"Cada crisis demostró que necesitamos más Europa para afrontar los retos más decisivos"

Emilio Pérez Touriño (A Coruña, 1948) está retirado de la política, jubilado de la universidad y habitualmente alejado de los focos. El expresidente de la Xunta sale ahora a la palestra para presentar el ensayo ‘El horizonte europeo’, editado por la USC. En el libro reflexiona sobre el papel de una Europa que, según él, salió reforzada de las tres grandes crisis del siglo: la financiera, la pandemia y la guerra de Ucrania
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photo_camera El expresidente continuará durante dos meses con la presentación de su última obra y, por ahora, admite que no tiene otra nueva en su agenda. EFE

Pérez Touriño salió de la política de una forma muy elegante y rara vez opina del PSdeG o la Xunta. Y aunque ahora está centrado en su "alegato europeísta", sí pide calma para consolidar un proyecto socialista en Galicia y admite que ve a la Xunta "falta de punch".

¿Cómo, cuándo y por qué nace ‘El horizonte europeo’?

Nace a la altura de 2015, a partir de cierta reflexión y preocupación sobre la Europa inerme que dejó la recesión de 2008 a 2012 y el nacimiento de movimientos populistas antisistema a un lado y otro del espectro político. Una reflexión sobre el papel decisivo que Europa había jugado tras la Segunda Guerra Mundial, y también decisivo en su aportación a la modernización y desarrollo de la economía de los países del sur; y a partir de ahí, pues la necesidad de repensar el papel de Europa como instrumento decisivo para el futuro. Al hilo de esto fui desarrollando toda la temática.

Así que es un libro que tiene detrás años de trabajo.

Fue escrito en etapas diferentes. Empecé a escribirlo a finales de 2015 y luego el final ya fue tras la salida de la pandemia.

Usted asegura que el ensayo es un alegato europeísta. ¿Tanta confianza tiene en Europa?

¡En la necesidad de Europa! En una Europa con más capacidad política y económica y con más fortaleza democrática. Basta con ver lo que ocurrió en las tres grandes crisis de este siglo. La primera, la gran recesión de 2008 a 2012, con la crisis del euro y con países como Portugal, Grecia o Irlanda literalmente intervenidos y otros con sistemas financieros necesitados de rescate, como España o Italia. Fue la eficacia del Banco Central Europeo (BCE) la que actuó, tarde pero con eficacia, y solventó la crisis de deuda. Cuando no pasó mucho tiempo llegó la pandemia, que causó una devastación económica, social y sanitaria y ahí fue fácil observar como los instrumentos para salir de la crisis y poder extender el paraguas social surgieron de la UE. Una vez más es el BCE quien, asumiendo la deuda, sostiene las economías y les da liquidez, con una emisión histórica de deuda mancomunada que permite entre otras cosas habilitar los fondos europeos de recuperación, de los que España recibirá 140.000 millones. Y cuando ni habíamos superado esa crisis, llega la invasión rusa de Ucrania y, una vez más, nadie piensa en una respuesta aislada de cada Estado sino en una unida y ágil de toda la UE. Así que Europa vuelve a jugar un papel fundamental y la identidad europea se recupera. Cada crisis, acumulada con la anterior, nos hace ver que necesitamos más Europa. Y no hablo solo de crisis, sino también de los grandes retos.

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¿Cuáles son esos retos?

Los retos transversales y sistémicos que tenemos: el cambio climático, las migraciones internacionales, la transición energética, la regulación de los mercados financieros, la lucha contra el crecimiento de la desigualdad... Cualquiera de ellos son demasiado decisivos como para que hoy podamos afrontarlos solos desde cada Estado-nación. Necesitamos una respuesta europea, pero una Europa con más capacidad económica y fiscal. Por ejemplo, el presupuesto de la UE apenas es un 1% del PIB de Europa y el de Estados Unidos supera el 30% del PIB.

¿Le preocupa el ascenso de los euroescépticos?

¡Como no! Pero tengo confianza. Sé que es complejo, porque Europa es una construcción única y excepcional, una alianza de 27 estados, cada uno con su tradición histórica y cultural... Así que el avance es complejo. Pero si miramos la historia, se dieron grandes pasos. Lo que empezó como la alianza del acero y el carbón nos llevó a un mercado común, luego a compartir moneda y... ¡quién nos iba a decir que acabaríamos emitiendo deuda conjunta y tomando decisiones políticas y económicas tan relevantes para el espacio común! Así que si uno alarga la vista hacia atrás, puede ser optimista. Y a nivel gallego, cuando fue el referéndum sobre la Constitución europea, en Galicia el 81% de los votantes estaba a favor de la Constitución, un país que parece que está aquí en Finisterre pero con mucha conciencia sobre la necesidad de avanzar juntos.

Aborda en su obra tres grandes crisis recientes: la económica de 2008, la pandemia y la guerra de Ucrania. ¿Cuál movió más los pilares políticos de la UE?

La pandemia, sin duda. Supuso un cambio de era, donde el sector público recobra su papel. Fue la que afectó más transversalmente a todos los países, porque con la crisis financiera había división entre deudores y acreedores, pero el covid afectó por igual a todos los países. Y ahí Europa sí dio pasos en la línea de federar y de unir y articuló respuestas que son históricas y suponen avances en la línea de federalización, de mancomunar. Es cierto que el populismo de distinto signo e incluso élites políticas nacionales y nacionalismos de Estado y sin Estado tienen auténtica aversión a ceder y compartir espacios, pero esas utopías conservadoras y reaccionarias no conducen a ningún lado en un mundo interconectado y global como este. La apuesta por la soberanía de los estados es hoy un residuo histórico, porque cada Estado aisladamente no es soberano, hoy esa soberanía es compartida. Tenemos que ir a gobiernos multinivel y a reforzar lo común. La pregunta clave es: ¿qué podemos y qué queremos hacer los europeos juntos?

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¿Y la respuesta?

Si trabajamos juntos, Europa debe y puede jugar un papel relevante en un mundo que hoy vive una contradicción grande entre las autocracias por un lado y las democracias puestas en peligro por el otro, véase Trump, el Brexit, el ascenso de la ultraderecha... Un mundo cada vez más bipolar por la confrontación de Estados Unidos y China, más allá de la guerra de Ucrania. Y en ese mundo bipolarizado Europa podría aportar la posibilidad de un espacio alternativo de referencia y jugar un papel importante que no podremos jugar cada país por separado.

¿Asistimos a un renacimiento de la socialdemocracia en la UE? 

Se dan las condiciones objetivas para que eso sea así. En el libro hago bastante repaso histórico y cuando analizamos la crisis del 29 y los fascismos que vinieron después, la respuesta a todo aquello en Estados Unidos fue el New Deal, el gran espacio para la política pública en USA; y en Europa, tras la Segunda Guerra Mundial, nacen el modelo social europeo y la propia UE, que es la gran construcción de lo público. Ahora con la pandemia y la crisis derivada, que cambió hábitos de vida y relaciones sociales y económicas y supuso el fin de la etapa neoliberal que venía de los años 80, resurge la necesidad de mirar a lo público. Si uno lo piensa bien, el mercado que tanto le gusta a los neoliberales, por sí mismo, es incapaz de resolver los problemas sanitarios, la conservación del medio ambiente, no garantiza la estabilidad económica y financiera de los países, y mucho menos el pleno empleo o la igualdad social... Se necesita la acción pública y la pandemia lo puso de manifiesto. Está aceptada la necesidad de que lo público juegue un papel importante y los postulados socialdemócratas van en esa dirección. Ahora bien, no quiere decir que necesariamente se vaya a producir un triunfo de la socialdemocracia ni una salida progresista a las grandes contradicciones del mundo actual, porque dependerá de la acción política, de las circunstancias de cada país, de la respuesta europea... Siempre habrá interrogantes.

Es crítico con el nacionalismo. ¿Es el federalismo una solución a las tensiones territoriales en España?

Aquí tenemos un Estado muy particular y muy descentralizado. La España de las autonomías tuvo aspectos muy positivos, pero también algunos déficits. El federalismo crea muchos recelos y despierta muchos demonios sociales, pero federar quiere decir, etimológicamente, unir. El federalismo es poner cosas en común, compartir y tener lealtad a lo común garantizando la diversidad. Si fuésemos capaces de ponernos de acuerdo para un mejor reconocimiento de algunas comunidades, para mejorar el sistema de financiación autonómica, el reparto competencial y tener más lealtad a lo que compartimos y a la cohesión social, pienso que podría haber un espacio muy amplio de coincidencia. No creo que los nacionalistas se integren ni queden satisfechos, pero habrá una mayoría social que podrá respaldar esos avances y mejoras. Los nacionalistas aspiran a otras cosas: a crear estados independientes, que es algo que una solución federal no puede dar. Pero creo que lo que no podemos hacer son políticas para contentar solo a los nacionalistas sino pensando en la mayoría social del país. La Constitución puede mejorarse en esa dirección federal, hay un terreno grande par avanzar... Pero necesitamos romper la política de bloques, de confrontación y de división tan fuerte que hay en la sociedad española. Y será difícil.

"Si la alternativa al PPdG en la Xunta no llega de la mano del PSdG va a ser difícil que se dé"

Habla de confrontación y división en la España actual. ¿Cambió mucho la política desde su época?

Efectivamente hay una aceleración de los cambios... Son profundos, intensos y rápidos; vivimos en eso que llaman sociedad líquida. El mundo del tuit, de lo rápido... Y la política se hace sobre esa base. Antes era una política más de cambio, de reforma, de estructura, de proyectos a medio plazo... Y hoy es más de corto plazo, por lo que es difícil ver el horizonte. Ese es el gran cambio. También en los liderazgos, porque antes necesitaban de los partidos como intermediarios y mediadores entre esos líderes y la sociedad y hoy ese papel desapareció. Hoy los partidos cambiaron sus funciones y su rol: cumplen la función de suministrar cuadros y seleccionar a las élites políticas, pero ya no tienen una función de debate ni de mediación.

¿Y echa de menos la política?

Cada tiempo es cada tiempo y tampoco se puede mirar atrás. Yo procuro no hacerlo. Y por eso en el libro reflexiono sobre algo que puede parecer utópico: el espacio europeo como una causa noble, pero decisiva.

Comparativa: "La política antes era más de reforma, de medio plazo... Hoy se hace sobre la sociedad líquida, el tuit, lo rápido"

¿Qué papel juega Galicia hoy en esa Europa?

Galicia perdió un poco de punch y energía. Algo que sí existe en la sociedad civil, en el mundo empresarial, en el cine, la poesía, la novela, la creación... Hay una energía muy potente, pero en la gobernanza política el mundo es grisáceo. Si uno mira los diez años entre 2009 y 2019, hasta justo antes de la pandemia, Galicia creció menos que España, perdió habitantes cuando España los ganó, perdió ocupados y España los sumó, perdió el liderazgo en renovables, perdió músculo en el mundo financiero, a nivel de esfuerzo educativo y sanitario... Y cuando miramos a Europa, lo hacemos encogidos y a la defensiva, como por ejemplo ahora con el tema pesquero, en lugar de tener un papel proactivo. Ahí me gustaría ver a nuestros líderes. En Galicia, perdimos pulso; no sé si tiene que ver con tener 15 años del mismo equipo de Gobierno y del mismo partido, lo que necesariamente introduceciertas dosis de cansancio.

¿Cree que puede ser el actual PSdeG la alternativa a ese PPdeG?

Debe de ser, quiero creer que sí y confío en que así sea. El PSdeG tuvo etapas largas con sucesivas dificultades, cambios de liderazgo, resultados que no fueron buenos... Creo que hay que madurar una alternativa para que sea consistente y darle tiempo; y está en ese camino de dar consistencia y fortalecer el proyecto. Sigo creyendo que, de haber alternativa al PPdeG y en democracia tiene que haber esa renovación, en Galicia llegará de la mano del PSdeG. Si no es así, tengo para mí la intuición de que será difícil.

Usted estuvo en la política estatal y en la gallega, un camino que también tomó Alberto Núñez Feijóo. A él parece que ahora se le atraganta algo Madrid... ¿Tanto cambia un ecosistema de otro?

Es por la complejidad que adquiere la política de un Estado tan diverso y complejo frente a la que puede tener una comunidad más estable y cohesionada como Galicia. En un país como España la complejidad política es mayor, porque ahí verás todos los temas, cuestiones muchas de ellas que no se dan en Galicia. Más allá de eso, el mundo de la comunicación es más complejo en el ámbito del Estado porque en España todo está mucho más polarizado. Después también cambia de dirigir un partido más pequeño a dirigirlo en un ámbito que implica pluralidad y diversidad de intereses. Pero creo que, en resumen, hay dos temas en los que tengo la impresión que el PP perdió su liderazgo y su referencia como alternativa y donde lo veo con más dificultades.

¿Cuáles son?

Uno es que no logra entender bien el asunto Europeo: mientras que Pedro Sánchez conoce bien la política en Europa y juega un papel proactivo en cuestiones como la energía, el líder del PP perdió el pie. El otro es económico: su defensa de grandes rebajas fiscales. No tenemos margen fiscal para ello y la situación económica española y europea no lo permite, pero el PP es lo único que propone. El escenario económico es complejo para todos, pero creo que lo que más complica hoy al PSOE son algunos de sus socios.

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