La madre del joven acuchillado en Pontedeume cree que ''callaron a su hijo''

La madre del joven que falleció acuchillado tras ser sorprendido en el interior de una vivienda en Pontedeume el 10 de julio de 2011, cree que los causantes de su muerte quisieron callar a su hijo para que no exponga su versión y se pregunta qué ocultan.

Fernando S.G. fue hallado en torno a las 2.30 horas de la madrugada en el interior de un domicilio en Pontedeume, donde el procesado J.A.F.C., entonces de 66 años, y su esposa también procesada M.C.F.G, de 65, acabaron presuntamente con su vida.

Ambos están siendo juzgados en la sala primera de la Audiencia Provincial de A Coruña por un presunto delito de asesinato, pues la mujer facilitó un cuchillo a su marido que este clavó al joven, que falleció desangrado. Las acusaciones particulares solicitan veinte años de prisión, y la Fiscalía y la defensa la libre absolución por las eximentes de miedo insuperable y defensa propia.

La segunda sesión del juicio ha contado con veinte testigos, entre los que ha destacado la propia madre del joven que, visiblemente emocionada, ha considerado "imposible encontrar una explicación" a que su hijo estuviera en esa vivienda. Ha incidido en que si "fuera a entrar en una casa no llevaría una camisa blanca y no llevaría dos móviles que estaban encendidos en todo momento".

"Mi hijo era un niño todavía, no estaba todavía maduro como para decir que era capaz de hacer daño. Solo se dedicaba a estudiar, era brillante, era un niño amoroso, no pudo vivir muchos años", se ha lamentado esta médica de profesión.

La magistrada ha tenido que parar su discurso cuando relataba que "lo que están haciendo es callar" a su hijo "para que no dé su versión" y se preguntaba: "¿Qué esconde esa gente?".

Sus hermanas, también con lágrimas en los ojos, lo describieron como "muy pacífico, muy bueno, desprendía bondad, hablaba con todo el mundo, era amigo de sus amigos y amigo de todo el mundo". Su melliza relató que tenían "una relación ideal, era como tener un mejor amigo en la familia".

El yerno de los acusados fue el primero en ver el cadáver, pues se desplazó hasta el entorno de la casa cuando su suegro lo llamó por segunda vez, "muy nervioso". Siguió el rastro de sangre hasta ver "a una persona boca abajo", que no reconoció y con la que intentó hablar, dijo, pero no respondía porque había fallecido.

Un vecino de la zona en ese momento estaba en la ventana de su casa cuando vio "salir a un chico -por la ventana de la vivienda de los procesados-, y que se iba como tambaleando, a veces apuraba el paso, se trastabillaba, caminó unos sesenta pasos".

"Iba inestable. Pensé que iba borracho, no hizo ademán de llamar a un timbre o pedir ayuda, si lo llega a hacer yo hubiera bajado. Apoya el pecho -en el muro donde falleció- y sube la pierna derecha, no lo veo saltar, pero como no lo veo seguir supongo que saltó", ha argumentado.

Los amigos de la víctima han recordado que aquella noche eran seis en la pandilla y lo han definido como un chico "extrovertido, generoso, muy buena persona y muy buen amigo". Su novia, con la que llevaba nueve meses, ha dicho que era "responsable, bueno y pacífico".

De los testimonios se deduce que en el pasado había practicado parkour -una actividad que consiste en desplazarse mediante saltos en algunas ocasiones acrobáticos entre obstáculos- aunque de manera poco activa y parece que lo había dejado.

También se ha sabido que en el cuerpo apareció un llavero que el acusado reconoce como suyo, con llaves que abrían su vivienda. Había otro enlazado a uno de la propia víctima, que se había perdido hacía semanas o meses, también con llaves que abrían ese hogar.

Sus manos estaban cubiertas con guantes de látex, uno de ellos cortado por heridas defensivas. Tenía al menos otro en un bolsillo, igual a los que tenía en casa como consecuencia de la actividad de su madre y como los que él mismo tenía en una mochila, hallada en un registro, con dos linternas.

El primer Guardia Civil que acudió a la casa de los procesados ha dejado claro que tenían actitud "colaboradora", aunque estaban "nerviosos y asustados", y que primero se custodió el cadáver antes de detener al marido, pues no se apreció el mínimo riesgo de fuga".

Un oftalmólogo ha explicado que el acusado tiene hipermetropía y entonces tenía cataratas, lo que limitaba mucho su visión, en especial cuando no llevaba las gafas puestas y había poca luz.

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