DECENAS DE personas a la intemperie, bajo la lluvia, azotadas por una ráfaga inoportuna, movidas por el deseo de votar. Las imágenes captadas hasta el viernes a las puertas de Correos revisten de cierta épica una jornada singular. Cerca de 37 millones de españoles eligen a sus representantes en el Congreso y el Senado, cuyo reparto determinará el nombre del próximo presidente del Gobierno. Los cinco principales aspirantes, divididos en bloques enfrentados de izquierda y derecha alentaron el miedo a que gobierne el otro. Sin sondeos posteriores a los dos debates, con una jornada de reflexión agitada en redes sociales y con la segunda cifra más alta de votos por correo registrada en democracia, hoy sabremos quién rentabiliza mejor los fantasmas atribuidos al otro.
Con mayor o menor acierto, múltiples perfiles en Twitter, Instagram y Facebook cumplían ayer la prohibición de pedir el voto para un partido, como establece la ley en la víspera de unas elecciones. Algunos apelaban a la necesidad de ejercer el derecho a depositar la papeleta en la urna, ante el riesgo de perder otros derechos: "Hay que votar por supervivencia". Para otros, es la unidad del país la que está amenazada , así que defendían apostar por quienes ejercen de "sostén de España".
Las referencias a los bloques eran inevitables y, de hecho, hay países de nuestro entorno como Reino Unido que entienden los límites de la legislación española en el día previo a las elecciones como un golpe a la libertad de expresión. En ese contexto, la jornada en la que el foco sobre los partidos se apaga, las redes sociales sirvieron como sismógrafo electoral y registraron numerosas llamadas a participar. La etiqueta "vota por favor" o "vota 28-A" aglutinó miles de mensajes a lo largo del día.
OBJETIVO. Conseguir una participación elevada es uno de los objetivos para las principales formaciones políticas, a sabiendas de que les beneficia, en un escenario con una fragmentación del voto inédita. En concreto, los líderes esperan que más del 70% del censo electoral acuda a votar. En las dos últimas convocatorias la participación se quedó muy cerca de esa cifra. En las generales de diciembre de 2015 votó un 69,67% y en las de junio de 2016, un 69,84.
Pese a que ahora el 70% se presente como el porcentaje anhelado, en realidad es inferior a la media de la participación registrada durante el período democrático, que se sitúa en un 72,8%, con el pico más alto en las elecciones constituyentes de 1977, en las que ejerció su derecho el 78,83% del electorado.