¿Qué puede llevar a un joven gallego a coger su coche y participar en una carrera ilegal? La sed de adrenalina y la búsqueda de cierto estatus en su círculo social en base a las habilidades al volante. El dinero no es un aliciente, apuntan conocedores de estas competiciones. A veces los participantes abonan un depósito que posteriormente se reparte en base al resultado, pero no es una cuantía significativa.
Mientras que entre el público se cuentan hombres y mujeres, los participantes son casi siempre varones de entre 20 y 40 años. Tienen un perfil más urbano que rural, pero no responden a unas características concretas. La parrilla de salida la componen desde jóvenes con un impoluto certificado de antecedentes penales a pequeños traficantes de barrio que someten su coche a modificaciones para dar salida a capitales de ilícita procedencia.
Y es que estas competiciones no entienden de clases sociales y la única diferencia la marca el coche en la pista, algo que no siempre es indicativo de poder adquisitivo. Participan desde compactos como el Peugeot 206 o Ford Focus que, tuneados, pueden llegar a hacer frente a un BMW M3 o un Mitsubishi Lancer Evo, estos últimos casi siempre de segunda mano.
Se proclama ganador el primero en completar un número determinado de vueltas a un trazado. Hay otras modalidades, como el derrapaje (drift) o aceleración en recta (drag), pero no se practican en Galicia.