Narcos: hoy igual que ayer

Cuatro décadas después, Galicia sigue siendo la puerta de entrada de la cocaína

Sito Miñanco
photo_camera Sito Miñanco

Hay quien dice que la cocaína en Galicia ya forma parte del paisaje. Fernando Alonso, gerente de la Fundación Galega Contra o Narcotráfico, lucha cada día porque tal afirmación no se asiente en el imaginario colectivo, misión harto complicada. La reina de las drogas ya entraba en las Rías Baixas en los años 80 a través de embarcaciones ligeras y veloces, capaces de burlar la entonces exigua vigilancia policial. Cuatro décadas más tarde, en plena era digital, el sistema sigue siendo, a grandes rasgos, el mismo. Se repiten los nombres de las personas relacionadas con el negocio (Sito Miñanco fue condenado por primera vez en 1983, en aquel caso por contrabando de tabaco). Coinciden, con pequeñas variantes, los mismos métodos de introducción (tan solo ha cambiado la potencia y el tamaño de las embarcaciones, que pasaron a denominarse planeadoras por sobrevolar, literalmente, las aguas). Por lo demás, las condiciones son aún más favorables para las mafias extranjeras en 2018 que en los años 80, dado el inmenso excedente de producción existente en Colombia, la mayor experiencia de los narcotransportistas gallegos y el mercado existente, que ha pasado de ser local a ser global, de modo que los grupos criminales como el desarticulado en la operación Mito pueden vender cocaína a toda Europa. 

El clavo ardiendo al que se agarran los colectivos que luchan contra la droga (la FGCN es el mejor ejemplo de ello) es la ingente labor de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado, que, como los narcotraficantes, han ido especializándose con el paso del tiempo en la persecución de estas organizaciones. Sus constantes golpes a base de trabajo de campo e investigaciones que duran meses han servido de freno, enviando a prisión a los cabecillas del lucrativo negocio, quienes, lejos de arrepentirse, han continuado en el mismo al salir de la cárcel.

Esta semana frenética tras el estallido de la operación Mito recordó a tiempos pasados. La Brigada Central de Estupefacientes la considera entre las tres más importantes de la historia en la lucha contra el narcotráfico en España, al mismo nivel que la recordada Nécora, que puso en el mapa las actividades de los antiguos contrabandistas gallegos que habían saltado al tráfico de drogas, y la no tan conocida pero no menos importante Tabaiba, desarrollada en 2009 y que sirvió para desmantelar toda la infraestructura marítima de la que disponían las organizaciones de las Rías Baixas en la primera década del siglo XXI.

El negocio de la cocaína llegó a Galicia para darle continuidad al contrabando, que primero fue de café y de azúcar y después de tabaco, a lo largo del siglo XX. En los primeros 80, Sito Miñanco ya era un pionero al abandonar a sus socios en el Winston de Batea (así se llamaba al contrabando de tabaco) para comenzar a introducir hachís. Su primer ingreso en prisión por estos hechos llegó en 1983. En Carabanchel pasó unos meses que resultaron esenciales para su trayectoria posterior: trabó lazos inquebrantables con destacados miembros del cártel de Medellín, se dio a conocer y puso a su disposición la gran infraestructura de la que disponía para colar cargamentos ilícitos en Europa.

Las actividades del cambadés, que se había erigido en una especie de benefactor de su pueblo llegando a presidir al equipo de fútbol, que rozó el ascenso a Segunda, se mantuvieron impunes hasta la recordada operación Nécora. En junio de 1990, el juez Garzón echó mano de 200 policías que tomaron las Rías Baixas de un modo similar al que se vio el pasado lunes. Miñanco, que recibió un chivatazo, logró escapar (sería detenido y condenado meses más tarde). Sí cayó, entre otros, Laureano Oubiña, símbolo de toda una generación de contrabandistas que se pasaron al narcotráfico, en su caso, al de hachís. En aquel operativo no se incautó droga, pero sí se vinculó a muchos de aquellos individuos con el negocio que había nacido durante la década anterior y que había llegado a Galicia para quedarse.

El golpe policial (que no tanto judicial, pues las condenas fueron en general bajas) sirvió de toque de atención para las fuerzas de seguridad, que aumentaron su vigilancia para reducir una entrada de drogas que estaba provocando una gran alarma social, con cientos de jóvenes enganchados al consumo.

Con el paso de los años y a pesar de las constantes detenciones de los principales narcos gallegos, los tratos con los colombianos se hacían cada vez más presentes. En 2001 volvía a ser detenido Sito Miñanco, que intentó introducir 4.000 kilos de cocaína de una sola tacada en el mercante Agios Constantinos. Los tres años siguientes supusieron un aluvión de alijos decomisados con el juez José Antonio Vázquez Taín (que, desde Galicia, había tomado el relevo de Garzón como azote de los narcos) al frente de la mayoría de investigaciones.

El ingreso en prisión de los históricos Oubiña, Charlín y Miñanco provocó que fuesen muchos los que quisieron tomar el relevo, entre los que surgió la figura de David Pérez Lago, hijastro de Laureano Oubiña.

Entre todos ellos se hicieron fuertes Manuel Abal Feijoo, Patoco, y Juan Carlos Fernández Cores, Parido. Ambos engendraron una infraestructura marítima sin parangón, con naves industriales repartidas por las desembocaduras del Ulla y del Umia y planeadoras con capacidad para recorrer grandes distancias en muy poco tiempo cargadas con miles de kilos de droga. Poco después del fallecimiento de Patoco, considerado el mejor piloto de planeadoras de la historia, la Policía Nacional desarrolló la operación Tabaiba, que sirvió para desmantelar ambas organizaciones y para dar el segundo gran golpe de mano (el anterior había sido la Nécora) al narcotráfico gallego.

Como resultado de aquel operativo, el mercado quedó desabastecido por un tiempo, pero los narcos no tardaron en reponerse al apostar con fuerza por los alijos ocultos en contenedores.

En 2018, la producción de hoja de coca en Colombia se ha multiplicado. Un grupo en Sudamérica, el clan del Golfo, y otro en Europa, el de Miñanco, pasaron a dominar el negocio. La operación Mito supone un nuevo punto de inflexión, pero ningún experto duda de que Galicia seguirá siendo la principal puerta de entrada de la cocaína en los próximos años.

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