El calvario de Laura, con covid persistente: "¿Expectativas de mejora? Pocas"

Esta gallega contrajo el coronavirus casi al inicio de la pandemia, cuando estaba a punto de casarse, y tres años después de aquello todavía lucha para que se reconozca su enfermedad
Enfermos con covid persistente. XOÁN REY (EFE)
photo_camera La enfermera y portavoz del colectivo gallego de enfermos con covid persistente, Isabel Quintana (c), con miembros del colectivo. XOÁN REY (EFE)

Laura Martínez contrajo el coronavirus casi al inicio de la pandemia, cuando estaba a punto de casarse, y tres años después de aquello todavía lucha para que se reconozca su enfermedad, la de covid persistente, porque hay muchas personas que como ella sufren esa condición y no pueden hacer vida normal. "Yo era teleoperadora, atendía a gente por teléfono. Ahora ir a una consulta médica o a un acto me supone cuatro o cinco días de recuperación en sofá-cama", cuenta en conversación con Efe este martes. 

"¿Cómo pretenden que yo, que me cuesta mantener la concentración, y me fatigo, hable durante 30 horas a la semana, pida datos, y maneje un programa informático si muchas veces no soy ni siquiera capaz de vestirme?", se pregunta. 

Es la reflexión que lanza esta joven, de O Barco de Valdeorras, quien suplica que se reconozca su incapacidad. Según explica, la mayoría de afectados se encuentran, o bien con que se emiten altas o, con suerte, una incapacidad temporal revisable al año, "sin existir constancia alguna de nada que indique que vamos a mejorar". "Con los trastornos que eso supone", añade.

Por eso lanza al aire otra cuestión: "¿Cómo es posible que a personas que tienen que llevar oxígeno 24 horas al día se les dé una incapacidad revisable, o a los que se han quedado en silla de ruedas? Es incomprensible", zanja.

Antes Laura era una mujer activa. Pero desde hace tres años se ve obligada a enfrentarse a mareos, lapsus, fatiga y dolores fruto de una fibrosis pulmonar, que lleva peor cuando las temperaturas son extremas, ya sea por frío o por calor. Le cuesta, además, moverse y realizar las actividades propias del día a día y carga contra la falta de soluciones que les dan los propios médicos y la sociedad ante esta enfermedad.

Laura narra de este modo su particular calvario desde que en 2020 vivió el "mejor peor" año de su vida hasta la actualidad, un tiempo durante el cual pasó de estar ilusionada con el vestido de su boda a contagiarse y estar hasta 40 días ingresada, 21 de ellos en la Uci. "La sociedad lo ve como si no hubiera pasado absolutamente nada; basta entrar en las redes sociales para leer comentarios del tipo: si queremos una paga, que si somos un experimento de las vacunas... Hay gente que piensa que tiene la razón absoluta y que nos hace mucho daño con sus comentarios".

Por eso, reclama que se investigue más para que los que como ella padecen esta dolencia "podamos recuperar nuestra vida anterior al covid" pues ninguno de ellos eligió "contagiarse ni estar malo". Considera injusto que les digan "que tenemos que aprender a vivir con ello" cuando pueden llegar a sufrir "doscientos síntomas" al año mientras los profesionales "no saben muy bien por donde deben tirar".

"Se sabe que necesitamos rehabilitación, que tenemos deterioro cognitivo, físico, secuelas que se quedan ahí pero nadie nos dice: podemos intentar esto o aquello, vamos a probar esto", insiste Laura. Esta afectada no ve expectativas de mejora. "Nos hacen analíticas de control, ¿expectativas de que vamos a mejorar? Aunque suene triste, la verdad, pocas", afirma esta mujer, quien se queja del "desamparo".

"Hacer algo tan básico como vestirnos, asearnos, hacer una cama, nosotros solos, es tener un día bueno; un día malo se resume en ir del sofá a la cama y apañártelas".

Tras describir este contexto, afirma que las instituciones públicas "no están ni se les espera". En su caso, especifica, tardaron 14 meses en darle cita para rehabilitación. Costearse sesiones de rehabilitación privada lo ve "inasumible": "La cámara hiperbárica puede costar en torno a 500-600 euros de media", dice esta mujer, quien rechaza que les llamen "vagos" o que digan simplemente que no quieren trabajar.

"Muchas veces nos consideran los nuevos apestados de la sociedad, así nos sentimos, pero lo cierto es que tenemos una enfermedad incapacitante. ¡Somos los primeros a los que nos gustaría trabajar y hacer vida normal!", concluye. 

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