El vandalismo les cuesta a las siete ciudades más de 1,6 millones cada año

Los destrozos y robos en mobiliario urbano y las pintadas son los actos más frecuentes, que rara vez son delito salvo que sean muy graves. Aumentan en verano y afectan en especial a Vigo, A Coruña y Ourense. Los autores suelen ser jóvenes de entre 15 y 25 años con estudios
Las pintadas son uno de los actos vandálicos más frecuentes
photo_camera Las pintadas son uno de los actos vandálicos más frecuentes

Pintar en una pared, arrancar una planta o quemar un contenedor podrían calificarse como simples gamberradas. Su autoría raras veces supone un delito, pero lo cierto es que acciones como estas costaron 1,6 millones de euros a las arcas de las principales ciudades gallegas en 2014, un desembolso que los concellos consideran evitable y que preferirían destinar a otros aspectos como la labor social o las obras públicas.

Pero, ¿cómo se explica este gasto? Aunque la cuantía varía según cada ayuntamiento, reponer un colector cuesta, dependiendo de sus características, entre 650 y 1.000 euros, mientras que una papelera estándar no baja de 60. Borrar un graffiti, por su parte, supone una inversión de al menos 50 euros, pudiendo alcanzar los 500 si la estampan en la fachada de algún edificio histórico. Y reponer un banco, aunque se trate de un gasto menos habitual, puede alcanzar los 700 euros.

Así las cosas, no resulta descabellado que Vigo y A Coruña, en donde se registran más de 2.000 pintadas y se queman unos 250 contenedores al año, destinen 600.000 y 500.000 euros respectivamente a luchar contra esta lacra. Más sorprendente es el caso de Ourense, con algo más de un tercio de población que las anteriores pero un gasto en vandalismo que cifraron en 300.000 euros el año pasado, en el que influyó, indican, el creciente robo de arquetas y cable de alumbrado en las zonas verdes. Y es que solo las sustracciones supusieron en As Burgas unos 100.000 euros, más que el gasto total en vandalismo de Santiago, 80.000. Una cifra, la de la capital, que proviene sobre todo de las numerosas pintadas que ‘decoran’ la ciudad, la mayoría "de corte reivindicativo", apuntan desde el Concello, que cuenta con una brigada específica para borrarlas.

LUGO. Los vándalos suelen ir con el rostro tapado y actúan durante la noche, por lo que resulta difícil identificarlos incluso con las cámaras de seguridad

No ocurre lo mismo en Lugo, donde los graffitis ceden protagonismo a la quema de contenedores. Solo en julio del año pasado se calcinaron 27 por la huelga de Urbaser, y a final del ejercicio el balance era de medio centenar, suponiendo un gasto de 33.000 euros, más de la mitad del presupuesto anual para sufragar los perjuicios del vandalismo: 50.000.

A la cola de este deshonroso ránking se encuentran Ferrol y Pontevedra, o al menos así lo indican desde sus consistorios, que no consideran la actividad vandálica lo suficientemente relevante como para asignarle una partida específica. En la urbe departamental estiman el gasto en 30.000 euros anuales y lo engloban dentro plan de barrios, un programa semanal de manteniento que, sin embargo, no resulta del todo efectivo. Y es que a ningún visitante se le escapa el deterioro de Ferrol Vello, cuyas paredes semejan un enorme lienzo en el que conviven pintadas de distintas épocas.


Pontevedra es la otra cara de la moneda. Aunque el gasto es también muy reducido, de 20.000 euros, la imagen de sus calles dista mucho de la de Ferrol, ya que el vandalismo apenas se deja notar. Desde el Concello indican que los desperfectos son tan reducidos que no se contabilizan excepto que se trate de "algo muy gordo".

El desglose de los presupuestos refleja enormes contrastes en el gasto en vandalismo en las ciudades gallegas, que Vigo, A Coruña y Ourense disparan a 4.330 euros diarios. Una cifra significativa pero, con todo, de las más bajas de los últimos cinco años. En este periodo han aumentado los destrozos por sustracciones pero ha menguado notablemente el vandalismo ‘porque sí’: los destrozos en mobiliario y las pintadas, que aumentan durante huelgas o manifestaciones.

SANTIAGO. La ordenanza permite que se conmuten sanciones a grafiteros por trabajos comunitarios, entre los que se contempla el de limpiar las pintadas

VERANO. Dejando a un lado circunstancias excepcionales, la temporada estival suele ser la de mayor actividad vandálica, ya que el buen tiempo anima a los gamberros a realizar sus fechorías. Y, más concretamente el mes de junio, ya que es cuando comienzan las vacaciones los escolares y algunos optan por ‘invertir’ sus horas libres en realizar pintadas o destrozos. Desde el Concello de Ourense establecen incluso un perfil habitual de vándalo: un varón joven, de entre 15 y 25 años y normalmente con formación. Una descripción que contrasta, eso sí, con la de algunas personas con pocos recursos que causan destrozos en farolas y sistemas de riego para sustraer y revender cobre.

Con el fin de ahorrar en el coste que genera el vandalismo, los concellos invierten cada vez más en fórmulas disuasorias: se instalan cámaras de seguridad y se dejan menos paredes en blanco —en varias ciudades incluso se encarga a un grafitero profesional que las decore con motivos artísticos y evitar las posteriores pintadas—. Sin embargo, no resultan del todo efectivas y, como explican desde el Concello de Lugo, "los vándalos suelen ir encapuchados y aprovechan el amparo de la noche para realizar sus fechorías, lo que hace muy difícil su identificación" aún registrando las imágenes.

MULTAS. Cuando se da con los culpables, se le abre un expediente administrativo y se le aplica una sanción económica, cuya cuantía varía en función de la la falta cometida. De media, las ciudades gallegas castigan con hasta 750 euros orinar o tirar residuos en la vía pública, mientras que si hablamos de robos o destrozos del mobiliario urbano y pintadas, la infracción es grave y conlleva una multa de entre 751 y 1.500. Asimismo, reincidir en estas faltas en un mismo año se castigará con entre 1.501 y 3.000 euros al ser considerada muy grave.

Solo en casos excepcionales el vandalismo será delito, como el de un joven que aceptó recientemente 5 años de prisión por incendiar una vivienda en Vigo y subir el vídeo a Youtube. Actos menos graves como pintar paredes, sin embargo, pueden quedar prácticamente impunes.

Así lo pueden atestiguar dos chicos de Lugo que el pasado abril ueron sancionados con 4 días de arresto domiciliario por garabatear el casco histórico. En otros casos, como en Santiago, se obliga a los graffiteros a borrar sus propias pintadas. Sea como sea, parece evidente que la solución reside en educar desde el civismo más que a golpe de medidas punitivas.

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