Entre la contención y lo prohibido: el Entroido que desafió a la pandemia

Hay que remontarse a la Guerra Civil para encontrar una prohibición similar a la vigente, cuando el Gobierno de Franco impidió celebrar el carnaval
Dos boteiros, la máscara con autoridad en el Entroido de Vilariño de Conso. BRAIS LORENZO
photo_camera Dos boteiros, la máscara con autoridad en el Entroido de Vilariño de Conso. BRAIS LORENZO

Nada es lo que era en un carnaval que será recordado por el minúsculo patógeno que ha trastocado todo tipo de actos culturales, deportivos y reuniones sociales, Entroido inclusive. La pandemia ha provocado que Galicia y, en especial la provincia de Ourense, hayan vivido un Entroido desigual, con localidades casi vacías mientras que en algunas aldeas ha sido posible ver a los personajes típicos de esta época, casi parece que recordando tiempos pretéritos. 

Hay que remontarse a la Guerra Civil para encontrar una prohibición similar a la vigente, entonces cuando el Gobierno de Franco impidió celebrar el carnaval, un evento pagano cuya finalidad es transgredir las normas establecidas, circunstancia que, con todo, no impidió que sobreviviese en las zonas más rurales de Galicia. 

En Maceda, con una población que apenas llega a los tres mil habitantes, los Felos, figura emblemática de este carnaval y entroncada con sus parientes, los Peliqueiros en Laza y los Cigarrones de Verín, salieron igual por la sierra, amparados por la oscuridad. 

También en Bande (1.498 habitantes) pudo verse algún Troteiro, al igual que ocurrió en Chantada, donde los Volantes salieron a correr por las huertas. 

En Laza (1.287 habitantes), cerca de quince Peliqueiros salieron en su día grande de estreno y esperaron la salida de los fieles de misa.  Todo un desafío en este año marcado por la pandemia. 

Y es que el carnaval de Galicia va mucha más allá de una fiesta convencional y se caracteriza por compartir unos ritos comunes y por sus personajes propios, que sobrevivieron pese al azote sufrido durante la represión, la cual provocó la práctica desaparición de estas máscaras en muchos lugares. Este 2021, la situación se repite aunque, en este caso, por la crisis sanitaria. 

Pese a las restricciones decretadas en toda Galicia por la evolución de la pandemia, estos personajes del carnaval gallego han vuelto a salir desafiando las normas establecidas, eso sí, cumpliendo -casi siempre- las medidas de seguridad de distancia social y uso de mascarilla, en el año más extraño que se recuerda en estas localidades. 

La filosofía del Felo es salir cuando le da la gana, manteniendo ese espíritu transgresor. Ya en los años 50 y 60 esta figura pululaba por las aldeas con el consiguiente riesgo de que le detuviese la Guardia Civil y le quemase el traje de una forma ejemplarizante", cuenta a Efe el historiador Santiago Prol, autor de la publicación As caras do Entroido ourensán. De hecho, recuerda que "antiguamente" estos personajes salían igual, amparados por la noche e incluso, en algún caso, tenían que ocultar el traje para evitar ser detectados por la Guardia Civil. 

Vilariño de Conso, lugar que no ha registrado un sólo caso del covid en los últimos meses, sustituyó las tradiciones celebraciones por el reparto de cabrito a domicilio, en presencia de los Boteiros. 

Mientras, las localidades que conforman -junto a Laza- el triángulo mágico del Entroido y que cuentan con mayor población, Verín y Xinzo, han optado por la contención. Idéntica situación se vivió en Viana, donde las escasas celebraciones se limitaron a casas y ventanas, con el ruido de los tambores y las esquilas.

"Es una pena que no se pueda vivir como normalmente lo hacíamos. El 'fulión' y el sonido de las esquilas para la gente de Viana es algo muy especial. Uno siente que le falta algo", ha comentado a Efe Pedro Basalo, estudioso del Entrudio de Viana, que forma parte de un grupo de trabajo sobre este carnaval. 

Lamenta que este año no se haya podido celebrar el Entrudio como es habitual, una tradición de gran "riqueza" y que ve "llena de matices", pesar que es compartido en aquellas zonas donde el carnaval está muy arraigado. 

Juan José López Villarino, 58 años, de Xinzo de Limia, localidad donde el Entroido está declarado de Interés Turístico Internacional, artesano "por la tradición" que procede de su familia, comparte su hondo pesar por el hecho de que este 2021 será "el primer año" que no saldrá de Pantalla. "Es una pena, la localidad era un bullicio", dice resignado. 

En Laza, donde estos días luce una pancarta que dice O entroido deiquí vive, tampoco recuerdan una situación similar. A sus 80 años, Carmen, vecina de este núcleo, ha compartido a la salida de misa su tristeza por este año inusual en esta villa que cada año atrae a miles de turistas para vivir la bajada de la Morena -una suerte de vaca- y el lanzamiento de hormigas. "Dan ganas de llorar. El Entroido aquí es lo más grande. No hay otra fiesta igual", observa esta mujer, quien destaca que allí "la gente lo lleva en la sangre". De hecho, llama la atención sobre el hecho de que este año varios Peliqueiros hayan decidido llevar medias negras como "símbolo de luto". 

De idéntico modo, Manuel Hervella, de 84 años, ha expresado su tristeza por ver la plaza de Verín prácticamente vacía. Allí hay un gran mural con la leyenda Entroido en Pause.

Más allá de las diferencias, todas estas localidades, con tradiciones muy arraigadas, suspiran al unísono por poder celebrar el Entroido en 2022, después de este año extraño y prácticamente perdido, aunque no del todo. No en vano, como si de un clamor compartido se tratase, sus habitantes reivindican que la devoción por el espíritu del Entroido no desaparece, tampoco en la pandemia. 

Es un sentimiento que se lleva dentro y un periodo en el que la gente se transforma y que, al menos una vez en la vida, dicen, hay que vivir. 

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