Una vida delante de la red

Alberto Varo comenzó a jugar al fútbol sala con su padre como entrenador antes de pasar a la cantera del Nástic

Alberto Varo, en el campo de O Ceao. XESÚS PONTE / ARCHIVO
photo_camera Alberto Varo, en el campo de O Ceao. XESÚS PONTE

La condición de privilegiado no siempre está unida a una posición social, a una medalla en la solapa o a un Ferrari en el garaje. En muchos casos tiene que ver con vivir la vida que se ha querido para disfrutar de cada segundo con intensidad. Así se siente Alberto Varo y así lo transmite el portero del Lugo. Para él, ser futbolista es una ilusión cumplida, un sueño compartido con su padre, Cristóbal, su primer entrenador, y modelado por dos técnicos claves en su carrera: Adolfo Baines y Martín Posse.

Alberto Varo es un tipo que jamás renunciará a trabajar duro, como le enseñó su familia en el barrio de Bonavista y La Canonja, aún incluso antes de ser un héroe en Tarragona, de parar y meter penaltis y brillar con luz propia en la cantera del Nástic.

La aventura empezó donde muchas, en la calle, con «dos garrafas de agua» en la plaza de Bonavista. "Jugábamos en la calle. En la Bonavista había una plaza en un mercado muy grande. Iba con mis hermanos y con mi abuela, que nos llevaba a jugar. Montábamos dos mochilas o dos garrafas de agua, las metíamos allí de porterías y nos tirábamos a jugar. Eso era lo normal", revela Varo.

En su amor por el fútbol y en su evolución como jugador, su padre, Cristóbal Varo -jugador modesto al que acompañaba a los partidos de veteranos-, es una figura central. "Mi padre siempre jugó al fútbol. Era delantero, de esos que metían goles. A lo mejor por eso yo me metí de portero, porque él era el que chutaba y yo el que paraba (bromea). Él jugaba en el Bonavista de veteranos cuando yo ya había nacido. Iba siempre con él, me metía en el vestuario, le llevaba la bolsa y le decía: "toma, ponte las botas", siempre estaba por allí, en ese mundillo".

Cristóbal también era entrenador de fútbol sala y en su equipo formaron los Varo, tanto Alberto como su hermana mayor. "Jugaba con cinco años al fútbol sala y lo hacía con los de siete u ocho. Jugaba con mi hermana en ese equipo, que es tres años mayor que yo. El entrenador era mi padre, que hacía un chanchullo con las fichas y me metía por allí para dejarme jugar. Disfrutaba mucho".

"Jugué al fútbol sala hasta los 18 años. Alternaba con el fútbol. No se podía, pero en el barrio hacíamos un tejemaneje raro (ríe). Cuando jugaba en el Nástic lo hacía también en La Canonja. Cuando había partido, como mi padre era el entrenador, ponía el horario para que no me coincidiera. Cuando acababa el partido me cambiaba en el coche y me iba a jugar al otro", admite Varo.

"Mi padre era muy exigente. Cuando acababa el entrenamiento me pedía que nos quedáramos a trabajar un poco más, a hacer salidas, el juego aéreo, a hacer unos disparos... Tengo mucho que agradecer a mi padre, para mí el mejor entrenador que siempre habré tenido", asegura.

Desde el equipo de La Canonja pasó, con 11 años, a la cantera del Nástic. Llegó en una remesa de distintos clubes tarraconenses. En ese grupo seleccionado estaba un pequeño lateral del La Salle llamado Eduard Campabadal.

En la cantera del Nástic fue quemando etapas hasta llegar a juveniles, donde lo modeló Adolfo Baines, el hombre que lo impulsó hacia la profesionalidad. "Me hizo portero", asegura Varo. "Me enseñó cosas que conllevaban ser futbolista profesional. Me llamaba después de comer y me decía que fuese a entrenar. Yo decía: '¿Cómo voy a ir a entrenar a las tres de la tarde?', y él me replicaba: '¿Quieres ser portero de verdad o qué quieres ser? Si quieres vente para acá'. Iba a entrenarme con él y me tiraba dos o tres horas trabajando. Fue muy duro, pero él siempre me apoyó y me ayudó mucho".

El camino no fue sencillo para Varo. "No tenía ninguna tarde libre. Iba a entrenarme a las cinco con el Nástic y cuando acababa llegaba a casa tenía que hacer los deberes y quedarme hasta las tantas. No podía dejar la escuela, porque mis padres me inculcaron que tenía que estudiar", admite.

Ese esfuerzo convirtió a sus compañeros de equipo en sus amigos y a su club en su segunda familia. Pero el sueño se convirtió en realidad cuando pasó a la Pobla de Mafumet, filial del Nástic, cuando agotó su etapa juvenil. Tras un par de años allí llegó su otro gran referente: Martín Posse, exjugador de Vélez Sársfield, Espanyol o Tenerife. "Aparte de mi padre, Martín Posse me dio mucho". Con el argentino, Varo logró un ascenso a Segunda B en una fase de ascenso en la que fue protagonista. En el último partido de la última ronda ante el Gerena, anotó el primer penalti de la tanda y paró otro para ser el gran héroe. "Había tirado ese penalti 500 veces en los entrenamientos. Sabía qué tenía que hacer y dónde iba a ir el balón. Cuando acabé de chutar pensé: '¿Pero qué haces tirando un penalti?'. Jugar al fútbol sala me dio ese plus de pensar que si había sido jugador por qué no iba a disparar. Luego, estaba tan crecido que paré el primer penalti que me tiraron".

Con Posse realizó una gran campaña en la Pobla, lo que valió tres oportunidades con el Nástic en Segunda B y su debut en Segunda con el cuadro de Tarragona, ante el Valladolid, en casa, el 28 de febrero de 2016. "Mi padre vio que se había hecho realidad un sueño. El campo donde entrenábamos de pequeños estaba al lado del estadio del Nástic y él me decía: '¿por qué no vas a jugar ahí?'. Cuando debuté me dijo que eso no era la meta sino que era el inicio". Ese fue el comienzo de una vida ejemplar.

"Podré contar a mis hijos que entrené con Ter Stegen"
Compartir espacio con un ídolo, mirarlo a los ojos, trabajar codo con codo con él, está al alcance de pocos. No para Alberto Varo, que consiguió estar en el mismo vestuario de Messi, Luis Suárez o Neymar y con su gran referente: Marc-Andre Ter Stegen. El meta del Lugo lo hizo en su paso por el Barcelona B, equipo en el que jugó en las campañas 2016-2017 y 2017-2018.

"Apareció la opción de salir cedido al Barcelona B cuando estaba en Segunda B. Al Barça no se le puede decir que no esté en la categoría en la que esté. Hice una primera semana muy buena de entrenamientos y me iban a comunicar que empezaría la gira con el primer equipo y ese mismo día me rompí el menisco interno y me pedí la gira", declaró Varo.

En noviembre de 2017 entrenó por primera vez con el primer equipo del Barça. "Es algo que nunca voy a olvidar. Poder entrenar con Messi es otra cosa. Algún balón le paré (bromeó)". "Ellos están como en una burbuja, pero estar en el vestuario con Messi, con Luis Suárez, con Neymar... Cuando vi a Ter Stegen ya aluciné porque para mí es el mejor portero del mundo. No sabía cómo actuar allí. Eso no te lo enseñan de pequeño. No sabía si saludarles, si no hacerlo, si hablarles... Pero me dije: ‘¿por qué no lo vas a hacer?’. Al final tienes que disfrutar de esta experiencia que te has ganado".

Alberto Varo apreció el trato de Ter Stegen. "Es un tipo muy campechano, aunque fuera alemán. Habla muy bien castellano y estuvo muy bien. Le estoy muy agradecido porque siempre me animaba, tenía muy buen rollo con él. Al final me trataron como a uno más, que es lo que quiere un chico del filial. Esto podré contárselo a mis hijos, que es algo que no mucha gente podrá hacer".

 

Universitario y con vocación de ser maestro de escuela
Alberto Varo es una mente inquieta, un tipo que no puede tener el freno puesto. El meta catalán ocupa su tiempo en formarse para un futuro que puede no estar ligado al fútbol, sino en una de sus vocaciones: la de maestro. El tarraconense está a un paso de obtener la titulación universitaria en Educación Primaria y cursa la licenciatura de Psicología en la Uned de Lugo.

"Entrenaba por la mañana y por la tarde iba a la universidad. Fue una de las mejores decisiones que tomé. Educación Primaria era una carrera que quería hacer", dice Varo. "Me quedan las prácticas del último curso para dar clase. A falta de esas prácticas soy profesor también, que es algo que me tomo como un logro. Es gracias a mis padres. Si ellos no me hubieran inculcado el estudiar yo no lo hubiera hecho", añadió.

"Siempre me gustó enseñar. Con 14 o 15 años heredé el puesto de mi padre cuando dejó de ser entrenador. Entrenaba a niños y me gustaba educarlos, darle unos valores. Me gusta ver que las cosas que vas haciendo van dando sus frutos y tienen una respuesta en ellos".

"Empecé a hacer la carrera de Psicología. Siempre dicen que los porteros estamos un poco locos de la cabeza, pues vamos a hacer psicología para entendernos", bromea Varo, que también se saca el nivel 1 de entrenador de fútbol en la delegación de Lugo de la Federación Galega.

 

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