ines Torres.

El dolor fue una constante en la familia desde los primeros momentos. Lo único que varía es la esperanza: "Ao principio tes sempre a esperanza de atopalo. Pero segundo vai pasando o tempo vala perdendo. E o que sintes é unha impotencia terrible, porque non sabes como atender á situación. Por onde atallala", cuenta Inés.

La hija de José asegura que no hay ningún consejo que sirva para afrontar mejor un momento así: "Non teño palabras que poidan servir para ninguén, porque cada un sabe como o ten que asumir. Mellor dito, non o sabe. Ata que acontece algo así, non sabes como vas facer para intentar levalo. Porque dalo levado é imposible", narra Inés Torres.

Matilde Trigo
Madre Juan Luis Fernández Trigo

"Imaxina uns pais que saben que o seu fillo está morto e non aparece"

Matilde Trigo pertenece al grupo de personas que no ha conseguido cerrar el círculo. Juan Luis Fernández Trigo desapareció el 23 del año 2005, cuando contaba con 43 años de edad a sus espaldas. Desde aquel fatídico día, Matilde no ha vuelto a saber nada más de su hijo.

"Imaxina como se teñen que sentir uns pais sabendo que o seu fillo está morto e non aparece", describe Trigo.

Esta familia de A Pontenova tuvo que ver con sus propios ojos cómo su hijo iniciaba su camino hacia ningún sitio: "El tirábase á bebida. Un día levámolo ao médico, dixéronlle que tiña que deixar de beber e déronlle unhas pastillas. De noite, el deitouse e pouco despois volveuse levantar. Nós preguntámoslle a donde iba e decía que iba ao baño. Pero vimos que tardaba. Largara. A realidade é que agora está morto pero o corpo non aparece", detalla Matilde.

Después de muchos años, la madre de Juan Luis reconoce que ha perdido la esperanza. Un pequeño hilo parece asomar entre el desánimo, pero lo cierto es que Matilde no cree que vaya a poder dar un descanso a su hijo: "Ai! Se apareceran os restos! Moito alivio sería para nós. Moito alivio. Pero aquilo foi como se o tragara a terra. Nós xa somos maiores e habémonos ir sen saber onde quedou", relata.

Asunción Covas
Cuñada de Edelmiro Veiga Espiño

""Ai Deus! Non te podes imaxinar o alivio que sentimos cando aparece"

Uno de los casos más recientes que se han vivido en la provincia de Lugo fue el que protagonizó en Matela (Outeiro de Rei) José Edelmiro Veiga Espiño. El pasado 17 de julio, Edelmiro salió a pasear, tal y como suele hacer antes de comer. Pero llegó la hora de la comida y este vecino de 86 años y con una enfermedad mental no aparecía. En un primer momento, su familia no se alarmó; tardaría un poco más en aparecer. No era la primera vez que su paseo se alargaba un poco más de la cuenta. Pero los minutos corrían y Edelmiro no daba señales de vida.

"Nós dixemos, imos comendo que logo virá. Pero o tempo corría e non viña. Entonces entrounos o medo", recuerda su cuñada, Asunción Covas, que vive en la misma casa junto a su marido y Edelmiro.

El pesimismo pronto inundó la casa familiar. "Tiñamos medo que se nos perdera, porque el métese por aí en calquera rincón, ou na herba, e non hai quen o encontre", cuenta Asunción.

La reacción vecinal, como tantas otras veces, fue ejemplar. Las patrullas de la Guardia Civil y los miembros de Protección Civil contaron con el apoyo de muchos de los vecinos de Matela, pero la noche llegó y Edelmiro seguía sin aparecer. Con todo lo que eso significa.

"Xa as esperanzas eran de que non aparecese. Tiñamos moito medo, porque de noite é moito máis perigoso, incluso pode aparecer un bicho ou calquera cousa. Ademais el que se esconde nun recanto e non se da atopado", narra la cuñada.

Por fortuna, al día siguiente una patrulla de la Guardia Civil encontró en perfecto estado de salud a Edelmiro, a apenas 300 metros de su propia casa. Tan cerca, tan lejos. "Ai, Deus! Que alivio cando o vimos aparecer, non te podes imaxinar. Non te podes imaxinar a alegría cando o vimos chegar", recuerda Asunción.

La historia, en este caso, tuvo un desenlace sin tragedia. Que no feliz, porque un suceso así siempre arrastra consecuencias que no se curan de un día para otro. "Agora está fatal. Dese día non se acorda de nada. Só di que nos veía como o buscabamos, pero tampouco se lembra. E xa non quere saír da casa. Non sabemos que facer", relata una Asunción cuya vida difícilmente podrá volver a ser la misma.

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