Galicia es la región europea que más fuego sufrió durante la última década

Un estudio de la USC sostiene que aprovechar el monte es "la única" receta para que no arda
Un incendio forestal. ARCHIVO
photo_camera Un incendio forestal. ARCHIVO

El monte que se trabaja no arde. Esta afirmación, bien conocida en la sabiduría popular, se corrobora a través de estudios científicos como el cofirmado por Rosa Mosquera, catedrática de la Escola Politécnica Superior de Enxeñaría del Campus de Lugo de la Universidade de Santiago, que ve en el impulso de la economía agroforestal "la única receta" capaz de contrarrestar el dato de que Galicia "es la región europea con una mayor densidad de incendios y con más hectáreas arrasadas" por las llamas en la última década.

El análisis, publicado en la revista científica Agroforestry Systems y fruto del trabajo colectivo de investigadores de universidades y centros de España, Italia, Grecia, Portugal o Reino Unido, entre otros, sostiene que las prácticas silvopastorales y agroforestales constituyen "una de las alternativas más adecuadas para favorecer un uso sostenible de la tierra, al mismo tiempo que contribuyen a mitigar, o cuanto menos a reducir, los riesgos de incendios forestales en la Europa mediterránea".

Un problema, el del fuego, que es especialmente grave en la comunidad gallega. "Cada diez años, más o menos, tenemos incendios que queman 100.000 hectáreas en dos o tres días", explica Mosquera. Son los llamados grandes incendios, de los cuales Galicia es "de lejos" donde ocurren con mayor frecuencia en todo el continente.

El "principal factor" de esta situación, indica la profesora, es que se trata de "una de las zonas más productivas desde un punto de vista forestal de Europa", sobre todo debido a que goza de un nivel de temperatura y humedad similar a los países del norte, lo que "dispara" la vegetación del sotobosque. "Eso sería bueno, lo que ocurre es que no usamos lo que se produce y se da esa situación de abandono", incide Mosquera. Por ello, cuando en verano sube el mercurio, el tiempo es más seco y el viento sopla, todo arde. Y arde más que en comunidades más cálidas, por ejemplo, porque en estas la producción forestal ha sido menor durante la primavera. "En Extremadura pueden producirse 200 kilos de pasto por hectárea y año, y Galicia pasa, sin hacer nada, de 8 toneladas. Es vegetación que se acumula y, si no hay cuidado de ella, arde", expone.

Lo mismo ocurre en el norte de Portugal, que en los últimos años se está igualando con Galicia en superficie arrasada, según los datos de la catedrática de la USC. Las razones apuntan a un contexto que parece común a ambos lados de la Raia. "Portugal estaba utilizando sistemas agroforestales, pero se produjo un abandono en el uso del territorio y se plantaron eucaliptos en toda la zona". Un polvorín que estalló en incendios como el de Pedrógão Grande de junio de 2017, con al menos 64 muertos y 135 heridos. Y si en Galicia no hay un coste humano tan elevado es porque, al menos, su red viaria es más moderna, sostiene Mosquera, solo antes de advertir que no es así en toda la comunidad: A Mariña, donde las carreteras son «mucho peores», se salva porque las condiciones climáticas permiten que el índice de humedad no baje del 30%. Por ahora. "Tenemos el cambio climático llamando a las puertas» y «ante un gran incendio va a haber problemas", avisa.

De ahí su insistencia en las virtudes de apostar por sistema silvopastorales, ya que, "donde los montes están pastados, el riesgo de incendios baja muchísimo".

'Comerse' el campo como remedio
Mosquera explica con una imagen la relación entre economía y prevención del fuego: hay que  "comerse" el campo. Es decir, llenar la cesta de la compra "con los recursos que hay en las zonas aledañas a nuestra población".

El kilómetro cero. Así, llama a mejorar la gestión del rural, con "un aumento de los productos que salen del monte y se pueden vender", como la biomasa o la ganadería extensiva, que además proporciona una carne "de más calidad y más saludable". "En Galicia hay 1,7 millones de hectáreas destinadas a producción vegetal y diría que menos de un 5% están pastadas. Se puede producir mucho ganado y en cambio se consume carne de granjas intensivas" o importada.

ALDEAS MODELO. Mosquera refrenda así su tesis de que la lucha contra el fuego pasa por "integrar a la población en la prevención a través de la dinamización". Aquí destaca medidas impulsadas por la Xunta como las aldeas modelo y las franjas secundarias, donde se pretende "limpiar ese exceso de vegetación y ponerla en valor" empleando a población joven que explote económicamente estas áreas.

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