Costa Miño, la urbanización fantasma que ahora solo da miedo en Halloween

Todavía quedan 'esqueletos' de chalets que aguardan ser acabados (este mismo sábado se han reactivado algunos de ellos), pero estos días han aparecido otro tipo de esqueletos en la urbanización, concretamente colgados de los porches
Imagen de la entrada a la urbanización en estas fechas. EFE
photo_camera Imagen de la entrada a la urbanización en estas fechas. EFE

Uno de los máximos exponentes de la crisis del ladrillo que afectó a España hace más de una década, la urbanización Costa Miño Golf, en la localidad coruñesa de Miño, ha pasado de una ser una ciudad fantasma a cotizarse por el covid-19. Ahora solo da miedo en la celebración de Halloween, de la que se ha convertido en referente.

Todavía quedan 'esqueletos' de chalets que aguardan ser acabados (este mismo sábado se han reactivado algunos de ellos), pero estos días han aparecido otro tipo de esqueletos en la urbanización, concretamente colgados de los porches, los jardines e incluso los olivos de algunas viviendas.

Es Halloween y Costa Miño se ambienta para esta festividad. Aparecen lápidas sobre tumbas, telas tenebrosas, plásticos que ocultan lo que hay detrás de ellos, cintas de escenarios en los que ha habido crímenes, luces que meten miedo, arañas, ... y no faltan las calabazas tradicionales, o los muertos acuchillados en el suelo.

Para 2021, tras más de un año de pandemia, se ha actualizado al máximo: referencias al juego del calamar y la última polémica por un fallo judicial que dejó a una madre sin la custodia de su hijo en Muros porque, entre otros argumentos, movió al pequeño a una aldea de la 'Galicia profunda''desde una ciudad "cosmopolita" como Marbella.

Cuentan los vecinos que cualquier provisión de caramelos es poca para hacer frente a todas las solicitudes que tienen el día de Halloween. Alguno ha tenido que desplazarse al costero pueblo de Miño, a unos seis minutos de la urbanización en coche, para reponer existencias y atender el repetido truco o trato que se presenta el 31 de octubre.

Cada vez son más los vecinos que residen en esta urbanización que empezó a construir la empresa Fadesa hasta su quiebra y que, inicialmente, se había proyectado como vacacional. Durante años hubo inmuebles vacíos, difíciles de colocar en el mercado inmobiliario, con mucho ladrillo a la vista y parcelas llenas de maleza.

Cuando se hablaba del aeropuerto de Castellón y de la crisis del ladrillo no faltaba la mención a Miño y su urbanización. En esos años, un programa de la radio nacional conectaba con varios puntos de España que fueron reflejo del boom inmobiliario y una locutora local llegaba a asegurar que no se iría a vivir a la urbanización ni aunque le regalaran la vivienda.

Un panorama que nada tiene que ver con el actual. La pandemia contribuyó al relanzamiento de la urbanización, ahora reconvertida, con las obras acometidas por fondos de inversión, en primera residencia para muchas familias.

La última promoción que estuvo a la venta, con diez chalets de precios contenidos (entre 139.100 y 149.100 euros, impuestos aparte), se vendieron en cuestión de días por una demanda creciente, más alta aun por la pandemia y el deseo de muchos de cambiar sus pisos en la ciudad por casas con jardín, con la playa a un kilómetro y campo de golf en el recinto.

No solo las casas se despacharon en un abrir y cerrar de ojos, también las parcelas que llevaban años a la venta sin interés por ellas. Muchas ya están señalizadas a la espera de que el Ayuntamiento de Miño logre atender las numerosas solicitudes de licencia de construcción que ha recibido y que le ha llevado a reforzar esa área.

El municipio ha recibido un soplo de aire fresco a su economía con los acuerdos para refinanciar la deuda que acumuló por esta urbanización y los justiprecios (el jurado provincial de expropiación había fijado 6,32 euros por metro cuadrado y en gran parte de los casos el valor quedó fijado finalmente en 25,90).

Como responsable subsidiario, el Ayuntamiento, que había ejercido de órgano expropiante, tuvo que asumir la deuda con los propietarios.

Después de 18 años de conflicto judicial, este mismo año los dueños de los terrenos en los que se construyó la urbanización (1,5 millones de metros cuadrados) aceptaron renunciar al recargo sobre los intereses, que habrían supuesto al Concello desembolsar 300.000 euros más al año.

En marzo de 2020, el Ministerio de Hacienda le concedió un préstamo de 6,9 millones de euros que permitió pagar los intereses de demora, crédito que se sumó a otros dos anteriores por importe de 15 millones para abonar la deuda principal.

Recientemente, el propio Ayuntamiento compró una de las manzanas de 'esqueletos' que todavía está por concluir para desarrollar su promoción. Costa Miño tiene cada vez menos ladrillo y ahora los esqueletos que más se ven son los de Halloween.

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