El don de la ubicuidad

Desde la industria hasta el polvo doméstico, pasando por alimentos, cosméticos o agua, los disruptores están presentes en todas partes

Una botella. EP
photo_camera Una botella. EP

Las fuentes de exposición a sustancias con toxicidad hormonal son innumerables, desde la intimidad de nuestros hogares hasta el medio ambiente. El informe ‘Ríos hormonados’ de Ecologistas en Acción publicado recientemente señalaba, por ejemplo, que las aguas de los ríos de la cuenca Miño-Sil se habían detectado 13 plaguicidas, de los que 11 pueden ser disruptores endocrinos y cinco tienen prohibido su uso.

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Aunque estos tóxicos pueden penetrar en el organismo a través de la piel y por las vías respiratorias, se considera que la forma de contacto más relevante es la digestiva.

Según el estudio Democophes, que investigó la presencia de contaminantes ambientales en madres menores de 45 años y niños de 6 a 11 años de 17 países europeos, las españolas tienen el nivel más alto de mercurio y son terceras en presencia de bisfenol A, por detrás de Bélgica y Dinamarca, mientras que los niños superan la media europea en ftalatos y bisfenol A.

Los científicos coinciden en que la gestación y la infancia deben protegerse especialmente de estas sustancias, ya que la vulnerabilidad a sus efectos es mayor. Es por eso que la UE usó el principio de precaución en 2011 para prohibir el uso de bisfenol A en biberones, una sustancia aún muy presente cuyos efectos hormonales se conocen desde 1936. En 2020 desaparecerá de los tickets de caja de los comercios, un paso que Francia ya dio en 2013.

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