Investigadores de la USC avanzan en el desarrollo de una vacuna que no necesita frío

Está en fase de evaluación clínica y ahora será testada en animales 
La catedrática María José Alonso. USC
photo_camera La catedrática María José Alonso. USC

Un proyecto de investigación de la Universidade de Santiago de Compostela (USC), liderado por la catedrática en Farmacia María José Alonso y su equipo del Centro Singular de Investigación en Medicina Molecular e Enfermidades Crónicas (Cimus), avanza en el desarrollo de una vacuna contra el covid-19 fácil de producir y que no necesita frío para su conservación. El objetivo es que pueda servir a países en vías de desarrollo. 

Esta iniciativa es una de las líneas del programa de micromecenazgo de la USC, Suma valor, que puede ser apoyado por empresas y particulares con aportaciones de menos de 3.000 euros. 

Así, el Cimus trabaja en el desarrollo de una vacuna innovadora basada en la tecnología del ARN mensajero. Es uno de los diez proyectos que el Instituto de Salud Carlos III financia en España con este fin frente al coronavirus. 

"Igual que las vacunas de Pfizer y Moderna, la nuestra, basada en la nanotecnología farmacéutica, consiste en nanopartículas que contienen ARN (ácido ribonucleico) mensajero. Es decir, que tras la administración de estas partículas a un organismo por medio de una inyección, lo que ocurre es que las nanopartículas dirigen el ARN al interior de las células, transfieren la información genética y ya nuestro organismo produce el antígeno que da lugar a la respuesta inmune y nos va a defender frente a la enfermedad", explica María José Alonso

Esas nanopartículas fueron diseñadas por el equipo de la Universidade de Santiago y son diferentes a las de vacunas similares como las de Pfizer o Moderna. "Echando mano de la inteligencia artificial, diseñamos segmentos del ARN que fueron asociados a nanopartículas en nuestro laboratorio", señala la investigadora.

Los ensayos con animales dirán si la respuesta que genera la vacuna es "potente"

EVALUACIÓN CLÍNICA. A lo largo de estos meses, el equipo ha producido más de 150 prototipos usando diferentes biomateriales y después seleccionó los que cumplían los requisitos necesarios. Una vez probados in vitro, resultaron diez candidatos que fueron testados in vivo, y de los que se analizó su respuesta celular y viral para comprobar cuál era el mejor candidato. 

"Nos encontramos en fase de evaluación clínica de la vacuna. Los ensayos con animales dirán si la respuesta es potente y el siguiente paso será realizar los ensayos clínicos. Somos muy positivos y, de hecho, la tecnología desarrollada en nuestro laboratorio ya se está probando desde el punto de vista del escalado (estabilidad, criterios de fabricación...) en la empresa catalana Hypra, que será la encargada de fabricar la vacuna", apunta María José Alonso. 

En el marco de este proyecto, el equipo forma parte de un consorcio integrado por el Instituto de Investigaciones Biomédicas August Pi i Sunyer y el Hospital Clínico de Barcelona —donde se realizarán los ensayos clínicos—, la Universidad de Barcelona, la Libre de Bruselas, la Pompeu Fabra y el Centro Nacional de Biotecnología del CSIC. Estos dos últimos comprobarán la eficacia de la vacuna en animales. 

"Nuestra finalidad es conseguir una vacuna óptima, que sea estable para que también pueda ser accesible a los países en vías de desarrollo, donde las infraestructuras sanitarias son muy precarias y resulta además muy complejo mantener la cadena de frío", remarca. 

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