Algunos siembran dudas sobre la muerte de los abuelos de la pequeña

El asesinato de Asunta Basterra deja numerosas incógnitas que la Justicia no ha podido resolver

Nadie salvo los propios acusados sabe por qué mataron a la niña, aunque se especuló con los motivos económicos, sexuales o que, simplemente, les estorbaba para iniciar una nueva vida ▶ No se explica para qué sedaban a su hija con anterioridad a menos que estuviesen ensayando el crimen y tampoco se arrojó luz sobre el asalto al piso de Porto, las fotos o el portátil del padre
Rosario Porto y Alfonso Basterra, durante el juicio
photo_camera Rosario Porto y Alfonso Basterra, durante el juicio

El contundente veredicto emitido el viernes el jurado y que considera a Rosario Porto y Alfonso Basterra culpables de asesinar a su hija Asunta en un plan conjunto y alevoso deja, sin embargo, muchas incógnitas sin resolver. Algunas en el propio relato construido por los miembros del tribunal —¿por qué viajó Alfonso en el asiento de atrás? ¿cómo volvió Alfonso de Teo? ¿por qué usaron el mismo sedante que tomaba Rosario y no otro?—, pero la mayoría fuera de él. Empezando por el móvil del crimen, un secreto que solo pueden desvelar los dos culpables del caso y que, en vista de su actitud, es probable que se lleven a la tumba. Y pese a que el fiscal reiteró que jurídicamente el móvil no tiene trascendencia, la opinión pública no ha parado de conjeturar para dar respuesta a una misma pregunta: ¿Por qué?

El entorno de los acusados dice que Porto y Basterra eran unos padres  «maravillosos»  que  «se volcaban con su hija». Parece que así fue, al menos, hasta el último año de vida de Asunta, que fue un auténtico infierno para ella. Primero con el mazazo de la muerte de sus abuelos, a quienes estaba muy apegada, en un breve lapso de tiempo —la madre de Rosario fallece en diciembre de 2011 y su padre siete meses después—. Aún no superado el duro trance, sus progenitores se separan después de las Navidades de 2013.

NUEVA VIDA DE PORTO. Rosario mantenía una relación extramatrimonial y, tras embolsarse una cuantiosa herencia, quería empezar una nueva vida. Para ello, dicen, Asunta le estorbaba. Y lo cierto es que en los meses previos al crimen a menudo delegaba los cuidados de la niña en Basterra, quien se hacía cargo con el anhelo de recuperar su relación con Porto y, con ello, su posición económica previa a la ruptura. El periodista bilbaíno estaba a merced de Rosario, dicen sus allegados, por lo que pudo obedecer sus órdenes y cooperar en el crimen, desde ofrecerse para comprar Orfidal hasta su ejecución, como reza el veredicto.

Si bien la hipótesis de que la menor estorbaba, especialmente a Porto, es a día de hoy la más recurrente, en los compases iniciales de la instrucción también se barajó la posibilidad del móvil sexual, y que apuntaba tanto a Basterra como a un tercer  hombre.  Al primero lo comprometen las fotografías publicadas en el juicio que muestran a Asunta disfrazada  y con pose controvertida, además del contenido de su portátil, entre el que se cuenta pornografía de mujeres asiáticas. Claro que solo se analizó una mínima parte del material, el que se pudo recuperar de entre los más de 500.000 archivos que fueron borrados, presumiblemente, cuando alguien sustrajo el ordenador del piso antes de los registros y lo volvió a depositar allí tres meses después. La misteriosa ‘desaparición’ del portátil del padre de Asunta y las fotos, aunque sin incidencia alguna en el veredicto, siguen siendo de los principales misterios del caso.
Los que mantienen la teoría de supuestos abusos sexuales de Basterra explican que las sedaciones previas tendrían como fin menoscabar las posibilidades de defensa de la menor y, asimismo, disminuir su capacidad de memoria. De todas formas, esta hipótesis fue descartada al no dar respuesta al porqué de la muerte. Además, si Asunta contó a sus amigas que la habían intentado matar cuando entró un hombre vestido de negro en su habitación, es probable que también hubiese relatado, de haber existido, episodios de abusos.

MANCHA DE SEMEN. Pero si el móvil sexual fue contemplado desde el primer momento fue por el hallazgo de supuestos restos biológicos en la camiseta de Asunta. Una forense apreció una mancha «blanco-nacarada» en la prenda, que se mandó a analizar a los laboratorios de la Policía. Dos semanas después confirmaban que era semen perteneciente a Ramiro Cerón Jaramillo, un hombre de nacionalidad colombiana con antecedentes por violación y que en ese momento fue imputado.
Cinco meses después, cuando las voces en favor de la libertad de los padres de Asunta se amplificaban, el juez desimputó a este varón, conocido ya como ‘el hombre del semen’, al entender que se había producido un cruce de pruebas en los laboratorios. Un giro radical para las investigaciones que, desde ese momento, ya solo apuntaron a los padres de Asunta. No lo vieron así, en cambio, los abogados de la defensa, que se aferraron a esta tercera vía para descargar culpas de sus representados. Y lo cierto es que razones les dieron, porque los guardias civiles que analizaron la camiseta negaron rotundamente en el juicio tal contaminación.Los letrados de Porto y Basterra también se empeñaron en descartar de una vez por todas un posible móvil económico. Mucho se había especulado sobre la posibilidad de que Asunta fuera heredera de la fortuna de sus abuelos, algo que se desmintió. La única beneficiaria del legado era Rosario.

¿ENSAYOS DEL CRIMEN? Pero a excepción del móvil sexual —y de forma muy peregrina—, ninguna hipótesis explica los reiterados episodios de sedación y, menos aún, al asalto en el piso de Porto la madrugada del 5 de julio, cuando un hombre vestido de negro intentó estrangular a la pequeña, como ella misma relató a sus amigas. ¿Fue un ensayo del crimen? ¿Por qué no denunció? Un cerrajero intrincó todavía más el caso al asegurar que un episodio similar se produjo en enero de 2013, según le relató la propia Rosario. ¿El plan urdido a conciencia se remontaba entonces nueve meses atrás, coincidiendo con la separación? Son muchas las preguntas sobre la verdad del crimen de Asunta y pocas las probabilidades de que algún día se conozcan las respuestas.

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