Buen año de miel, regular para las abejas

mel1.jpg
photo_camera mel1.jpg

Las lluvias que este otoño no bastan para recuperar la sequía de pastos y embalses fueron generosas en primavera y verano. La abundancia de agua, alternando con días de claros y temperaturas tibias en julio y agosto favorecieron en Galicia un proceso de floración constante de la vegetación. Estas condiciones meteorológicas poco beneficiosas para la cosecha de patatas o la maduración de la uva hicieron las delicias de los apicultores.

Una primavera más larga de lo normal se tradujo en una espectacular producción de miel que este año duplicará el volumen de kilos recogidos el año pasado –264,4 toneladas– y superará las 500 toneladas, segundo las previsiones del Consello Regulador da Indentificación Xeográfica Protexida (IXP) Mel de Galicia.

Estas cifras coinciden con una leve recuperación en el número de productores de la comunidad, que había descendido en los últimos diez años. Las estimaciones del presidente del Consello Regulador, Manuel Lovelle, sitúan en torno a 4.000 los apicultores dedicados a la elaboración de este oro dulce. Sin embargo, solo 408 están inscritos en la IXP.

Una pasión, más que una profesión
La producción de miel continúa a concebirse como una actividad artesanal y complementaria a otras tareas cotidianas, por lo que pocos apicultores viven sólo de la miel. Una explotación media gallega dispone de entre 10 y 20 colmenas, mientras que la dedicación plena requiere poseer entre 1.200 y 2.000 colmenas. Poco más de medio centenar de productores en Galicia regentan explotaciones de estas características, aunque hay casos, los menos, en los que se superan las 5.000 colmenas.

En su mayoría, los apicultores orientan la producción de miel al autoconsumo, al ser resultado de una afición que roza la pasión. Muchos productores se vinculan a las organizaciones para mejorar sus conocimientos sobre el cuidado de las abejas o simplemente por afición. La Asociación Gallega de Apicultura (AGA) cuenta en la actualidad con 1.000 asociados. Con todo, y según recuerda su secretario técnico, Jesús Asorei, el número disminuyó nos últimos años. “Llegamos a ser más de 1.500”, afirma.

Cuando les sobra miel, lo venden en los mercados locales. “Sólo el 1% de los apicultores gallegos son profesionales”, asegura Lovelle. Por esto un 40% de la miel producida cada año se vende en la red local y otro 30% se destina al pequeño comercio. El resto, cerca de 300 toneladas se reservan a la gran distribución. No obstante, apunta que desde 1998 la certificación de calidad creció un 180%. Cada vez son más los interesados en acreditar la calidad de su producto y las garantías de su elaboración.

La inquietud por la muerte de las abejas
O Consello Regulador y AGA señalan como prioritaria una comercialización “en condiciones” de la miel. Las principales reivindicaciones de los productores, al no ser la rentabilidad económica la única finalidad, no se limitan a los precios en origen. El apicultor recibe entre 2,20 y 2,30 euros por kilo. Asorei cree que lo importe idóneo se situaría en torno a los 3 euros, ya que el consumidor paga unos 5 por el tarro de un kilo.

Inquietan más las cuestiones vinculadas a la muerte de las abejas, especialmente notable en el sur de Ourense. El secretario técnico de AGA atribuye el fenómeno al incremento en el uso de pesticidas y fertilizantes demasiado agresivos.

“Son de una nueva generación, aparecieron en el mercado hace diez años y comenzaron a emplearse en las zonas hortícolas del noroeste de la comunidad gallega”, relata Asorei. Las primeras muertes masivas se dieron en Ferrolterrra y luego en zonas de producción cerca de las ciudades. También en las fincas dedicadas al cultivo de maíz y otras especies forrajeras. Asegura que en Ourense se están tratando los eucaliptos con estos productos, de ahí la mortalidad.

Sobre las causas de la muerte de las abejas expertos y productores no se ponen de acuerdo, pero todos coinciden en recordar la función que juegan estos insectos como bioindicadores ambientales. “Las abejas son los centinelas del medio ambiente”, concluye Asorei.

El dominio lugués y orensano
La mayoría de los apicultores gallegos se concentran en las provincias de Lugo y de Ourense. Su presencia también era significativa en A Coruña, donde predominaban las pequeñas explotaciones para el autoconsumo, que desde hace unos años comenzaron a desaparecer, segundo asegura el responsable de AGA. En Pontevedra, por el contrario, la práctica de esta actividad siempre fue residual.

Isidro Pardo, fundador del Museo Vivente do Mel en Arzúa (A Coruña), se introdujo  en la actividad en 1963 y desde entonces centró sus esfuerzos en la creación de un centro didáctico. En él, además de producir y envasar su miel, explica el trabajo de las abejas en cada uno de sus pasos, o la transición entre la apicultura actual y la antigua.

Al lado de las colmenas más modernas conserva un apiario o albariza, conjunto de colmenas tradicionales rodeadas por uno alto muro circular de una piedra conocido como oseira y que impedía la entrada de osos en el recinto. Hoy estos modelos antiguos cayeron en desuso por incumplir la normativa sanitaria de la IXP. La extracción de miel es muy compleja y hace inevitable la mezcla de este alimento con la cera y la grasa que generan estos insectos.

''Los apicultores somos cómo hacienda''
Pardo explica que en cada una de las colmenas puede haber unos 70.000 individuos, que según sus días de vida –las obreras y nodrizas viven 45– cumplen una determinada función. Recuerda que las abejas producen la miel para su propia alimentación, por lo que siempre hay que dejarles un mínimo para el consumo durante el período de invernación.

“Juntan miel para ellas y nosotros hacemos como Hacienda, les quitamos todo lo que podemos. Depende de la cantidad, pero necesitan unos veinte kilos de miel para que pasen el invierno”, asegura.

Variedades gallegas
Las peculiaridades climáticas de cada una de las comarcas gallegas dibujan una gran diversidad de vegetación y, por lo tanto, múltiples tipos de miel. Las variedades de Galicia se integran en cinco clases, atendiendo su origen botánico.  Un 60% de las mieles son multiflorales, según revela el responsable de AGA.

Todos tienen un color más oscuro que los del resto de la Península. “El más claro de aquí, el de eucalipto y zarzas, es el más oscuro del resto del Estado”, apunta Lovelle. Dentro de las mieles monoflorales, elaborados a partir de una única especie vegetal, figuran los de eucalipto, zarza, brezo y castaño.

Una de las consecuencias de la ola de incendios del verano de 2006 se advirtió este año en el descenso de las variedades de eucalipto y zarza, procedentes en su mayoría de la franja atlántica ya que las regiones del litoral de la Coruña y Pontevedra  fueron de las más afectadas por los incendios el año pasado.

Comentarios