Con el sacho al hombro

Hace unos cuatro años, la Deputación de Lugo —  través de la Sociedade Urbanística Provincial (Suplusa)— sacó a concurso público un proyecto de dinamización de las zonas verdes. En concreto, lo que pretendía era embellecer las orillas del río Rato, cuyo cauce, de aproximadamente 4 kilómetros, discurre desde la zona norte de la urbe amurallada hasta el Miño.

El Gobierno provincial, integrado por PSdeG y BNG, dibujó a su alrededor un gran cinturón verde que abraza la ciudad, y pone en valor sus tesoros naturales. A aquel concurso se presentaron muchas propuestas. Detrás de la ganadora está la Federación de Asociacións de Veciños de Lugo, cuya pionera idea consistía en la construcción de cuatro huertos ecológicos divididos en parcelas que se repartirían los lucenses.

Así, el presidente de la Deputación, José Ramón Gómez Besteiro, «entrega cada año unos títulos de propiedad simbólicos, que permiten el usufructo del terreno». Quien lo cuenta es Jesús Vázquez, portavoz de los vecinos, que se remonta al 2006 —año en que Suplusa y la Federación firmaron el convenio de colaboración— para explicar la buena acogida que los huertos ecológicos han tenido.

300 parcelas y lista de espera
«Empezamos de manera muy humilde, con unas diez o quince personas, pero hoy son ya más de 300». Y es que la idea era tan buena que había que promocionarla, por lo que se diseñó una campaña de publicidad que llegó al buzón de cada casa dando a conocer las virtudes de estos terrenos, que cada vecino atiende de manera individual contando con el asesoramiento de los monitores contratados desde Suplusa en horario de mañana, tarde o fin de semana.

Dos años después de firmar el convenio, en el 2008, Suplusa aporta casi 39.000 euros cada trimestre para la puesta en marcha de esta actividad. El mantenimiento de las zonas corre a cargo de la sociedad. «Nosotros ponemos todo: el huerto, las semillas, el abono... todo menos la mano de obra», subraya Jesús Vázquez entre risas. Así, en las 300 parcelas que a día de hoy se reparten otros tantos vecinos —50 en la zona de Ponte Romai y 250 en O Rato— se plantan todo tipo de alimentos, dependiendo de la temporada .

Además del cultivo y de la dimensión didáctica que aportan los ‘profesores’, entre los vecinos comparten experiencias que van más allá de las normas que marca el refranero popular. Manuela Morado planta sus hortalizas en un huerto de la Deputación desde hace dos años. «Suelo ir a atenderlo cada dos días, aunque ahora el tiempo no acompaña y estamos en un punto muerto», dice, reprochando a la lluvia que no le deje disfrutar de sus momentos de tranquilidad en la huerta.

«Estamos en época de guisantes», apunta esta lucense, a quien una enfermedad obligó a dejar su trabajo y sólo el sacho la ayuda a romper con una vida sedentaria que no parece gustarle. «El año pasado recogí unos tomates buenísimos», a los que aporta el valor añadido de que el abono que reciben estos cultivos es siempre natural, «sin las químicas de los supermercados. El sabor cambia mucho», reconoce Manuela. En temporada de tomates y pimientos, se llevó bolsas y bolsas para reponer su despensa y las de sus hijos.

Semillas de inmigrantes
Cuando los vecinos cultivaron las primeras parcelas, aquellos primeros pasos «humildes» que recuerda Jesús, la cosecha se donaba a organizaciones benéficas. Pero en la actualidad son cientos los labriegos que cavan en estos huertos, y cada uno se lleva a casa lo que recolecta. De hecho, el portavoz de las Asociaciones vecinales cuenta que «hay gente que trabaja la parcela no sólo por relax, sino como medio de subsistencia».

«Los monitores nos dan cursos prácticamente cada día», agradece Manuela. Además de las recomendaciones diarias, desde Suplusa se imparten cursos que abarcan disciplinas como los injertos, la poda o el calendario de plantaciones. Y los vecinos aprenden también la riqueza que crece en los campos de los que vienen de fuera. «Los inmigrantes nos traen semillas cuando van a sus países, y hemos hecho una selección para ver cuáles se adaptan al clima de aquí».

En las palabras de Jesús y de Manuela se palpa el agradecimiento a la Deputación de Lugo por la puesta en marcha de esta original actividad, cuya experiencia se limitaba a las afueras de grandes ciudades como Madrid o Barcelona, y a la que ya le han salido imitadores en otros municipios de Galicia. «Sin la aportación económica y el apoyo que recibimos —del Gobierno provincial—, esto quedaría en buena voluntad», dice Jesús Vázquez.

Con una demanda que no deja de crecer, y que ya obligó al Ejecutivo que preside Gómez Besteiro a hacer ampliaciones de terreno, los vecinos que quieren acceder a una parcela pasan a una lista de espera que cuenta a día de hoy con unas 20 personas. No son muchas, pero Vázquez se apresura a explicar que recientemente se ha destinado más suelo para estos huertos. Así, cuando las altas se multiplican y las bajas son anecdóticas, la urgencia es eliminar las listas de espera y que cada lucense, al igual que Manuela, pueda llevarse a la boca los tomates que cultivan en ‘su’ huerto.

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