Galicia ahorraría costes si tuviese una planta de tratado de neumáticos

Se extraería caucho, acero y textil de las ruedas, que se recogerían en los talleres. Se evitaría así su quema y las emisiones de gases tóxicos
Cementerio de neumáticos en Fene
photo_camera Cementerio de neumáticos en Fene

En Galicia se apilan desde hace más de una década 36.000 toneladas de neumáticos repartidos desigualmente en depósitos en As Somozas, Fene y A Laracha. En el primero de ellos yacen un centenar de ruedas y en el segundo apenas se cuenta el millar, pero en el depósito bergantiñán se amontonan 35.000. Los tres tienen en común, eso sí, que se ubican en zonas forestales, un factor que aumenta el riesgo de incendio, ya elevado por el poder calorífico del caucho y a lo que se suma el calor de la estación estival. Lo que ocurre si saltase una chispa lo están sufriendo los vecinos de Seseña, donde hace tres semanas el fuego devoró un vertedero de neumáticos.

El suceso copó portadas y encendió alarmas. No solo la del parque de bomberos y servicios de emergencia, porque tres semanas después en esta localidad toledana aún se respira un desagradable olor a goma quemada, lo que puede tener repercusiones impredecibles en la salud de los vecinos. Tampoco se auguran buenas consecuencias para el medio ambiente después de las enormes cantidades de dióxido de carbono que se vertieron a la atmósfera, y existe un peligro potencial de que se filtren las cenizas tóxicas al suelo, lo que lo dejaría inservible para cualquier tipo de uso durante años.

Con las brasas del incendio de Seseña todavía calientes y con la negra sombra del humo de caucho planeando sobre Galicia, la Xunta acaba de licitar la retirada de la totalidad de ruedas viejas en la comunidad. Pero, ¿cómo llegaron a acumularse tantas? Hace años fueron almacenadas para servir de combustible en varias industrias de cerámica que dieron en quiebra, y nadie se hizo cargo de ellas. Esto fue hace más de una década, porque en 2005 un real decreto prohibió el almacenamiento de neumáticos usados y desde entonces se tratan en plantas de reciclaje.

A una de ellas es adonde llevará estas ruedas la empresa adjudicataria, a la que el Gobierno gallego paga 2,7 millones de euros, una cuantía que contempla el elevado coste de transportar 36.000 toneladas de ruedas viejas hasta las instalaciones más cercanas, en Madrid –había otras en León pero ardieron hace un año–.

El procedimiento no es excepcional, pues aunque en menores cantidades, las cubiertas de caucho que han llegado al final de su vida útil en Galicia son primero apiladas en una nave en Lalín y después trasladadas a la citada planta de tratado en la capital española. Una vez allí, se seleccionan las que están en mejor estado para recauchutarlas y venderse a un precio menor en el mercado de ocasión. Las restantes, que son mayoría, serán recicladas o tendrán como destino su incineración para servir como combustible en la industrias –principalmente en plantas cementeras y de cerámica–, un uso al que se oponen grupos ecologistas, que denuncian que el intenso humo negro que se desprende del proceso es altamente contaminante.

Ahora, la licitación de la Xunta abre el debate sobre la necesidad de una planta de tratado de neumáticos en Galicia que, asumida la inversión inicial, supondría el ahorro de millones de euros en el transporte y beneficios en la venta de los materiales reciclados, además de la creación de empleo.

PROYECTO EN LUGO. Y no será porque no haya ideas en una comunidad en la que sobra I+D+i. A finales del pasado 2015, la lucense María Teresa Serén presentó un proyecto sobre una nave de reciclado de neumáticos en el polígono industrial de As Gándaras. Ocuparía 14.000 metros cuadrados y a ella irían a parar las ruedas viejas de todos los talleres de Galicia, a los que se le pagaría por cada unidad. Además, daría trabajo a unos 25 operarios, que se centrarían en la parte "mecánica" del proceso. Esto es, separar los neumáticos en mejor estado para recauchutarlos de los que deben ser despiezados. Los primeros se mandarían a otras plantas pero los segundos serían procesados allí mismo.

Se cortan y se separa el caucho de la parte textil y de los alambres de acero para vender a otras industrias. El valor de estos materiales en el mercado no es nada desdeñable, especialmente el del componente metálico, de primera calidad y que es reutilizado precisamente en la industria automovilística. Pero el que más usos tiene es el caucho, que una vez triturado es utilizado tanto en asfalto en carreteras como en pavimentos de parques infantiles, zapatos o muros de contención.

María Teresa Serén, cuyo proyecto de planta de tratado de neumáticos fue galardonado en la última edición de los premios IdeaLugo, admite que la inversión inicial en las instalaciones es significativa, pero que la compensan con creces los beneficios. Un aspecto importante en este tipo de plantas es el espacio, ya que debe destinarse una parte importante a almacenar las ruedas –la normativa vigente prohíbe su hacinamiento y se evitarían estampas como las de los vertederos–, pero no habría problemas de superficie en el parque empresarial lucense.

Con la planta ya diseñada, al menos a gruesos trazos, lo que falta es un inversor que apueste por esta forma de reciclaje, tanto beneficiosa para la economía gallega como para el medio ambiente. Con casi dos millones de coches en la comunidad y ocho de neumáticos, trabajo no faltaría.

VERTEDEROS. El caucho que contienen los neumáticos es un material altamente inflamable que, sumado a la fácil combustión de la vegetación que rodea a los depósitos gallegos, puede resultar una combinación fatal en caso de fuego. Las probabilidades aumentan más en verano, por lo que la Xunta propone que la Policía Autonómica vigile día y noche estos puntos. En el caso de Fene, donde la maleza roza los neumáticos, ha encargado a técnicos tareas de desbroce.

La historia de las 36.000 toneladas de ruedas que se apilan en Galicia es muy similar. Las del vertedero ferrolano tenían como destino el recauchutado por parte de la compañía Rubber Industrias, pero quebró en 2000. En As Somozas, las cien toneladas iban a servir de combustible para una cementera que también echó el cierre, mientras que las 35.000 de A Laracha –un tercio de las que ardieron en Seseña– estaban destinadas también a generar energía en una empresa de cerámica, pero por algún motivo el acuerdo se truncó. Después de tantos años, ahora volverán a ser útiles.

USOS RESIDUALES. Una vez finaliza la vida útil de un neumático y antes de ser llevados a una planta de tratamiento pueden ser utilizados para fines tan diversos como en embarcaderos, para evitar que los barcos rocen la dársela, como muros de seguridad en circuitos, en silos agrícolas o incluso a modo de improvisados columpios. Sin pasar por alto su popular uso en plazas de garaje para evitar los roces entre los coches y la pared. Claro que los que gozan de estas 'segundas oportunidades' son solo una pequeña proporción de las ruedas usadas que se dan de baja cada día. Gana fuerza el proceso de recauchutar las que aún se conservan en buen estado.

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