Un buenense reclama desde el Polo Norte que se vacune a los marineros

"Me siento olvidado por las administraciones", apunta el capitán Otero, que recuerda que "los tripulantes llevan una vida muy dura"
El capitán del Lodairo, José Luis Otero. EFE
photo_camera El capitán del Lodairo, José Luis Otero. EFE

El capitán del pesquero Lodairo, José Luis Otero, reivindica desde el círculo polar ártico prioridad en la vacunación contra el coronavirus para sus tripulantes y para todos los marineros que faenan a miles de kilómetros de sus países.

Otero describe la dureza de afrontar la pandemia en alta mar en una entrevista telefónica con Efeagro desde los caladeros de bacalao en aguas del archipiélago de Svalbard, bajo jurisdicción noruega, al lado del Polo Norte (a una latitud de 76 °15º).

Para este buenense, con más de 25 años de experiencia marina, el último ha sido "el año más difícil" de su trayectoria y aunque por fortuna no ha habido casos entre sus 33 tripulantes, "su mayor miedo" es la aparición de la covid-19 a bordo, porque sería imparable.

El Lodairo -perteneciente a Pesquera Áncora- es uno de los cuatro navíos bacaladeros españoles, tiene puerto en Vigo y 86 metros de eslora; "un barco moderno, el pesquero más grande de España", asegura.

Contesta a través de la aplicación WhatsApp, con una conexión entrecortada, e ilustra sus respuestas con el envío de imágenes de la cubierta, con el mar helado al fondo o termómetros a -4° o -12º.

Explica que embarcaron el 12 de febrero en el puerto de Bremerhaven (Alemania) tras seis días de cuarentena.

Cerca de 5.000 marinos trabajan enrolados en pesqueros con pabellón español que operan en aguas lejanas de los cinco continentes.

VACUNAS CONTRA LA LEJANÍA. "Me siento olvidado por las administraciones. Da igual el Gobierno que esté (...) La gente ve el bacalao en el plato pero pocos saben que existimos aquí, donde se acaba el mundo; trabajamos, regresamos con nuestras familias y nunca reivindicamos grandes cosas ", recalca Otero.

Por ello, reclama que los marinos sean considerados un colectivo prioritario en la vacunación y también argumenta que un tripulante de un buque como el Lodairo "solo da beneficio a España y ningún gasto".

El bacaladero ha mantenido su actividad en los últimos doce meses, con las consiguientes cuarentenas previas; el día a día a bordo, con turnos y faena las 24 horas, no ha cambiado.

Pero al atracar, el puerto "es un hervidero de gente, descargas, reparaciones" y, en consecuencia, hacen falta desinfecciones de la nave.

"Somos inmigrantes la mayor parte del año y si desembarcamos en un puerto extranjero con alguien enfermo, no nos van a atender igual que a sus nacionales", añade.

FRENTE A SUPERMERCADOS VACÍOS, PESCA EN MALVINAS. Desde Svalbard -conocido como el lugar poblado más septentrional del mundo- Otero narra que vivió el inicio de la pandemia en una campaña experimental para pescar calamar en torno a las Malvinas.

Frente a las noticias de supermercados vacíos, la tripulación acordó "llenar la bodega de pescado" y la marea se prolongó cuatro meses.

Al volver a Vigo, experimentó "la llegada más triste de la Historia", con el puerto desierto y nadie esperando.

El Lodairo también realizó otra marea en el Ártico entre agosto y diciembre, más prolongada que las habituales de tres meses, por las circunstancias.

Comenta el caso de marineros españoles de embarcaciones que descargan en Montevideo, quienes por problemas de relevos permanecieron allí 8 o 9 meses y también cita a otro compañero que "se zafó" del coronavirus detectado en un barco en Brasil, que obligó a un confinamiento con calor y en un camarote pequeño.

TRIPULACIÓN GALLEGA Y EL ALMA EN LA COCINA. Capitanear 33 marinos es para Otero como entrenar a un equipo de jugadores, con la misma necesidad "de psicología" que de pesca; la mayoría son gallegos, el segundo oficial es italiano y también hay algún tripulante ruso o islandés.

Apunta que los cocineros son "el alma de barco" pues, ante la ausencia de cines o bares, la mesa es "la manera de desconectar y disfrutar", si bien Internet ha mejorado mucho la comunicación con el mundo terrestre.

"Se pasan calamidades, los tripulantes llevan una vida muy dura. Nos enfrentamos cada día a un clima extremo y a un trabajo peligroso lejos. Si no eres fuerte, no duras aquí 10 minutos", apunta. 

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